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Operaciones posbélicas

No se puede bombardear el mundo por la paz (Peace News)

No se puede bombardear el mundo por la paz (Peace News)

No se puede bombardear el mundo por la paz

Howard Clark

Entre los que abogan por aumentar la capacidad de intervención militar internacional hay un abanico de opiniones. Después del ataque a Iraq varios comentaristas han estado especulando sobre dónde buscarían los “halcones” su próxima guerra “preventiva”. En el otro polo, las “palomas” -que insisten en que existe una “responsabilidad de proteger” a las poblaciones cercadas por gobernantes criminales- están más preocupados por temas de legitimidad, coherencia en la aplicación de los derechos humanos, y potenciar el papel de la ONU y las instituciones regionales en el orden mundial.
A través del espectro de opiniones, sin embargo, parece aceptarse que la intervención militar no puede detenerse al expulsar un grupo de gobernantes -debe hacerse responsable de construir los sistema de gobierno que los reemplazarán.

Retando a las “palomas”

El movimiento pacifista se dirige generalmente a las alarmantes políticas y las acciones criminales de los “halcones”. Este número de Peace News mira más hacia la parte del espectro donde se encuentran las “palomas”, donde podemos hallar a gente que son nuestros aliados en la denuncia de la guerra en Iraq y que, aunque generalmente prefieren la negociación a la acción militar, y aunque insisten en la necesidad de la autorización de la ONU, también creen que hacen falta más intervenciones militares.
Como ejemplo, el presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, cumplió su promesa electoral de retirada de Iraq, pero ha mantenido el compromiso del anterior gobierno en Afganistán, donde España participa tanto en la ISAF (aprobada por la ONU) como en la operación “Libertad Duradera” (liderada por EEUU). Otros ejemplos incluyen a gente que bien pudo haber participado en el amplio movimiento por la paz durante la Guerra Fría pero que, especialmente desde Bosnia y Kosovo, quieren ensanchar el campo de las intervenciones internacionales autorizadas por la ONU y otros organismos regionales para pedir cuentas a los regímenes criminales y hacerse cargo del timón de las administración.
En la legitimación del ejército -alianzas, distorsión de los presupuestos gubernamentales y de la investigación científica- las “palomas” son de muchas maneras más importantes que los “halcones” debido a su estilo razonable, su sincero respeto por los derechos humanos, y su disposición a hablar de asuntos genuinamente humanitarios. Gracias a esto, los tradicionales preparativos para la guerra vienen hoy acompañados de preparativos para una mayor intervención militar, por ejemplo, programas para incrementar la capacidad de administración y reconstrucción estatal en la posguerra. A veces esto llega incluso a la contratación de organismos cuya experiencia ha sido de gran valor para el movimiento pacifista, En Gran Bretaña, por ejemplo, el Departamento de Estudios sobre la Paz de la Universidad de Bradford.

Un nuevo papel

Después de 40 años de haber estado confinada (con la excepción de Corea) a las operaciones de “mantenimiento de la paz” llevadas a cabo con el consentimiento de las partes enfrentadas, la ONU se encontró con una nueva situación en los 90. El final de la Guerra Fría y diversas guerras que la siguieron, hicieron que llegara a la ONU la exigencia de jugar un papel más amplio, aunque repetidamente demostró estar fuera de lugar e improvisando. Ahora intenta estandarizar procedimientos y prepararse para el despliegue rápido de misiones multidimensionales, incluyendo la preparación de un cuerpo de administradores encargados de reconstruir une estado después una guerra.

Es pues el momento adecuado de analizar las operaciones y, en particular, de advertir contra las prácticas que podrían perjudicar el futuro a largo plazo de los territorios desgarrados por la guerra. Las evaluaciones internas como la llevada a cabo por el Panel de la ONU sobre Operaciones de Paz (que produjo el informe Brahimi) se concentran en los problemas logísticos -despliegue rápido, coordinación, falta de modelos estándar- mientras que una evaluación académica como el Review of Peace Operations, llevada a cabo por el Instituto de Política Internacional del King’s College de Londres, se preocupa más por la efectividad de la implementación del mandato.

Aquí, nuestro punto de partida es diferente. Tenemos una concepción de la paz que cuestiona fundamentalmente la validez de las operaciones de paz como añadidos a las campañas militares, mientras que los principios sobre los que deseamos construir la paz están profundamente reñidos con las prácticas de “reforzamiento” de la paz de que hemos sido testigos.

No a la “paz negativa”

Peace News (y la IRG) afirman que la paz no puede imponerse. Una intervención militar puede imponer un alto el fuego y crear así crear las condiciones para alguna forma de coexistencia, pero interrumpir las hostilidades con toques de queda, controles militares y separación física es cualquier cosa menos establecer la paz. Incluso la “paz negativa” (ausencia de conflicto armado) no puede mantenerse durante mucho tiempo solo con medios militares.

El momento de construir la paz es ahora- ya sea antes, después o durante la guerra. Sea cual sea el momento en el que estamos, sea cual sea el punto en el ciclo de un conflicto, hay potencial para construir la paz. En el esquema de la ONU, la “construcción” de la paz es vista como algo que viene después de la guerra. Más allá, en vez de un término preciso como “posguerra”, el término usado actualmente es “posconflicto” -una expresión equívoca que no sólo ignora la continua existencia del conflicto tras la guerra, sino que también tiende a quitar importancia al impacto que tiene la propia guerra.

En historia no hay páginas en blanco

A veces suena como si los abogados de la intervención militar esperaran que la guerra hiciera un borrón y cuenta nueva. Un concepto clave en estos momentos es el de “estado fallido” -un término que, sea cual sea la intención de sus autores, olvida los factores internacionales en la desestabilización de una sociedad, subestima la importancia y complejidad de la fábrica y estructura social que existe, y reduce el propio potencial de la sociedad para la regeneración.

Alertar sobre el “espectro del colapso del estado” no equivale a analizar las causas que interactúan en el conflicto, mientras que, además, una política de construcción de la paz necesita reforzar los elementos que conduzcan a la creación de condiciones para la paz, e identificar aquello que pueda ser considerado lo “constitutivo” de la paz en cada situación -la red de personas, grupos e incluso instituciones decididas a producir la paz.

La paz depende de la gente

Las intervenciones militares implican una promesa hacia las poblaciones amenazadas -que los que intervienen se comprometen a apoyar en la reconstrucción de su sociedad. Pero esta promesa lleva naturalmente su letra pequeña -“dejadlo todo en nuestras manos”-como en el caso del triunfal eslogan de la misión de la ONU en Kosovo (UNMIK): “Llevando la paz a Kosovo”. Y a veces cuando un portavoz de una población amenazada apela a la intervención militar, suena como si estuviera buscando un “deus ex machina”. Una paz sostenible, por el contrario, tiene que estar fundamentada en los esfuerzos de la población.

Kofi Annan y otros resaltan el importante papel de la “sociedad civil” y las ONGs, pero el impacto de las operaciones de alta financiación es en realidad la marginación de la actividad voluntaria. Éstas cazan los talentos entre los liderazgos de los actores voluntarios y les ofrecen trabajos de alta remuneración (en los que pocas veces usan su talento), mientras que el flujo de la financiación de proyectos produce un montón de ONGs locales que en sus agendas no persiguen la remodelación de su sociedad, sino que son más bien como pequeños negocios, en busca de contratos para llevar a cabo el trabajo que desean sus donantes internacionales.

La paz es un proyecto a largo plazo

Las intervenciones militares tienden a ir de la mano de la movilización mediática que exige soluciones “rápidas” a conflictos que básicamente no tienen tratamiento. Los media pierden su interés, se instala la “cansancio de la compasión”, y los fondos para la reconstrucción disminuyen.

La entrada en la guerra comunica una urgencia que los procesos de posguerra nunca pueden igualar, y concede a la situación una prioridad que no puede ser mantenida. Una vez que acaban las operaciones militares, las necesidades inmediatas -de socorro y refugio, de reprimir las represalias colectivas y el saqueo, de marcar los campos de minas y las áreas donde están repartidas las bombas de racimo- son agotadoras y exigen grandes cantidades de tiempo. Y eso es solamente el principio. El retorno de los refugiados, a construcción de nuevas instituciones sociales (normalmente incluyendo fuerzas policiales), el desarme y la reinserción de los ex combatientes, la complejidad de los temas relacionados con la justicia de transición y el “arreglárselas con el pasado”. Todos estos temas deben ser acometidos, a menudo mientras se abordan en primer lugar las causas reales que llevaron a la guerra.

Prepararse para intervenir ante una emergencia no es sustituye el actuar sobre las raíces de la guerra y el conflicto. Las guerras no suceden espontáneamente: si su estallido no siempre puede predecirse, lo que sí puede hacerse es analizar los conflictos de intereses y las tensiones que pueden conducir a la guerra y actuar sobre ellos.

Publicado en Peace News 2457, diciembre 2004-febrero 2005

Culpable de la traducción: Carlos Barranco

Alternativa Antimilitarista - Moc
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