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Érase una vez...

curso de intervenciones humanitarias (y II)

curso de intervenciones humanitarias (y II)

HACIA UNA NUEVA MORAL INTERNACIONAL: LAS INTERVENCIONES HUMANITARIAS (II)

Miércoles 12

LAS ONGs Y LAS INTERVENCIONES HUMANITARIAS

La cosa continuó por la tarde. Lástima no haber estado un poco más despiertos, por que el tema de esta sesión tenía mucha, pero que mucha tela. Naturalmente entre l@s representantes de las ONGs que participaron en la mesa no hubo ningún militar... Qué curioso el esquema de los organizadores del curso. Se supone que en esta sesión se hablaba del ’durante’ de la intervención humanitaria pero en realidad faltaban los actores principales del espectáculo.

La gente de UNICEF, Médicos del Mundo y Solidaridad Internacional abordaron sobre todo los aspectos políticos de su trabajo, mientras que el del MPDL (Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad), y el de Cruz Roja, se centraron en el relato de sus actividades desde un punto de vista técnico. Lamentablemente, Francisca Sauquillo no pudo acudir. Esto, más o menos, fue lo que dijeron.

José Juan Ortiz (UNICEF) empezó contando que su organización surge a partir de un mandato de la ONU (es, por tanto, una agencia suya) de protección de la infancia, y que no se cumple nunca el principio de ’los niños primero’, ni en los conflictos, ni en las agencias humanitarias. A partir de ahí elevó el tono de su discurso [dejándonos de una pieza] para señalar que en las guerras actuales se ha invertido la proporción bajas civiles-bajas militares. Ahora el 90% de los muertos en las guerras no son militares sino civiles, por lo que se puede decir que el objetivo de los ejércitos es la población civil, especialmente las mujeres y los niños. Ortiz opinó que las ONGs deberían tener un peso político mucho mayor porque hoy son el movimiento asociativo más amplio, por encima del fútbol (sic). Sin embargo ’somos como parches que nos envían sabiendo que la rueda va a romperse 15 minutos después [...] sólo se requiere nuestra opinión cuando matan a compañeros, no somos interlocutores del conflicto, sino tiritas...’. Para el representante de UNICEF, su organización, al igual que el resto de ONG de objetivos similares, no tienen capacidad para llevar ni la atención más básica, y muchísimo menos educación, sanidad, etc. Finalmente ironizó sobre la situación en Kosovo, su desorientación durante un conflicto que al parecer no era una guerra y no tenía víctimas sino ’daños colaterales’. Ante esa desorientación fue vital escuchar a los niños, creando áreas sólo infantiles en los campos de refugiados. Ellos siempre tienen la solución a sus problemas como verdaderos expertos en infancia que son..

José Javier Domingo (MPDL) introdujo su participación en la mesa con el principio de que si elementos armados se oponen a la distribución de la ayuda humanitaria, la comunidad internacional debe utilizar ponderadamente la fuerza. Puso como contraejemplo de esto la actuación de los cascos azules holandeses en Srebrenica. Sería preciso, opinó, una revisión de la ONU. Respecto a la actuación de las ONGs en zonas de conflicto afirmó que debería ser imparcial. El MPDL en los Balcanes goza de gran credibilidad. En Kosovo, están trabajando en tareas de reconstrucción y de ayuda a refugiados. En el plano internacional, apoyan el establecimiento del TPI y piensan que las intervenciones denerían establecerse por mecanismos estructurados y consensuados.

Antoni Bruel (Cruz Roja) se limitó a describir algunos de sus proyectos actuales y criterios de actuación, sin entrar en ningún tipo de reflexión política. Se preguntó, sin embargo, de dónde vienen sus acciones, si del compromiso, de la influencia de los media... Estas tienen varias fases, desde la respuesta inmediata (envío de paquetes de ayuda), al seguimiento y la complementariedad con otras ONGs. Cree que estaría bien pensar estrategias comunes ante emergencias. Otro problema en la práctica es el de la transparencia, no sólo de los números, sino también de las dificultades de la labor humanitaria.

Juana Abengoa (Solidaridad Internacional) señaló que las ONGs deben posicionarse ante el derecho de injerencia, aunque no tiene tan claro eso de ’la obligación moral de la injerencia’ que dijo hace poco Javier Solana. La violación de DD.HH. es una ruptura del pacto social, y eso justifica la defensa de un derecho de injerencia. Afirmó después que el papel de las ONGs en las intervenciones humanitarias está ligado a los procesos de reconstrucción, y que es el llamado ’efecto CNN’ el que irremediablemente se tiene en cuenta para decidir donde se interviene. Debe promoverse la voluntad política en la prevención de conflictos (frenando el tráfico de armas, por ejemplo), y para ello propuso el uso alternativo de los medios de comunicación, la construcción de redes de información. Es necesario construir una PESC (Política Exterior y de Seguridad Común de la UE) eficaz, a través de estructuras supranacionales, basada en el desarrollo humano sostenible. Abengoa estuvo de acuerdo en el establecimiento de un código de conducta en las intervenciones. El resto de su ponencia estuvo dedicada a la descripción de alguno de sus proyectos en América Central.

Pilar Estébanez (Médicos del Mundo) definió el momento actual para las ONGs como de reflexión después del ’bum’ de los últimos años. Una reflexión que se está haciendo en torno a varios dilemas: las desigualdades económicas han aumentado en estos años en el mundo, el derecho humanitario se ha desarrollado pero no su aplicación, aunque sí su calado en la opinión pública. Para ella se ha producido un cambio en la naturaleza de los conflictos, ahora es más difícil identificar a los actores de las crisis y esto hace más compleja la acción humanitaria, una acción que es preciso separar de la política exterior. En estos años lo humanitario se ha institucionalizado y se ha complicado al convertirse las organizaciones muchas veces en ’testigos incómodos’. Estas organizaciones se encuentran ahora en su madurez en una crisis de crecimiento que tiene que ver con el necesario aumento del aparato burocrático, la voluntariedad, la financiación. También afirmó que se ha producido un cambio a nivel mediático: ’ahora nos maneja la opinión pública, el éxito o el fracaso de un proyecto depende de la sentencia de los media, no es imposible reconocer malas actuaciones’. Estébanez ve en la formación de los cascos azules una labor importante porque ellos también violan el derecho internacional y cree que la acción humanitaria siempre tiene efectos políticos beneficiosos en los países donde se efectúa.

En el debate hubo algunas reflexiones sobre posibles ’fusiones’ de ONGs que casi todas rechazaron, apostando por la coordinación. También se habló sobre si aceptar o no financiación privada además de la pública, sobre la estupenda labor del Ejército español en los Balcanes (MPDL), y el representante de UNICEF lanzó un análisis cuasiantimilitarista sobre el origen de los conflictos en la violencia estructural, en las desigualdades económicas, políticas, etc., la paz no como mera ausencia de guerra, el cinismo de las políticas de los estados desarrollados y de los que claman por la injerencia después de haber dejado pudrirse el conflicto...

Nuestra aportación aquí contuvo varios puntos. Primero, preguntar a los organizadores que por qué, siguiendo el esquema de curso que habían seguido (antes-durante-después), no habían invitado a algún representante de la ONG que siempre actúa en todas las intervenciones humanitarias, que por qué no estaba sentado ningún militar en esa mesa, siendo los actores principales y omnipresentes de todas las crisis, vista la desproporción constante entre los costes del despliegue militar y el de las actuaciones de ayuda humanitaria que lo siguen, visto que las respuestas de los estados desarrollados siempre tienen la misma geometría: intervención militar, con la consiguiente militarización de la política exterior, especialmente aguda en el caso español. Por otro lado, ¿dónde están las otras formas de intervención, civiles, preventivas? Por ejemplo el caso del despliegue de observadores de la OSCE en Kosovo, cuya retirada dejó el campo libre para una nueva oleada de represión del gobierno serbio. Segundo, que las actuaciones de algunas ONGs, así como sus campañas de captación de fondos, tienden a ignorar y ocultar las raíces de los conflictos en los que dicen ayudar. Poner un niño hambriento en la pantalla en hora de máxima audiencia puede que ayude a financiarse pero no favorece precisamente la movilización social. Por último, les preguntamos que qué opinaban de la apropiación indebida del término ’humanitario’ por parte de militares y políticos, tal como señalaba el secretario de Médicos sin Fronteras, quejándose también de cómo se reduce a las ONGs a una especie de servicio posventa de la intervención militar [MSF rechazó una subvención del Gobierno valenciano durante los bombardeos de Yugoslavia porque venía de una de las partes en el conflicto].

No obtuvimos muchas respuestas a estas cuestiones, solamente un ’de todo eso ya se está debatiendo en el seno de nuestras organizaciones’, y algunas risas de complicidad cuando decía que echaba de menos a los militares.


Jueves 13

DESPUÉS DE LA INTERVENCIÓN: RESPONSABILIDAD DE LA COMUNIDAD
INTERNACIONAL

Enrique Múgica, flamante Defensor del Pueblo, abrió la última sesión del
curso con una breve pero intensa conferencia sobre las responsabilidades
de la comunidad internacional en las situaciones de grave violación de
los DD.HH. Después de una barroco excurso por la historia de la
universidad de Alcalá con el que el conferenciante confirmó su fama de
persona cultísima, Múgica abordó el análisis de la geopolítica mundial
actual. Para él, la desintegración de la estructura bipolar ha abierto
el camino a la hegemonía occidental y ha hecho aparecer la figura de la
’intervención humanitaria’, que mantiene resonancias comunes con las
actividades de las ONGs, pero que tiene en esencia un carácter plena y
abiertamente bélico. Estas intervenciones no buscan el logro de la paz,
sino la restauración de los derechos previamente conculcados. Se trata
de una figura nueva, pues perturba la validez universal del principio de
soberanía, y al mismo tiempo, vieja, pues recupera la doctrina medieval
de la ’guerra justa’. Alejado de la hipocresía al uso, Múgica afirmó que
lo importante de la intervención es que sea militar, no que sea
intervención. También se mostró favorable a la existencia de mecanismos
supranacionales para garantizar la protección de los DD.HH. Aunque se
mostró decepcionado de que, a pesar de que siendo esos los objetivos
declarados de la OTAN en la última intervención en Kosovo, la existencia
de crímenes abominables no lleve más que a operaciones titubeantes para
no sufrir bajas propias. Otro de los problemas señalados por Múgica fue
la modestia y escasez de medios, las restricciones presupuestarias de
las acciones civiles. Para alcanzar una ’paz justa y verdadera’, no vio
otro camino que la acción decidida y enérgica de gobiernos y sociedad
civil. El ex ministro socialista de Justicia culminó su sincera pero
militarista conferencia enunciando un axioma sobre el que invitamos a
reflexionar a quienes lean estas líneas: ’la fuerza hace que la razón se
cumpla’, máxima que consigue superar polvorientos dilemas entre fuerza y
razón...

En el turno de palabra posterior, el conferenciante no tuvo ningún
reparo en sacar a relucir siempre que hizo falta el Holocausto, los
campos de exterminio, Hitler, los nazis, la Segunda Guerra Mundial y la
pasividad occidental ante el ascenso del nacionalsocialismo, o, cuando
alguien le recordó el asunto de la fabricación y comercio de armas
españolas hacia los países del ’sur’, decir que esas cosas hay que
tenerlas en cuenta a la hora de votar por mucho que estemos convencidos
de la inmoralidad del asunto.

Nosotros, cómo no, introdujimos nuestra aportación al debate con un ’me
temo que discrepo radicalmente de lo que el Sr. Múgica acaba de decir’,
después de agradecerle la brevedad en su exposición. Dijimos que
teníamos muy pocas dudas de que los DD.HH. no forman parte de las
agendas de la política exterior de los estados desarrollados. Los DD.HH.
son lo que muchos han llamado ya la ’agenda perdida’. Así pues,
difícilmente puede argumentarse que entre las motivaciones de las
intervenciones humanitarias, que en estados como el español parecen el
instrumento casi único de estas políticas, esté la protección de los
DD.HH. Le dijimos que más bien opinábamos que el llamado
intervencionismo humanitario era el nuevo disfraz ideológico de las
mismas políticas de mantenimiento de la dominación económica y política
N-S. Un disfraz, eso sí, muy bonito que sabe explotar el narcisismo
presente en nuestras sociedades: nosotros somos los buenos y vamos a
defender a los pobres frente a los malos. Siempre hay un Satán a mano
que nos haga parecer en comparación un dechado de virtudes. Pero es
cierto que hay otros intereses específicos mezclados entre los motivos
de las intervenciones militar, como, por ejemplo la eficaz campaña de
lavado de imagen que fue Bosnia para un Ejército español con graves
problemas de legitimación. En segundo lugar le preguntamos a Múgica que
qué lugar ocupa lo sucedido en Chechenia o en el Kurdistán turco en su
escala de crímenes abominables, y le aseguramos que cuando viéramos a la
OTAN bombardear Moscú o Turquía quizá empezáramos a creernos eso de las
intervenciones humanitarias. De todas maneras, irónicamente, le dijimos
que ojalá nunca se llevara a la realidad la doctrina expresada por él
(intervenciones bélicas contra estados violadores de DD.HH.) porque
tenemos amigos que viven en los EE.UU. y no nos gustaría que sufrieran
bombardeos... Para acabar comparamos la escasez de medios de las
acciones civiles, señalado por Múgica en su conferencia, con la
’generosidad’ prestada a los operativos militares, comparación para
nosotr@s reveladora y pedagógica. Por último, siguiendo algo que él
mismo había dicho en relación a Kosovo, ’primero fueron los militares,
luego los diplomáticos’, le preguntamos que dónde estaban metidos los
diplomáticos antes, y si estaban allí, qué demonios hacían.

El Sr. Múgica nos contesto con un una especie de cuento cuya moraleja
venía a ser que no por no poder hacer la revolución y acabar con el
imperialismo debemos dejar de hacer lo que podamos, por poca cosa que
parezca. Por no poder intervenir en todos los lugares donde se debería,
como en Chechenia, no hay que dejar de hacer lo que se pueda.

Después de un breve descanso, Andrés Ortega (experto en Relaciones
Internacionales) hiló un discurso crítico respecto al intervencionismo
realmente existente. Para él, la intervención plantea más problemas que
la disuasión, y es posible que en los próximos años veamos un
resurgimiento de ésta. El ’nuevo intervencionismo’ no puede calificarse
de éxito: en Kosovo lo único que puede afirmarse es que la OTAN no
perdió. Ortega señaló que a los estados les resulta más fácil decidir
una intervención que ponerse de acuerdo con una política sustancial de
prevención, que la intervención frecuentemente genera más sufrimiento
aún, que los civiles son las víctimas de las guerras actuales... Después
dio un repasa a los casos de intervención más recientes: Ruanda, un
rotundo fracaso donde la propia acción del ejército francés facilitó el
genocidio (entre 500.000 y 800.000 muertos, según la OUA); Timor
Oriental, donde se intervino demasiado tarde cuando se sabía con mucha
antelación lo que podía pasar si ganaban la autodeterminación en el
referéndum; o Kosovo, donde la intervención aceleró la limpieza étnica y
la retirada de los observadores de la OSCE dejó el campo libre a una
nueva oleada de represión del gobierno serbio. Ortega reconoció que el
’efecto CNN’ determina qué entra en la agenda de los gobiernos y qué no,
que las intervenciones se rigen por el principio de ’cero bajas’
propias, que debería potenciarse la acción de la OSCE como herramienta
de políticas preventivas (aunque en estos momentos carece de medios
suficientes), y que tras las intervenciones aparecen ’sociedades
deshechas’. Para él, antes de reconstruir deberíamos evitar destruir.

Ricard Pérez Casado (ex Administrador de la Unión Europea en Mostar)
relató parte de su experiencia en el lugar e hizo algunas valoraciones
sobre la situación actual en Bosnia-Herzegovina. El ex alcalde de
Valencia dijo que su experiencia en la zona fue breve e intensa, se
incorporó en una fase diferente del conflicto, en la de ’paz armada’.
Para Pérez Casado, el cumplimiento del tratado de Dayton en el aspecto
militar fue elevado, pero no en el aspecto civil, debido principalmente
a la inexistencia de tradición democrática en los Balcanes y al
caudillismo y los liderazgos salidos de la guerra. También advirtió que
la desmovilización de los armados está siendo un grave problema social,
que en Mostar el conflicto sigue, y que no existen planes
post-intervención. Pérez Casado acabó con un elogio a la ’extraordinaria
actuación de los soldados españoles, actuando más allá del mandato que
les fue encomendado’.

Carlos Westendorp (parlamentario europeo, ex Alto Representante
Internacional para Bosnia-Herzegovina) abrió su intervención pidiendo
mejores políticas de prevención a pesar de obstáculos como la cultura de
nuestras sociedades, que están a favor de la total protección de las
FF.AA. en estos conflictos. Westendorp se mostró a favor de que las
tropas asumieran más riesgos, como parte de su trabajo, y a continuación
hizo un relato de la desintegración de la ex Yugoslavia, hasta llegar a
los bombardeos de la OTAN de 1995, que tuvieron la virtud de detener los
combates. Sobre la realidad balcánica, dijo que allí no existen etnias
sino culturas y religiones diferentes, y se carece de tradición
democrática, especialmente en B-H, una de las ex repúblicas yugoslavas
donde más peso tuvo el régimen comunista de Tito. La religión es usada
por el nacionalismo para conseguir poder, y los partidos monoétnicos son
clientelares, lo que impide el desarrollo de una economía de mercado.
Westendorp ha sido partidario en B-H de una política de ’despotismo
ilustrado’ de la comunidad internacional, basada en la reconstrucción,
revertir la limpieza étnica y la intervención sobre los media
(especialmente las televisiones que no hacían más que avivar el
conflicto). Para él, el estado bosnio es una entelequia sin alternativa,
un cambio de fronteras volvería a encender el ’polvorín de los
Balcanes’: ’estamos condenados a que B-H funcione’. Para terminar
demandó un pacto de estabilidad en la región y la aproximación a la UE,
y avisó del peligro que corre en estos mismos momentos Montenegro.

En el turno de palabra afloraron temas como el tráfico de armas, el caos
organizativo en Bosnia y repetido en Kosovo: dispersión de ONGs,
multitud de instituciones con implicadas con sus respectivas
burocracias, etc. En nuestra intervención recordamos la salida desde el
puerto de Santander, poco tiempo antes de las represalias de las
milicias proindonesias contra la población timorense, de un barco con
material militar español con destino a Indonesia, y el apoyo dado al
régimen de Suharto durante su existencia. Por otro lado le preguntamos
al Sr. Westendorp, que qué era esa cosa llamada ’comunidad
internacional’ y cómo podíamos ingresar en ella, visto que es la que
toma las decisiones en materia de intervencionismo. También nos
mostramos de acuerdo en la potencia del ’efecto CNN’: son las imágenes
(de masacres, refugiados, etc.) las que mueven a actuar a los gobiernos
para justificarse ante sus opiniones públicas, efectivamente, por tanto
son también las imágenes la solución (cascos azules repartiendo ayuda
humanitaria, legonarios con niños bosnios en los brazos). Y todo lo
demás da igual, por eso la ausencia de planes post-intervención, por eso
un tratado de Dayton que legitima conquistas por la fuerza, que olvida
Kosovo como ’asunto interno’ de Serbia, por eso todavía cientos de miles
de desplazados no han regresado a sus antiguos hogares, por eso, tras
los bombardeos de la OTAN, Milosevic sigue en el poder, cerrando medios
de comunicación independientes y acosando a los grupos de oposición,
como la organización pacifista serbia Mujeres de Negro. Como siempre la
sociedad civil de los países intervenidos vuelve a ser considerada sólo
como objetivo de bombardeos o víctimas sujeto de ayuda humanitaria. Se
vuelve a ignorar su capacidad de organización y actuación, de cambio
social, de democratización en el sentido profundo de la palabra. Parece
que no les interese a los estados occidentales fomentar sociedades
activas y críticas que puedan resolver sus propios problemas, no sea que
cunda el ejemplo aquí (por ejemplo, el caso de la no acogida a los
desertores de la guerra de Yugoslavia). En cuanto al Ejército español,
arrojamos unas cuantas sombras a las alabanzas hechas por Ricard Pérez
Casado: la existencia de campos de concentración croatas en la zona
supuestamente protegida por el batallón español, algunos a 15 km. de sus
bases, donde se acumulaban alrededor de 15000 musulmanes bosnios, la
retiradas del sector musulmán de Mostar cuando se anunciaba ofensiva por
parte del ejército croata en Bosnia y, finalmente la conocida cita de
Radovan Karadzic, lider sebobosnio acusado de genocidio por el Tribunal
de La Haya: ’tenemos la mejor opinión de los militares y la diplomacia
española. España es la más imparcial’.

’Bueno, a veces Karadzic puede haber dicho la verdad...’, fue la
contestación de Westendorp. Pérez Casado puntualizó que el se refería a
la actuación de los soldados españoles dentro de la IFOR, de SPABRI, que
ya sí tenían un mandato claro, y no como los que formaron parte de
UNPROFOR.

Y poco más. La cosa acabó con unas palabras de Virgilio Zapatero
recomendándonos la lectura de la tragedia ’Antígona’ para profundizar en
el dilema moralidad-derecho, y otras de Manuel Marín, pidiendo evitar la
postura legitimista, lo que el llamó el ’complejo de Testigo de Jehová’,
que deja que se muera su hijo por no hacerle una transfusión antes que
contrariar sus principios...

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