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Antimilitaristas

Debate: ¿impulsa el progreso el Ejército en Turquía?

Debate: ¿impulsa el progreso el Ejército en Turquía?

Sacado de El País

Polos opuestos: la religión y el ejército

BERNARD KENNEDY
EL PAÍS - Opinión - 23-08-2005

(...)el autor se detiene en la descripción de dos poderes fácticos en la actual Turquía, la religión y el Ejército, poderes que difieren en sus concepciones sociales y políticas. Si, según datos oficiales, en el país el 99% de la población es musulmana y si la historia tiende hacia el conservadurismo ortodoxo de la religión, el Ejército, por el contrario, manifiesta una clara actitud republicana y laica, y se declara abiertamente a favor de la modernización política y social

Es la una de la tarde del horario de verano -mediodía según el sol-. La llamada a la oración resuena por el barrio de Fatih en Estambul, de forma no del todo simultánea, desde los micrófonos de varios minaretes invisibles. Considerado un centro de fervor fundamentalista, este barrio céntrico, densamente poblado, toma su nombre de la Mezquita Fatih, con sus sombríos muros con aspecto de fortaleza en el patio y su conjunto de edificios adosados, que albergan una escuela y una biblioteca. Ésta fue la primera gran mezquita construida por Fatih Sultan Mehmet, El Conquistador, después de tomar Estambul arrebatándosela a Bizancio en 1453. Fue reconstruida, no obstante, en el siglo XVIII, después de un terremoto. Cientos de creyentes han llegado ya, y al menos un 80% son hombres. Una minoría luce largas barbas, esclavinas y gorros de rezar, o las barbas y bigotes tipo «anillo» preferidos por los hombres de negocios conservadores. La mayoría sólo lleva bigote, camisa de manga corta, pantalones de tela y zapatos de cuero o plástico o sandalias. Puede que sean comerciantes locales. Algunos de los hombres más jóvenes van afeitados, pero sólo un puñado lleva vaqueros y camiseta, y uno solo lleva corbata. Entre las mujeres, unas pocas van cubiertas por un chador completamente negro abrochado por debajo o por encima de la barbilla, pero la mayoría lleva pañuelos sencillos en la cabeza, o los trajes tesettür de moda, que en los últimos años han sustituido a los pañuelos y a los abrigos hasta los tobillos como vestimenta habitual de las jóvenes urbanas que reivindican su identidad islámica.
Según fuentes oficiales, la población de Turquía es musulmana en un 99%. La población armenia de las provincias orientales disminuyó drásticamente -en circunstancias que hoy siguen siendo controvertidas- durante la II Guerra Mundial. En 1923, el año de la declaración de la República, la mayoría de la población griega ortodoxa de Anatolia fue intercambiada por musulmanes griegos. Las minorías cristiana y judía que permanecieron fueron haciéndose más escasas a través de la emigración a partir de la década de 1950, mientras que los musulmanes de los Balcanes se han vuelto a establecer de vez en cuando en el antiguo corazón del imperio otomano.

Una pequeña proporción de las 77.000 mezquitas de Turquía son de piedra antigua y pizarra. Hay incluso una mezquita subterránea en la mayor estación de metro de Ankara. Pero es difícil calibrar el alcance de la fe y la práctica religiosa. En la calle principal que cruza Fatih, el tráfico sigue ajetreado, los oficinistas almuerzan en las cafeterías y las tiendas permanecen abiertas. Una o dos tiendas tienen en sus escaparates los relucientes trajes blancos con fajines, cuellos de falsa piel, tachuelas doradas y purpurina plateada que han de llevar los chicos el día de su circuncisión. Otras venden ropas tesittür, ligeras chaquetas tres cuartos, por ejemplo, que se llevan con faldas largas o pantalones, y van a juego con pañuelos para la cabeza de vivos colores que se anudan al cuello. Pero al lado hay escaparates llenos de blusas con escote, vestidos de novia y ropa interior.

El sentimiento religioso crece durante el mes sagrado del Ramadán, cuando una mayoría de la población adulta parece ayunar del amanecer hasta el ocaso. Los servicios religiosos de los días de fiesta son retransmitidos por televisión. En la Fiesta de los Sacrificios (Kurban Bayrami o Eid el Adha), se sacrifican millones de corderos y de otras piezas de ganado, a menudo públicamente, al borde de las carreteras, causando grandes sufrimientos a los animales y numerosos accidentes entre sus poco experimentados carniceros. Este año, se afirma que 300.000 personas han solicitado hacer el hajj a La Meca, cuatro veces más que el contingente asignado a Turquía. Los peregrinos afortunados serán elegidos por sorteo.

Ataturk fue el sucesor de una larga tradición de pensamiento militar modernizador, que deploraba la irracionalidad de las estructuras políticas y sociales del Imperio y se sentía molesto por la influencia de los clérigos. La abolición del califato en 1924 fue seguida de una serie de medidas posteriores encaminadas a secularizar el Estado y la sociedad. Se introdujo un sistema educativo nacional y laico, y se cerraron las escuelas y los tribunales religiosos. Las sectas y las órdenes religiosas fueron disueltas. Un departamento de la oficina del primer ministro se encargó del mantenimiento de las mezquitas y de la contratación de pastores y predicadores. El Estado reconocía sólo los matrimonios civiles. Se ilegalizó el fez, y más tarde se prohibió vestir en público los atuendos que representasen autoridad religiosa. Se exigía vestimenta secular (occidental) en los centros educativos y en los servicios públicos.

La misión secularizadora del Estado pronto decayó, especialmente tras la llegada de la política multipartidista desarrollada después de la II Guerra Mundial. El Partido Demócrata, conservador y de base rural, reinstauró la llamada arábica a la oración, al tiempo que cerraba los Institutos de Aldea y las Casas del Pueblo, dos instituciones modernizadoras. La mala Administración y el autoritarismo del PD dio pie al golpe militar de 1960, que condujo al ahorcamiento del primer ministro Adnan Menderes y a dos de sus ministros, y luego a la restauración de la democracia bajo una nueva Constitución liberal. La modernización social pareció reanudarse en los años sesenta y setenta con ayuda del crecimiento económico, la urbanización y las tendencias internacionales. Pero al mismo tiempo, el presupuesto para asuntos religiosos aumentó (este año asciende a 700 millones de euros), y se construían cada vez más mezquitas y escuelas imam hatip. Diseñadas para formar a jóvenes para la profesión religiosa, estas escuelas religiosas del Estado estaban destinadas a proporcionar reclutas para los movimientos islamistas que tan atractivos resultarían entre los pobres urbanos desorientados a partir de los años ochenta.

Mientras, varias sectas y congregaciones religiosas emergieron o renacieron -tales como las hermandades Naksibendi y Suleymanci- estableciendo vínculos con partidos políticos. Necmettin Erbakan creó su primer partido islámico de masas. Después del golpe de 1980, en un momento en el que Occidente consideraba el islamismo como un antídoto del comunismo, la formación religiosa se hizo obligatoria en la educación primaria. A partir de entonces, los partidos conservadores siguieron dominando la vida política. Grandes parcelas de la Administración de la República laica empezaron a estar ocupadas por conservadores y por miembros de amplias redes religiosas. Esta tendencia continúa con el actual Gobierno semiislamista del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP).

Además de los partidos políticos, una significativa minoría de los periódicos, cadenas de televisión, sindicatos, empresas, organizaciones empresariales, fundaciones educativas y asociaciones de todo tipo son de carácter musulmán-conservador. Unas pocas son abiertamente radicales. Los desórdenes de los años setenta, la revolución iraní y los acontecimientos en Bosnia y Afganistán contribuyeron al estallido de la violencia islamista. En 1986, 22 personas resultaron muertas en un tiroteo producido en una redada contra una sinagoga en Estambul. A esto siguieron los asesinatos de relevantes escritores e intelectuales laicos y la toma de rehenes por parte de militantes pro-chechenos. A principios de los noventa, la llamada organización Hizbullah, que tiene sus raíces en el sureste de Turquía, asesinó a cientos de nacionalistas kurdos y a más gente, se dice que con la complicidad de las autoridades, antes de volverse contra algunos de sus propios simpatizantes y asesinar al jefe de policía de Diyarbakir en una emboscada en el centro de la ciudad en 2001.

La religión es un importante punto de referencia para las grandes comunidades de trabajadores turcos que crecieron en Alemania y en otros países de Europa Occidental a partir de los años sesenta. En la década de 1990, muchos miembros de estas comunidades confiaron sus ahorros a las llamadas «carteras de valores islámicas», que aseguraban estar invirtiendo en Turquía y ofrecían pagar grandes dividendos «sin intereses». Según el reciente informe de un comité de investigación parlamentario, se «evaporaron» unos 10.000 millones de euros de esta manera. Parte de esta cantidad pudo traerse a Turquía en maletas, para financiar actividades islamistas. El movimiento Visión Nacional de Erbakan está bien organizado en Europa. Alemania extraditó por fin al disidente Metin Kaplan, cuyo objetivo es resucitar el califato, y que fue devuelto a Turquía el pasado octubre. En junio fue condenado a cadena perpetua en conexión con una presunta trama para atentar con aviones kamikaze contra el Mausoleo de Ataturk en Ankara durante las celebraciones del Día de la República en 1998.

Una figura más influyente y controvertida es Fetthullah Gulen, de 64 años, actual líder de la secta Nurcu e inspirador -aunque no dueño oficial- de periódicos, cadenas de televisión y colegios privados en Turquía y Asia Central. Los sermones de Gulen se venden abundantemente, junto con otros materiales religiosos, por fuera de las mezquitas y en las estaciones de autobús de las ciudades. Abandonó Turquía en 1999 tras la emisión de una cinta de vídeo en la que se le veía aconsejar a sus seguidores cómo infiltrarse en el Estado pasando desapercibidos. Ahora reside en EE UU.

El islam político es un fenómeno mayoritariamente suní. Hay millones de ciudadanos Alevi y Bektasi, principalmente en Anatolia Central y Oriental y en las grandes ciudades. Los Alevi se definen a sí mismos como seguidores del profeta Alí. Se reúnen en cemevis en lugar de rezar en mezquitas. Tienen sus propios lugares sagrados, sus propios ayunos, su propia música religiosa, sus imágenes y sus ceremonias. Las mujeres participan de pleno derecho en estas ceremonias y no suelen cubrirse la cabeza. Los portavoces de las organizaciones Alevi critican a menudo el apoyo exclusivo que el Estado otorga al islam suní. No son infrecuentes los prejuicios contra los Alevi, y han sufrido ataques por parte de grupos en varias ocasiones; el incidente más reciente ocurrió en Sivas en 1993, cuando 37 de ellos murieron al ser incendiado el hotel en el que se hospedaban. Por estas razones, los Alevi están en contra de la presencia de la religión en política.

El festival anual de Hacibektas, que tiene lugar en Capadocia a mediados de agosto, combina acontecimientos religiosos con conciertos y espectáculos laicos al aire libre, y cuenta con frecuencia con la asistencia del líder del principal partido político laico, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), fundado por el propio Ataturk. La ciudad recibe el nombre del legendario fundador de la orden Bektasi, el misionero y místico Haci Bektas-i Veli. Uno de los hombres sagrados cuyos restos yacen en el monasterio utilizado durante siglos por la comunidad Bektasi -que hoy alberga un museo- es el último rector del monasterio, Cemalettin Celebi. El monasterio no se salvó del cierre, aunque el propio Celebi fue presidente del Parlamento republicano en su primera reunión en Ankara en 1920. Los derviches danzantes de la cercana Konya, cuya ceremonia cercana al trance se escenifica cada vez más a menudo para entretener a grupos de turistas, pertenecen a una orden suní.

Si la religión resulta difícil de ignorar, también lo es ignorar a las Fuerzas Armadas. El Ejército turco disfruta de unos privilegios con los que los ejércitos de muchos otros países ahora sólo pueden soñar. Gracias al servicio militar obligatorio de 15 meses, hay en cualquier momento dado casi 800.000 hombres en sus filas, si incluimos a la gendarmería y a los guardacostas. A través de la gendarmería, responsable de vigilar las zonas rurales, las fuerzas armadas juegan un papel directo tanto en la seguridad interna como en la externa. Ocupan grandes extensiones de terreno en las grandes ciudades y en sus alrededores. Desde principios de los años sesenta, los miembros de las Fuerzas Armadas han adquirido una participación en la economía a través del Fondo de Solidaridad del Ejército, una especie de fondo de pensiones que es dueño de bancos y de plantas de cemento y que participa en la propiedad de la factoría Renault en Turquía. Se dice que sus salarios y pensiones son relativamente altos en relación con los de los funcionarios civiles. Los mandos disfrutan de comidas subvencionadas, se entretienen en clubes para oficiales y viven en casas subvencionadas en cuarteles militares y en campamentos de verano. Pueden también tener chóferes y otro tipo de servicio a su disposición.

En sus propios institutos militares, los oficiales se empapan no sólo del amor a la obediencia y a la disciplina característico de todas las Fuerzas Armadas, sino también del fuerte sentido de su propia historia heroica, y de un punto de vista republicano, nacionalista y laico. Su influencia sobre las normas sociales es considerable. En televisión se emiten programas sobre las Fuerzas Armadas y en los colegios se da clase de seguridad nacional. El entrenamiento de los reclutas es un proceso de socialización que puede incluir clases de comportamiento cívico y de control de la natalidad, además de habilidades vocacionales y uso de armas de fuego.

Las Fuerzas Armadas tienen también una influencia directa en la política nacional. En su papel de garante de las instituciones y reformas republicanas, y de la seguridad interior y exterior, han dado tres golpes de Estado, y de sus filas han salido varios de los presidentes de Turquía. Después del golpe de 1980, su papel quedó consagrado en la nueva Constitución, que estableció un Consejo de Seguridad Nacional /CSN formado por líderes civiles y militares. En febrero de 1997, las Fuerzas Armadas reaparecieron como un fuerza republicana y secularizadora en una reunión del CSN que allanó el camino para el derrocamiento del Gobierno dirigido por Erbakan y formado el año anterior. La reunión terminó con lo que prácticamente era un ultimátum, exigiendo que el Gobierno cortara y controlara todo tipo de actividad fundamentalista en el Estado y en la sociedad, que impusiera reglas en el vestir y que elevara el nivel mínimo de la educación primaria de cinco a ocho cursos para impedir que los niños de 11 a 14 años fueran a clase de Corán a tiempo completo.

La influencia de las Fuerzas Armadas parece haber disminuido. En 2003, se redujo el tamaño y el presupuesto del CSN, y pasó de ser una unidad administrativa a un organismo consultor. Aumentó el número de sus miembros para que los civiles tuvieran más presencia que los comandantes militares. Se permitió el nombramiento de un secretario general civil. El Ejército ha aceptado que sus finanzas sean analizadas con mayor detenimiento como parte de una serie de medidas para mejorar la responsabilidad y la transparencia financiera de las cuentas públicas. El hecho de que se haya permitido que el ex comandante de marina Ilhami Redil vaya a juicio por un caso de corrupción de 100.000 euros, es un paso sin precedentes.

Las razones de este vuelco son evidentes. El Gobierno confesional del Partido de la Justicia y el Desarrollo, que llegó al poder en 2002, disfrutaba de una mayoría en el Parlamento mucho mayor que la de Erbakan. Por otro lado, estaba presionando para iniciar conversaciones sobre el ingreso en la Unión Europea, que llevarían a una reducción de la influencia del Ejército en la política. Las Fuerzas Armadas -o al menos sus sectores más moderados, representados por el actual jefe del Estado Mayor Hilmi Ozkok- no podían dejarse ver en el papel de bloquear los pasos hacia el ingreso en la UE, un objetivo largamente acariciado por los occidentalistas y los modernizadores de Turquía. Mientras, Erdogan se ha resistido a tomar ninguna medida en los terrenos elegidos como causas por los islamistas, como permitir que las alumnas lleven velo en las clases o alterar el sistema de entrada a las universidades para beneficiar a los graduados de escuelas imam hatip.

Según la catedrática Umit Cizre, de la Universidad de Bilkent, el Ejército sigue protegiendo sus posiciones y ejerciendo su influencia política, adaptándose a los cambios cuando le es necesario. Cizre sostiene que las Fuerzas Armadas cada vez actúan más como un partido político, cuyos oficiales de mayor rango ejercen como líderes reconocidos y portavoces, con un conjunto de simpatizantes, nacionalistas y laicos, como electorado. Han construido un bloque con el presidente Sezer, con las autoridades judiciales y con muchas de las universidades, y han tejido una red de apoyo formada por organizaciones no gubernamentales. Sus variadas actividades sociales son parecidas a las de las organizaciones juveniles de los partidos políticos. Las Fuerzas Armadas son capaces de mantener sus primeros puestos en las encuestas de opinión del país como la institución en la que más confían los ciudadanos.

  • 4 de octubre de 2005 12:08, por jacetana

    Religión + ejército. Unión Europea + OTAN. Menudo panorama tiene la población turca en los inicios del siglo XXI. Buena faena les espera a nuestr@s colegas insumis@s de allí. Mientras, aquí, a lo que nos toca: ¡Libertad Mehmet Tarhan!¡Libertad Objetores de Conciencia e Insumis@s!

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