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«...invadimos Iraq, ¿qué podíamos esperar?»

Las bombas de Londres y los media (John Pilger)

Las bombas de Londres y los media (John Pilger)

ZNet en Español

  • Título original: Truth Struggling
  • Autor: John Pilger
  • Origen: ZNet Sustainers; Jueves 21 de Julio, 2005
  • Traducido por Eva Calleja y revisado por Maria Fernández


La Lucha de la Verdad

Por John Pilger

En la cobertura informativa de las bombas de Londres, una verdad ha luchado por salir a la luz. Con algunas excepciones honorables, se ha mencionado con cautela, como disculpándose. En alguna ocasión, un miembro del público ha roto el silencio, como aquél londinense que interrumpió a un presentador de la CNN en plena perogrullada, diciendo ante la cámara “Irak. Nosotros invadimos Irak, ¿que podíamos esperar? ¡Venga! ¡Dilo!”.

El diputado escocés Alex Salmond intentó decirlo en radio BBC, lo cual le valió el reproche de que sus palabras eran “de muy mal gusto...antes de que los muertos estén siquiera enterrados”. Un presentador de televisión de la BBC sermoneó al diputado del Respect Party, George Galloway diciéndole que estaba siendo “insensible”. El alcalde de Londres Ken Livingstone, dijo algo completamente opuesto a sus anteriores declaraciones, en las que opinaba que la invasión de Irak podría venir a las calles de Londres. A excepción de Galloway, ningún diputado supuestamente contrario a la guerra habló alto y en un inglés claro e inequívoco. Se permitió que los señores de la guerra fijaran los límites del debate público. Uno de los más idiotas, en el diario The Guardian, llamó a Blair “El principal hombre de estado del mundo”.

Y sin embargo, como el hombre que interrumpió a la CNN, la gente entiende y conoce los por qués, al igual que la mayoría de los británicos se opone a la guerra y sabe que Blair miente. Esto asusta a la élite política británica. En una gran fiesta de los medios a la que acudí, muchos de los invitados importantes nombraban a “Irak” y a “Blair” como una especie de catarsis por lo que no se atreven a decir profesionalmente y en público.

Las bombas del 7 de julio fueron las bombas de Blair.

Blair trajo a este país su aventura ilegal, sangrienta y no provocada en Oriente Medio. Si no hubiese sido por su épica irresponsabilidad, los londinenses que fallecieron en el metro y en el autobús nº 30, casi con toda certeza, estarían vivos hoy. Esto es lo que Livingstone debería haber dicho. Parafraseando quizás la única pregunta difícil que se le hizo a Blair en la víspera de la invasión, ahora con toda seguridad y más allá de cualquier duda, este hombre no está capacitado para ser primer ministro.

¿Cuántas pruebas más se necesitan? Antes de la invasión, el Comité Mixto de Inteligencia avisó a Blair de que “con mucha diferencia, la mayor amenaza terrorista” contra este país se vería “incrementada por una intervención militar en Irak”. También le avisó el 79% de los londinenses que, según la encuesta YouGov de febrero de 2003, creían que un ataque británico a Irak “haría mucho más probable un ataque terrorista en Londres”. Hace un mes, se filtró un informe clasificado de la CIA que revelaba que la invasión había convertido a Irak en un foco de terrorismo. Antes de la invasión, decía la CIA, Irak “no exportaba terroristas a sus vecinos” porque Saddam Hussein era “implacablemente hostil a Al Qaeda”.

Ahora, un informe de la organización Chatham House, un comité asesor dentro del estado británico, publicado el 18 de julio, podría provocar el toque de gracia a Blair. En él se dice que no hay “ninguna duda” de que la invasión de Irak ha “estimulado a la red de Al-Qaeda” en cuanto a “propaganda, reclutamiento y recaudación” mientras proporciona a los terroristas un entorno ideal para la identificación de objetivos y entrenamiento. “Ir de pasajero en la moto de un aliado poderoso” ha costado vidas iraquíes, norteamericanas y británicas. El académico de derechas Paul Wilkinson, una de las voces del poder occidental, fue el autor principal. Leamos entre líneas y entenderemos que el primer ministro es ahora un impedimento. Aquellos que gobiernan este país saben que ha cometido un gran crimen; se ha establecido la conexión.

El mantra protector de Blair es que ya había terrorismo mucho antes de la invasión, notablemente el 11 de septiembre. Cualquiera que conociera la dolorosa historia de Oriente Medio no se habría sorprendido del 11 de septiembre o de las bombas de Madrid o Londres, quizás sólo de que no hubieran sucedido antes. Llevo 35 años informando sobre la región y, si pudiese describir en una palabra los sentimientos de millones de árabes y musulmanes, usaría la palabra “humillados”. Cuando parecía que Egipto iba a recuperar los territorios capturados en la guerra con Israel de 1973, me uní a la celebración multitudinaria en las calles de El Cairo: parecía como si el peso de la historia de humillación se hubiese desvanecido. Con típico dramatismo egipcio, un hombre me dijo “Antes recogíamos las pelotas de cricket en los clubs británicos. Ahora somos libres”.

Por supuesto, no eran libres. Los norteamericanos volvieron a abastecer al ejército israelí y los egipcios casi lo pierden todo otra vez. En Palestina, la humillación de un pueblo cautivo es una política israelí. ¿Cuantos bebés palestinos habrán muerto en los puestos de control israelíes, después de que sus madres, sangrando y gritando en un parto prematuro, se han visto forzadas a parir en la cuneta, al lado del puesto de control, con las luces del hospital en la distancia? ¿Cuántos ancianos se han visto forzados a hacer la reverencia a los jóvenes reclutas israelíes? ¿Cuántas familias han sido despedazadas por los F-16 suministrados por los norteamericanos con piezas británicas? La gravedad de las bombas de Londres, decía un comentarista de la BBC, “se puede medir por el hecho de que marca el primer ataque suicida en Gran Bretaña” ¿Y qué pasa con Irak? En Irak no hubo ataques suicidas hasta que Blair y Bush lo invadieron. ¿Qué pasa con Palestina? En Palestina no hubo ataques suicidas hasta que llegó al poder Ariel Sharon, un conocido criminal de guerra patrocinado por Bush y Blair. En la “guerra” del Golfo de 1991, las fuerzas norteamericanas y británicas dejaron más de 200.000 iraquíes muertos y heridos y la infraestructura del país en “un estado apocalíptico”, según la ONU. El posterior embargo, diseñado y promovido por los fanáticos de Washington y Whitehall, no era muy diferente a un asedio medieval. Denis Halliday, un oficial de las Naciones Unidas designado para administrar las mínimas raciones de comida, lo llamó “genocidio”.

He sido testigo de las consecuencias: extensiones del sur de Irak contaminadas con uranio empobrecido y bombas racimo esperando a explotar. He visto niños moribundos, unos pocos del medio millón cuyas muertes ha atribuido UNICEF al embargo - muertes de las que la Secretaria de Estado de EE.UU. Madeline Albright dijo que “merecían la pena”. En occidente no se ha dicho casi nada sobre esto. Por todo el mundo musulmán el rencor era como una presencia, cuyo contagio alcanzó a muchos musulmanes nacidos en Gran Bretaña.

En 2001, como revancha por la muerte de 3.000 personas en las Torres Gemelas, más de 20.000 musulmanes murieron en la invasión anglo-americana de Afganistán. Jonathan Steele lo reveló en el diario Guardian de Londres y, que yo sepa, no era ninguna noticia. El ataque a Irak fue el punto sin retorno, que hacía de las represalias contra Madrid y Londres actos completamente predecibles: el último, “en respuesta a las masacres cometidas por los británicos en Irak y Afganistán...”, como reivindicaba un grupo llamado la Organización por Al-Qaeda en Europa. No sé si la reivindicación era genuina o no, pero la razón sí que lo era. Bush y Blair querían una guerra “contra el terror” y la han conseguido. Lo que se omite del debate público es que su terrorismo de estado hace que el de Al-Qaeda parezca minúsculo en comparación. Más de 100.000 hombres, mujeres y niños iraquíes han perdido la vida, y no debido a ataques suicidas, sino a manos de la “coalición” anglo-americana, dice un estudio publicado en la revista médica The Lancet, y ampliamente ignorado. En su poema “Desde Irak”, Michael Rosen escribió: Nosotros somos los desaparecidos, nosotros somos los incontados, tú no ves las casas que construimos, nosotros no somos siquiera la letra pequeña, o la frase entre paréntesis.... porqué vivíamos lejos de ti, porque tienes las cámaras apuntando al otro lado...

Imaginen por un momento que están en la ciudad iraquí de Faluya, un estado policial norteamericano, como un gran gueto sitiado. Desde abril del año pasado, los hospitales han estado sujetos a una política norteamericana de castigo colectivo. El ejército de EE.UU ha atacado a los empleados, ha disparado contra los médicos, ha bloqueado los medicamentos de emergencia, ha asesinado a niños delante de sus familias. Ahora imaginen que se impone el mismo régimen en los hospitales de Londres que recibieron a las victimas de las bombas. ¿Cuándo habrá alguien que haga esta comparación en una de las “conferencias de prensa” de Blair, en las que se le permite hacer emotivas declaraciones ante las cámaras de cómo “nuestros valores prevalecerán frente a los suyos”? El silencio no es periodismo. En Faluya conocen demasiado bien “nuestros valores”. ¿Y cuando invitarán al servil Bob Geldof a explicar por qué la cortina de humo de su héroe Blair sobre la “cancelación de la deuda” suma menos que el dinero que el gobierno de Blair gasta en una semana atacando a Irak?

La excesiva expresión de angustia de tipo “¿a dónde vas, alma islámica?” es otra distracción. La Cristiandad deja al Islam por muerto como asesino industrial. La causa del terrorismo actual ni es religiosa ni se debe a un sentimiento de odio hacia “nuestra forma de vida”. Es un asunto político y requiere una solución política. Son la injusticia y los dobles criterios los que siembran las quejas más profundas. Esta, junto con la culpabilidad de nuestros lideres y las “cámaras que apuntan hacia otro lado” es la causa principal.

El 19 de julio, mientras la directiva de la BBC estaba celebrando su reunión anual en el Centro de Televisión, un inspirado grupo de realizadores de documentales se reunió fuera, junto a la puerta principal, y realizó una serie reportajes informativos de los que no se ven en televisión. Por medio de actores que representaban a reporteros famosos haciendo sus piezas típicas ante la cámara, se informaba acerca de los ataques a la población civil de Irak, la aplicación de los Principios de Nuremberg a este país, la modificación ilegal de las leyes iraquíes por parte de EE.UU. y el robo de sus recursos a través de la privatización, sin olvidar la tortura y humillación diarias a las que se ve sometida la población y el fracaso en la protección del patrimonio arqueológico y cultural de Irak.

Blair está usando las bombas de Londres para reducir aun más nuestros derechos y los de los demás, como Bush hizo en EE.UU. Su objetivo no es la seguridad, sino un mayor control. La memoria de sus víctimas en Irak, Afganistán, Palestina y otros lugares exige que surja de nuevo nuestra indignación. Las tropas deben volver a casa. Sólo así pagaremos la deuda que tenemos con los que murieron y sufrieron sin ninguna necesidad en Londres el pasado 7 de julio, y con aquéllos cuyas vidas se verán marcadas si continúa esta farsa.





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