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El gasoducto que cambiará la geopolítica de Europa

El gasoducto que cambiará la geopolítica de Europa

Alfredo Jalife-Rahme
(www.lajornada.com.mx)

NO SON LOS MEJORES tiempos del acorralado y perturbado Baby Bush. A sus
graves problemas domésticos se sumó el nuevo posicionamiento
geoestratégico de Rusia como la primera potencia en el espacio al haber
probado por sexta vez y en forma exitosa el misil balístico
intercontinental RS-M Topol-M (conocido en la clasificación de la OTAN
como el SSX-27) y que "somete (sic) el proyecto de defensa en el espacio
de Estados Unidos a un costo de 50 mil millones de dólares" (Pravda, 2
de noviembre).

DE UN PLUMAZO, el sistema balístico ruso Topol-M, de "trayectoria
impredecible que lo hace inmune (sic) a la destrucción" (incluyendo los
impactos electromagnéticos), acabó con el sueño defensivo estadunidense
y su dispendioso costo del sistema misilístico defensivo, como lo había
predicho Scott Ritter, anterior inspector estadunidense en Rusia y en
Irak («Rudo despertar», The Christian Science Monitor, 4 de enero de
2005). El excelso inspector estadunidense Ritter, quien exhibió las
supercherías de la dupla Bush-Cheney en Irak, se merece ya un Premio
Nobel de la Paz o, mínimamente, el Premio a la Veracidad que debe ser
instalado en medio de tanta desinformación de los multimedia
anglosajones (el penúltimo poder que les queda), que tienen obnubilado
al mundo con sus mentiras y engaños.

LA GEOPOLITICA EUROPEA cambió dramáticamente el pasado 8 de septiembre
en Berlín, con la firma de un acuerdo histórico para la construcción del
gasoducto del siglo, entre el presidente ruso Vladimir Putin y el
canciller alemán Gerhard Schroeder.

AL PERIODICO BRITANICO The Guardian (8 de septiembre de 2005) no se le
escapó el alcance geoestratégico del gasoducto del mar Báltico, que
«alterará la geopolítica de Europa del norte».

DIAS ANTES A la celebración de las elecciones alemanas, que acabaron en
un empate, el zar ruso Vladimir Putin firmó la futura construcción de un
gasoducto en el mar Báltico, que conecta a Rusia directamente con
Alemania y evita el obstáculo terrestre de las repúblicas bálticas y
Polonia, que se han vuelto insolentemente irreverentes frente a sus dos
poderosos vecinos (Moscú y Berlín) al ser azuzadas por el gobierno
bushiano, que no les puede dar nada salvo espejismos.

LAS TONTERIAS EN geopolítica suelen ser muy costosas, y hoy las
repúblicas bálticas y Polonia, que quizá tengan razón en la mayoría de
la exposición de sus traumas pasados, llevaron demasiado lejos sus
querellas atávicas con Moscú, que prefirió emplear las ventajas
estratégicas que le confiere ser el país más grande del mundo para
vincular su producción gasera con Alemania directamente por la vía
marítima, lo cual trastocará por un buen periodo (el tiempo que dure el
dominio del gas ruso y la dependencia energética de Europa del norte) la
geopolítica europea.

EN EFECTO, EL gasoducto tendrá una extensión de mil 200 kilómetros desde
la ciudad de Vyoborg, al noroeste de Rusia, hasta la ciudad de
Greifswald, al noreste de Alemania, cuya construcción empezará este
otoño con el fin de entrar en funciones en los próximos cinco años, con
una capacidad anual de 27.5 miles de millones de metros cúbicos.
Incluso, un segundo gasoducto en estudio puede duplicar su capacidad; el
costo de ambos gasoductos será de 4 mil millones de euros. En su primera
etapa será financiado por Gazprom, la principal gasera del planeta (que
equivale a las nueve empresas gaseras que le siguen en la extracción,
incluidas las anglosajonas) con las alemanas BASF y E.ON. Por primera
vez Alemania tendrá acceso a los campos rusos que abastecen al gasoducto
y será un centro de distribución para alimentar al resto de Europa
occidental con gas ruso.

SERIA MUY SIMPLISTA concebir al gasoducto del siglo como un mero
proyecto económico que de facto resguarda una alianza política entre
Rusia y Alemania. Vytautas Landsbergis, miembro lituano del Parlamento
Europeo, señaló correctamente que la nueva alianza ruso-germana tiene el
propósito de «cambiar el mapa político de Europa». ¿Hasta ahora se dio
cuenta? Quizá el diputado lituano no exagere cuando alerta que el
gasoducto dejaría a los países bálticos y a Polonia "a la merced de
Rusia"; le faltó agregar Alemania.

EL PRESIDENTE SALIENTE de Polonia, Alexander Kwasniewski, quien en forma
inmadura trae pleito comprado con Rusia, describió el gasoducto
ruso-germano como la «versión gasera» del «pacto Molotov-Ribbentrop»
(léase: la alianza efímera entre Stalin y Hitler): "con el apoyo de
Alemania, Rusia puede dominar amplios territorios y dividirlos como le
plazca". Cuando un país admirable y con un doloroso pasado geopolítico
como Polonia se querella de nuevo con sus dos poderosos vecinos,
significa que algo anda mal en la brújula del poder en Varsovia, que
apostó su suerte a las falsas promesas del septuagenario Donald
Rumsfeld, polémico secretario del Pentágono, quien se burló de la "vieja
Europa", que ahora le cobra muy caro sus insultos.

EN LA FASE del «fin de la era del petróleo», un gasoducto puede
trastocar la historia de las naciones. Pero no solamente saldrán
seriamente afectados los diminutos países bálticos muy envalentonados y
Polonia, sino también Ucrania (donde la «democracia» de la "revolución
naranja" hace agua), quienes cesarán de percibir jugosos dividendos por
el tránsito en su suelo. Solamente Ucrania descuelga 20 por ciento del
importe del valor del petróleo y gas de Rusia: 13 por ciento por
tránsito y 7 por ciento de gasto por «mantenimiento de la presión» del
gasoducto. Más que Europa del este, la gran derrotada es la política
bushiana, que sucumbe con su inventada «nueva Europa» ante la "vieja
Europa".

COMO MUY BIEN expresa Igor Tomberg (RIA Novosti, 5 de noviembre), "Rusia
volteó la mesa". Más importante aún: Tomberg apunta el aserto descarnado
del ministro de Energía británico Malcolm Wicks durante su visita a
Moscú de que el "abastecimiento de energía a Europa en las próximas
décadas dependerá de las relaciones con Rusia", confesión proferida
justamente después del trascendental acuerdo ruso-germano. Gran Bretaña
no tiene amigos sino sólo intereses, como muy bien definió Palmerston, y
su ministro de Energía se desvivió para acentuar la "cooperación
energética" que entablará con Rusia, que abastece 50 por ciento del gas
europeo.

LLAMO PODEROSAMENTE la atención que en forma inteligente el gasoducto
ruso-germano incorpore a Finlandia, a los países escandinavos, así como
a Holanda y Gran Bretaña (estas dos, propietarias de BP y Royal
Dutch-Shell, dos de las cuatro principales petroleras anglosajonas del
mundo), lo que aporta mayor crédito a la tesis del «pico del petróleo»
(agotamiento del petróleo convencional), en particular en el Mar del
Norte, al borde de la extinción petrolera.

STRATFOR (3 DE NOVIEMBRE), centro de pensamiento israelí-texano
vinculado a la plutocracia petrolera anglosajona, da por hecho que el
proyecto del gasoducto noreuropeo «avanzará» debido al sentido de
«seguridad energética» y atraerá no solamente a Alemania sino también a
«otras naciones europeas occidentales». En su visita a Holanda el pasado
2 de noviembre, Putin recibió ofertas de las principales empresas
energéticas holandesas (Shell y N.V. Nederlandse Gasunie) para
"participar en el consorcio y profundizar la cooperación energética con
Gazprom". El gasoducto ruso-germano se expandiría así hasta Holanda, en
cooperación con Gazprom y BASF. Los bancos holandeses ABN Amro e ING
financiarían parte de los proyectos relacionados con el gasoducto
germano-ruso. Hasta la empresa italiana ENI se ha subido al proyecto, y
parece ser la más entusiasta.

A JUICIO DE Stratfor, el gasoducto es «imparable» cuando el régimen
bushiano pasa por severas perturbaciones internas y externas: el "deseo
casi universal de las naciones de Europa occidental de participar de
alguna forma en el proyecto del gasoducto noreuropeo y recibir más gas
de Rusia está dictado por sus intereses nacionales, principalmente la
búsqueda de seguridad energética. Cuando las reservas energéticas del
mar del Norte se secan (sic) en forma gradual y con las graves
preocupaciones sobre la seguridad del abastecimiento energético de los
países volátiles (sic) musulmanes (sic) del sur al este, Europa
occidental ve (sic) a Rusia como única esperanza real para asegurar la
entrega energética en las próximas décadas". ¿Se volvió Gran Bretaña
dependiente del abasto energético ruso? ¡Qué vueltas da la vida,
Mariana!

LAS IMPLICACIONES Y complicaciones geoestratégicas del gasoducto
ruso-germano son enormes.

CAUSA HILARIDAD Stratfor al referir que la «volatilidad» provenga de los
«musulmanes» y no del torturador unilateralismo bushiano, el hacedor del
caos global. Según Stratfor, la oposición en bloque de los países
bálticos fue abandonada y solamente queda «aislada Polonia», por cierto,
librada a las fauces de las fieras geopolíticas por la dupla anglosajona
de Bush-Blair, en la que apostó fatalmente. Hasta cierto punto porque el
presidente Jacques Chirac puede rescatar todavía a Polonia (que puede
equilibrar la situación gracias al triunfo presidencial del «gaullista»
Lech Kaczynski, muy cercano a Francia, la tercera aliada del eje
Rusia-Alemania) para encaminarla en el sendero de la sensatez
geopolítica y cesar de servir de cuña para los aviesos proyectos
anglosajones de múltiples balcanizaciones en las fronteras de Rusia y
Alemania. Antes habrá que desintoxicar a Polonia de su patológica
adicción neoliberal en la que sucumbió, para que después tanto Rusia
como Alemania puedan ser generosas en recibir al hijo pródigo en su seno
energético, donde tiene mayor futuro que en el espejismo anglosajón en
franca decadencia global. Decir que hasta la revista The Economist (4 de
noviembre), vocero del neoliberalismo financiero global, no tiene más
remedio que aceptar que el «mundo está cansado de la globalización»,
como si fuera una gran novedad.

  • 23 de noviembre de 2005 19:00, por Vujosevich Carlos

    Me parece muy atinada la publicaciòn. En verdad quisiera tener màs contacto con los editores y con el grupo de Insumissia.

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