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Rebelión

Las armas del colonialismo siguen matando

Las armas del colonialismo siguen matando

Aziri M.
Rebelión
Traducido por Caty R.

La tarea es titánica, hercúlea. El trabajo de toda una vida, se podría decir. Hasta abril de 2012, plazo fijado por el Tratado de Ottawa para la prohibición de las minas antipersonas, el ejército argelino tiene mucho que hacer en los campos minados, siniestro legado del ejército francés.
El programa es neutralizar más de 3 millones de minas terrestres, potencialmente peligrosas, y descontaminar unos 1.500 kilómetros de franja fronteriza minada. Sólo son estimaciones, los investigadores no se ponen de acuerdo sobre la cantidad real de minas esparcidas a lo largo de las fronteras (líneas de Challe y Morice). De los 11 millones de minas (cifra oficial) que se utilizaron para aislar a Argelia de sus vecinos directos durante la revolución, el ANP (Ejército Nacional Popular, N. de T.) ha erradicado 8 millones desde la independencia. Las operaciones de limpieza, suspendidas a finales de los 80, no se reanudaron hasta 2004 a un ritmo regular. A la vista del número cada vez más elevado de víctimas: 8 muertos y 7 heridos desde primeros de año, según el ministerio de Solidaridad nacional, estas operaciones se han incluido en una misión de «salud pública». Trabajando a menudo en condiciones extremas, sin ayuda internacional ni grandes medios, las unidades especializadas del ejército avanzan por los terrenos minados a paso de tortuga, provistas del encomiable compromiso de resanar las fronteras del país, infestadas de artefactos de la muerte.

En Djebel Asfour, al oeste de Tlemcen, por su proximidad inmediata con Marruecos, los montes de Asfour, que culminan a más de 1.500 metros de altitud, hasta hace poco brindaban a los terroristas del GIA una zona perfecta de repliegue. La ciudad marroquí de Oujda está a tiro de piedra. La región no es precisamente la más segura en la actualidad. Hace algunas horas que dejamos Tlemcen en compañía de los oficiales designados por la jefatura del sector operacional, que nos han traído al terreno de operaciones del 14 regimiento de ingeniería de combate (RGC). La tortuosa y sombría carretera número 99, que lleva de la antigua meca de los contrabandistas, Zouia, a Asfour, actualmente sólo es frecuentada por los «hellaba», una nueva raza de traficantes dedicados en cuerpo y alma al contrabando de combustible en dirección al país vecino. Ni las barreras fijas de los guardafronteras ni los aduaneros parecen capaces de detener la fuerte hemorragia. Cantidades «industriales» de combustible se filtran por la frontera diariamente para ser revendidas a tarifas diez veces más caras en Marruecos. Pero ese no es nuestro asunto. Volvamos a los campos de minas. Los de las líneas fronterizas de Challe y Morice en el oeste del país. Estas dos impresionantes líneas se construyeron en un tiempo récord.

De 1956 a 1959 la doble barrera electrificada (más de 5.000 voltios) tejida con alambre de espino y reforzada a fondo en la frontera por las franjas minadas, no consiguió sofocar la revolución en marcha. Cerrar herméticamente las fronteras para cortar cualquier apoyo exterior al ALN era el objetivo que buscaban los diseñadores del plan.

Líneas de Challe y Morice, la máquina de matar
El cuartel general del ALN, la región fronteriza del oeste desde Marsa Ben M’hidi al norte hasta Béchar al sur, en más de 750 kilómetros, se cerró tanto a los hombres como a los animales. Una auténtica máquina de matar que sólo falló por el insondable valor de los hombres decididos a vivir libres o morir. Después de 45 años de independencia los hombres del capitán Allel Mohamed Ali, del 14 RGC, encargados de limpiar de minas la franja fronteriza de Tlemcen (173 kilómetros), están manos a la obra. La recepción es calurosa a pesar del frío que congela este monte de pájaros. A algunas decenas de metros de las tierras de su Majestad, la sección de «zapadores» está en plena operación. De la alambrada de espino de antaño no quedan más que algunos residuos. Unas estacas metálicas que sobresalen del suelo veinte o treinta centímetros sirven de sencillas señales a los artificieros para situar, aproximadamente, las tres bandas minadas que bordean toda la frontera occidental.

Provistos de equipos de sondeo, detectores de minas (VMH) «freidoras», piquetas y trajes de protección (chalecos y cascos), dos jóvenes artificieros se lanzan maquinalmente, sin ninguna vacilación, a los perímetros minados. Aquí el silencio no es sólo una consigna de seguridad, es una «orden». Se instruye a los hombres para trabajar sin decir palabra. El primer artificiero indica los lugares con ayuda del detector de metales, señala y marca minuciosamente los emplazamientos de las minas y el segundo las desentierra cuidadosamente. Para disminuir el riesgo de accidentes los artificieros sólo están obligados a trabajar dos horas diarias. Ni la amenaza terrorista, siempre presente en estos montes hostiles, ni la escarpadura del relieve disuaden a los equipos de ingeniería de llevar a cabo su misión. «Avanzamos entre 100 y 150 metros al día», afirma el capitán Allel. De los 173 kilómetros de la franja fronteriza de Tlemcen se han limpiado de artefactos explosivos 80 kilómetros (desde Marsa Ben M’hidi, al norte, hasta Zouia). Según el investigador Mohamed Kentari se plantaron más de 2,2 millones de minas a lo largo de esta frontera. Todavía hay sin limpiar 90 kilómetros hasta Sidi Dilalli y Al Abed, al sur. Desde primeros de año se han «peinado» 31,5 kilómetros entre Sidi Medjahed y Zouia, donde se neutralizaron más de 7.500 minas antigrupos y 3.770 minas antipersonas. Las «presas» diarias de los artificieros se destruyen sistemáticamente por medio de potentes explosivos.

A pesar de las enormes dificultades del terreno, el oficial se declara «confiado» en cuanto al cumplimiento del plazo asignado a sus unidades para acabar todas las operaciones, es decir, abril de 2012. «Cumpliremos el plazo», asegura el capitán. Otros dos regimientos de ingenieros están comprometidos por el Estado Mayor del ANP al sur de Tlemcen, en la región de Menaa y Bechar y un cuarto reforzará próximamente el personal que ya está trabajando. Una auténtica carrera contra reloj que comenzó en noviembre de 2004, fecha de la reanudación oficial de las operaciones de limpieza de minas en la franja fronteriza. En Bechar, además de los 340 kilómetros de franja minada con los que cuenta esta wilaya (subdivisión administrativa de algunos países musulmanes, N. de T.) del suroeste, una misión de reconocimiento del ejército sacó a la luz en el mes de octubre pasado nuevos campos de minas.

Bechar, un campo de minas a las puertas de la ciudad
La zona de Ouakda, situada a 5 kilómetros de la entrada noreste de Bechar, se reveló terreno minado. Las autoridades civiles -presionadas por el ejército- prohibieron a los habitantes y a los nómadas circular por la zona en cuestión. Se instalaron paneles que avisaban de la presencia de minas antipersonas alrededor de la zona de riesgo para advertir a los que se aventuran a penetrar, sin conseguir siempre el efecto deseado. Dos adolescentes de 15 y 16 años pagaron el pecio más alto el pasado mes de octubre, destrozados por una mina antipersonas. En 2006 en Hamaguir, suroeste de Bechar, una familia de nómadas compuesta de 5 personas fue diezmada por la explosión de una mina saltarina. Para descontaminar la región de Bechar, tres secciones del 18 RGC están distribuidas al norte, a lo largo de la RN6, encerradas entre dos amplias franjas minadas de 4 metros.

Las primeras operaciones empezaron en 2004 para permitir a los obreros de la sociedad francesa TSO (Travaux du Sud-Ouest, N. de T.) trabajar sin riesgos en el proyecto de la nueva línea ferroviaria que bordea la frontera con Marruecos hacia Bechar. El teniente coronel Sebti Benchabane, que dirige las operaciones, nos explica que por algunos lugares sus artificieros tuvieron que pasar hasta tres veces para limpiar las zonas identificadas. «Pero nunca se puede estar seguro al cien por cien de que el área queda completamente limpia de minas», señala sin embargo. De ahí la necesidad de repetir continuamente todas las operaciones. En Oued Lakdar, el límite norte de Bechar a 3 kilómetros de Naama, una sección de la ingeniería militar se dedica a limpiar, centímetro a centímetro, la línea sur de la franja minada. Un trabajo de hormiga realizado en silencio absoluto. Hay más equipos manos a la obra, como el que opera en Beni Ounif, a algunos cientos de metros de Feguig, la ciudad del sureste marroquí. Es allí donde los artificieros del ejército cayeron sobre la mayor densidad de minas: de 4 a 5 por metro cuadrado. El jefe del sector operacional de Bechar, el teniente coronel Bouguerra Abdelkrim, nos confecciona un balance aproximado de las operaciones de estos tres últimos años: los artificieros del ANP neutralizaron 261.650 minas de todo tipo desde el inicio de las operaciones, a una media mensual de 6.757.
Entre ellas figuran 186.955 minas antipersonas (una parte de fabricación estadounidense) y 34.500 minas antigrupos.

Según el teniente coronel Bouguerra, ya se ha realizado la mayor parte del trabajo. «Nos faltan alrededor de 70 kilómetros de limpiar», dice. El temor, añade por su parte el teniente coronel Sebti, viene por el estallido de las zonas minadas. «Las misiones de reconocimiento nos han permitido llegar a identificar numerosos campos de minas situados en la periferia de la ciudad, potencialmente peligrosos para la población local y los nómadas que cruzan la región con sus rebaños», declara el oficial superior.

Tanto al este como al oeste del país la misión de limpieza de las zonas fronterizas encargada a los jóvenes artificieros del ejército dista mucho de ser un plato de gusto. Oficialmente se rechaza comunicar el balance real de pérdidas de vidas humanas entre el personal comprometido en estas operaciones. Quizá no se sabrá nunca, pero eso no resta ningún mérito al sacrificio renovado de los hombres del ejército que, a pesar de sus modestos medios y equipamientos, demuestran su valentía para resanar cada pedazo de la tierra argelina. En 2012 cuando lleguemos, quizá, al final de la limpieza de minas, podremos decir que habrá sido necesario... nada menos que medio siglo para perder el miedo a poner los pies en el suelo.

Original en francés

*Aziri M. es periodista del diario independiente argelino El Watan.

*Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.

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