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Pesadillas... (Sobre las mujeres en el ejército)

Pesadillas... (Sobre las mujeres en el ejército)

Últimamente paso mucho tiempo delante del ordenador, escribiendo un informe interminable sobre una investigación inexistente (sí, de verdad, una arroja su mirada y construye problemáticas que en nada se asemejan a lo que están esperando de una cuando la encargan el proyecto... Y entonces, la mirada de una y lo que construye como problema no lo es... o es como si no existiera... y claro, como que no apetece escribir...), y bueno, a veces paro y miro la tele, o riego las plantas, o hablo con personas queridas... Hoy tocó mirar el telediario (quién me mandará! porque entonces voy y escribo en el blog...) y eso: pesadillas. Pesadillas de feminista... La Ministra de Igualdad que anuncia un cambio en la ley del aborto... (a ver cuándo podemos conseguir que no se legisle, que se despenalice, que no lo recojan, que nos dejen en paz...) Y la de Guerra, uy! digo: la de «Defensa», que ayer conmemoró los 20 años de incorporación de ’la mujer’ en el ejército, y que hoy supervisaba no sé qué maniobras de no sé qué maquinas de matar gente, uy! digo: de defensa, eso, de defensa de gente... Pesadillas.
Siempre fui consciente de que el hecho de que pertenezcas a la categoría ’mujer’, o que tengas cuerpo ’mujer’, o que... (ya saben, el lenguaje se me queda corto cuando quiero hablar de cualquiera de una de las dos dicotomías: ’hombre’/’mujer’, ¡benditas Monique Witting, Judith Butler, y tantas otras, pero sobre todo: bendita Anne Fausto-Sterling!!! :-) ), decía eso: que siempre tuve claro que «ser mujer» no te garantizaba en absoluto ninguna esencia que de por sí fuera a cambiar el sistema patriarcal, de dominación masculina, heterodesignado, etc. etc. Antes al contrario: formamos parte, muy-mucho, de ese sistema... pero claro... en 1988 todavía podías permanecer en los márgenes por el hecho de ser mujer y convertir eso en herramienta de cambio (Virginia Woolf, ’Tres Guineas’, publicado en 1938...) Hoy ya no. Cada vez más ese icono creado en aras de no sé qué igualdad: ’«la mujer», aparece por todas partes... Cada vez es más difícil seguir sintiendo, viviendo! la opresión de género (sí, justo esa que se te viene encima por el puritito hecho de «ser (cuerpo) mujer»... y que luego se ve aderezada en función de si tienes dinero o no, si tienes un color de piel u otro y estás en un país u otro, etc. etc. etc.) y a la vez no poder transmitirle a la gente que no se trata de estar ahí, en el mundo androcéntrico...
¿Saben...? Porque mi barrio está lleno de mujeres... Y esta vez no hablo de una categoría, hablo de personas de carne y hueso, atravesadas, vividas, vivientes... Y no son ministras, ni ricas, ni trabajan en grandes multinacionales (salvo para limpiar sus oficinas...). Ellas entran en el bar y hablamos de cous-cous, o del blusón que se ha comprado la María. Se tiñen el pelo con tinte de supermercado, tienen cáncer de mama que superan gracias a dios, y cuidan del hijo de la Fátima que ha ido a una entrevista de trabajo... No les importa si la Chacón (esa, la de ’Defensa’) estaba embarazada y al poco de estar en el cargo se cogió la baja por maternidad; en todo caso: ¡a quién se le ocurre, en su estado! Pero algo les pasa, y no tienen muy claro qué es... Se sienten poca cosa, ninguneadas, aplastadas... No les importa el mundo ese de la política, ni la economía, ni si el aborto está legislado o no... No hay que abortar, y punto. Pero se sienten poca cosa... Te lo dicen bajito, en mitad de la conversación, casi sin que te des cuenta: ’yo que voy a saber de eso, hija...’ ’es que a mi marido no le gusta que lleve ropa ligera, me entiendes?’ ’y qué le vamos a hacer? hay que vivir, hay que seguir adelante...’
También las hay de esas que de engrandecidas que van, pululan por el mundo aplastando a los demás... esas que te critican por cómo vas vestida, o que miran por la mirilla de la puerta cuándo sales, entras y si hoy vienes con uno y ayer con otro... Tengo muchos compañeros y compañeras de militancia que no las soportan, a esas, a las ’viejas cotillas de barrio’ No las soportan. Claro.
Y niñas adolescentes. También las hay. Cuerpos en proceso de expropiación (si es que alguna vez fueron propios...) Porque en mi barrio las chicas siguen llegando a la Peluquería o al Zara como opción principal de empleo, y encima tienen que pensar que eso no es importante... Pero no nos preocupemos... en un futuro, estaremos en todas partes, en las importantes para la Economía (con ’E’ mayúscula): las Fuerzas Armadas, la Construcción, los Transportes... Y no hablaremos de cous-cous o de tintes de pelo... no hablaremos de cosas insignificantes, o no de esas...

Estoy leyendo un libro que se llama El Ministerio del Dolor, una historia «de ficción» sobre desplazados (hay que ver qué eufemismo!) por la guerra en la ex-Yugoslavia (esa, la que la hizo saltar en mil pedazos). Un grupo coincide en Amsterdam, en una clase de lengua y literatura serbocroata, y son narrados, ellos/as y sus historias, por una profesora que mira al mundo con unos ojos agudos, tristes, irónicos... de desplazada ella también por la guerra. En este libro, del que apenas llevo las 70 páginas y ya me tiene atrapada, hay un párrafo que dice:
«Los hombres eran los que más se quejaban; se quejaban eternamente. Del tiempo, del clima, del destino, de la guerra, de las injusticias que habían cometido con ellos; se lamentaban de las condiciones en los campos de refugiados, si es que estaban alojados en alguno, y si no lo estaban, se lamentaban también (...) se lamentaban sin cesar y por todo con la misma vehemencia, sin hacer distinciones. Como si la vida misma fuera un castigo, todo les escocía, les picaba, todo los ahogaba, nada les bastaba y bastante tenían ya.
Las mujeres, a diferencia de los hombres, eran invisibles. Ellas, desde la trastienda, empujaban la vida hacia delante. Remendaban los agujeros para que la vida no se derramara, ejercían la vida como el quehacer de cada día»

El quehacer de cada día. A eso se dedican las mujeres de mi barrio... todavía. Hay quien piensa que sólo hablan tonterías, pero yo pienso que hablan de la vida... O lo que para ellas es su vida... Sé que no son un gran potencial para los movimientos sociales, sí, esos que persiguen un ’otro mundo posible’, no hablan de grandes valores o luchas... pero al menos, cuando las miro, sé que pertenecen, aún, al género que «no humilla a quien desea, que precisa el deseo del otro y que no produce mercancías» [1]. Y, sobre todo, cuando las miro, no siento miedo... Miedo me dan esas mujeres que cabalgan en «pro de la igualdad» a lomos de la muerte: una muerte ’democrático-occidental’, ’caucásica’, patriarcal, capitalista... Infame... Miedo me dan las pesadillas que ya no tienen nombre propio (Margaret Thatcher, por ejemplo) sino cargo político, estructura.
Lo logramos, chicas, estamos donde esta(ba)n (ya) ellos...

[1] esta cita pertenece a Alessandra Bocchetti.

http://imaginasinpermiso.blogspot.com/2008/09/pesadillas.html

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