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10 razones para cuestionar (y repensar) la implicación extranjera. Centre Delàs

Alianza de barbaries. Afganistán 2001-2008

Alianza de barbaries. Afganistán 2001-2008

Tal como nos había venido anunciando, el Centre d’Estudis per la Pau J.M. Delàs acaba de publicar un completísimo informe que cuestiona la implicación extranjera en Afganistán. Reproducimos aquí el artículo que lo presenta en su web, así como las conclusiones del mismo, y el PDF con el informe al completo.

Alianza de barbaries. Afganistán 2001-2008
Escrito por Centre Delàs
Miércoles, 11 de Marzo de 2009 18:14

10 razones para cuestionar (y repensar) la implicación extranjera

Informe núm. 4

Antes del 11 de septiembre de 2001 Afganistán no existía en las agendas exteriores de los países del mundo.

Los atentados terroristas en Estados Unidos traumatizaron a una parte de la población mundial y aumentaron las percepciones de amenaza externa y la polarización entre Occidente y el mundo musulmán.

El 11 de septiembre proporcionó a Afganistán un enorme protagonismo. Aun así, la obsesión occidental en este país no se ha visto reflejada en una mejora de las condiciones de vida de la población local, y las tendencias hacen temer unas consecuencias tan desastrosas como las que sufrieron en las dos décadas previas a la intervención militar iniciada el 7 de octubre de 2001. Por eso, la pertinencia del despliegue de tropas internacionales en el país, en su formato actual, es cada día más cuestionada.

Desde el Centre d’Estudis per a la Pau J. M. Delàs, de Justícia i Pau, observamos esta situación con preocupación. Pensamos que la intención que existe tras esta intervención no es honesta y sincera, puesto que los discursos sobre todo lo referente a las operaciones militares extranjeras en general y la participación española en particular, no parecen coincidir con las realidades demostradas sobre el terreno. Es por eso que queremos presentar este informe en el que nos proponemos esquematizar 10 argumentos que nos hacen cuestionar la implicación extranjera en Afganistán. Estas dudas nos han hecho creer en la necesidad de la retirada de los soldados españoles y el replanteamiento de la política exterior española en Afganistán.

Esto significa rechazar la participación militarizada española y pedir un compromiso real del Gobierno español para colaborar con la población afgana a través de medios civiles y diplomáticos y de acuerdo con la especificidad e idiosincrasia de este país del Asia central.

Alianza de barbaries. Afganistán 2001-2008
Centre Delàs
Informe núm. 4

CONCLUSIONES

La UNAMA reconoce que el principal
problema que tiene, hoy
como ayer, Afganistán, es la pobreza.
Sin embargo, los esfuerzos
internacionales no están dirigidos
a esta prioridad y se concentran
en el área militar. La justificación
se encuentra en los vínculos entre
la seguridad y el desarrollo y en el
dogma que destaca que una no se
puede conseguir sin la otra. Aun
así, la enorme disparidad entre los
gastos en estos dos ámbitos nos
hace dudar de que la prioridad
haya sido alguna vez satisfacer las
necesidades más básicas de la población
afgana.

Después de más de siete años de
obsesión internacional, no podemos
asegurar hoy que la situación
haya mejorado para la población.
Afganistán es hoy una prioridad
como destino de exportaciones de
armas, como centro de la política
exterior de buena parte de los países
más poderosos, y como núcleo
de legitimación de la OT AN. Aun así,
este país no destaca por ser un receptor
importante de otras maneras
de colaboración internacional y,
de la escasa contribución civil recibida,
cabe insistir en que una buena
parte retorna a los países donantes
y otra no pasa nunca por las manos
de las estructuras locales afganas o
el mismo Gobierno, repleto de conocidos
señores de la guerra, muchos
de los cuales han sido legitimados
y apoyados por Occidente.

Es vergonzoso que algunos políticos
insistan en el Congreso de Diputados
en que España tiene que
estar en Afganistán para mejorar
la situación de las mujeres, para
erradicar el tráfico de opio, para
acabar contra el terrorismo o para
cambiar la pésima situación humanitaria
en el país, mientras sus
esfuerzos están dirigidos a cumplir
con sus obligaciones interesadas
con EEUU y la OT AN. Desde la entrada
en la Alianza Atlántica, España
ha visto comprometida su
soberanía militar y es menos libre
para decidir qué hacer con sus
soldados en cualquier parte del
mundo. Las cantidades ofrecidas
para la reconstrucción del país son
ridículas, y el hecho de que Madrid
sólo haya satisfecho el 10% de la
ayuda prometida representa un
verdadero escándalo.

España debería retirar sus tropas
de Afganistán, pero no olvidarse
de este país. Es necesario que
juegue un papel determinante en
convencer al resto de países que
participan en Afganistán para que
prioricen aquellas medidas que representan
una mejora de la situación.
Resumiendo, primero, tienen
que acabar las incursiones militares,
los bombardeos y la obsesión
de capturar presuntos terroristas.
Segundo, se debería promover el
diálogo con todos los grupos armados
(sin un mediador interesado),
priorizando las conversaciones
con sus bases de población, con
las numerosas estructuras civiles
hasta ahora ignoradas y las medidas
diplomáticas con los países
vecinos (para evitar su histórica y
perniciosa injerencia en los asuntos
afganos a través del apoyo a
las distintas facciones). Tercero,
mostrar una implicación sincera, a
través de mecanismos verdaderos
de cooperación, y promover la satisfacción
de las necesidades básicas
(en un sentido amplio) de la
población. El PI B de Afganistán se
estima en sólo 7.000 millones de
dólares, cinco veces menos que el
gasto militar anual actual de sólo
el ejército de Estados Unidos en el
país. No se trata, por tanto, de un
problema de recursos económicos.
Existen muchas maneras no
militares de contribuir a un Afganistán
mucho más seguro.

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