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Las potencias dejan de apuntarse entre ellas y vuelven el objetivo de sus misiles hacia el tercer mundo

Rusia colaborará también con la OTAN en el dominio de los países ricos sobre los pobres

Rusia colaborará también con la OTAN en el dominio de los países ricos sobre los pobres

La OTAN propone a Rusia una nueva era de cooperación en seguridad
Anders Fogh Rasmussen pide ayuda al Kremlin para «ejercer presión sobre Irán» .

RICARDO MARTÍNEZ DE RITUERTO - Bruselas

El nuevo secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, utilizó ayer su primera gran intervención pública para proponer un «volver a empezar» en la relación entre la Alianza y Rusia que debería incluir desde la coordinación de la defensa antimisiles a la discusión conjunta de los desafíos del siglo XXI pasando por cuestiones más inmediatas como Afganistán o la lucha antiterrorista y ahora mismo la presión sobre Irán. «Rusia es una gran potencia europea con sus propios puntos de vista y sus propios intereses», reconoció el secretario general. «Necesitamos entenderlos y tenerlos en consideración». La mano tendida no supone obviar las discrepancias, precisó Rasmussen, quien hizo referencia al reconocimiento ruso de la independencia de las regiones secesionistas georgianas de Osetia del Sur y Abjazia y aseguró que la OTAN seguirá con su política de puertas abiertas a nuevos socios.

Rasmussen ya había anunciado al tomar posesión el pasado mes de agosto que establecer una relación de confianza con Rusia sería una de sus grandes prioridades y ayer desarrolló la idea, expuesta simbólicamente en su primer gran discurso político. El secretario general hizo tres propuestas y subrayó que para lograr los objetivos marcados había que ser realista y abandonar ideas preconcebidas. Rusia debe hacerse a la idea de que «la OTAN está aquí para quedarse» y la Alianza ha de pensar que «Rusia es una gran potencia europea con sus propios puntos de vista y sus propios intereses».

«Nuestro objetivo último debeser una relación que nos permita trabajar por objetivos comunes aunque haya desacuerdos en otras áreas», señaló Rasmussen como primera propuesta de cooperación práctica. Lucha antiterrorista y contra la proliferación de armas de destrucción masiva, Afganistán o seguridad marítima son campos en los que el secretario general aliado ve gran potencial de cooperación. Es en este rubro de actividades concretas donde, a la luz del anuncio del día anterior de Barack Obama y ante la amenaza de los misiles de terceras partes, Rasmussen dijo: «Deberíamos explorar el potencial de vincular a su debido tiempo los sistemas de defensa antimisiles de EE UU, la OTAN y Rusia».

Consciente de las dudas que en la Europa central, oriental y báltica ha suscitado la decisión de Obama, duramente criticada por la prensa conservadora y destacados políticos de esos países, Rasmussen intentó tranquilizarles con el argumento de que la alternativa de sistemas regionales de defensa antimisiles dará también seguridad con la ventaja de que empezará a funcionar antes.

Se propone también Rasmussen revitalizar el Consejo OTAN-Rusia (COR), nacido hace años como un foro para discutir y discrepar civilizadamente sobre cuestiones de seguridad de interés mutuo y convertido con frecuencia en una justa de reproches. A juicio del secretario general, el COR no debe ser el ámbito para discutir la aún no bien definida arquitectura de seguridad europea que ambiciona el presidente Dmitri Medvedev.

Pensando más a largo plazo y como tercera pata de la nueva relación que busca con Moscú, Rasmussen propuso «realizar una revisión conjunta de las amenazas y desafíos comunes a que se enfrentan la OTAN y Rusia» en estos comienzos del siglo XXI.

Rasmussen aseguró que la rama de olivo que ayer ofreció a Moscú llega en «un marco de consenso con los aliados» y tras haber evacuado las consultas pertinentes. Supone un punto de inflexión con respecto a lo que han sido los últimos años de la relación que el embajador ruso ante la Alianza, Dmitri Rogozin, valoró cálidamente y decir que detectaba la voluntad de cambio «no de un burócrata, sino de un político». Apuntó Rogozin la posibilidad de una visita a Moscú de Rasmussen y, como siempre, aprovechó la ocasión para meter el dedo en el ojo de los países de la Europa vecina a Rusia al aventurar que las principales dificultades para la puesta en práctica de las ideas del secretario general llegarán del interior de la propia Alianza. «Va a ser lo más duro», apuntó.

Rogozin dijo que espera ver cómo las bonitas palabras se convierten en hechos, pero fue Rasmussen quien se adelantó al pedir a Rusia que «ejerza la máxima presión política para detener las ambiciones nucleares de Irán, porque eso van también en el interés de Rusia». A la espera de lo que decida Moscú, Rogozin apuntó que se «intentará influir para que sólo desarrollen la energía nuclear para usos pacíficos» porque a Rusia también le inquieta que «Irán o cualquier otro país desarrolle armas de destrucción masiva».

Diario El País


Rusia mira El tablero tras el gesto de obama

Los suspiros de alivio en Moscú se explican en el contexto de la grave crisis económica que sacude al mundo -también a Rusia- y son comparables a los que se escuchan en la Administración Obama.

Dabid Lazkanoiturburu | Gara

el Kremlin ha reaccionado con satisfacción pero con mesura al anuncio por parte de EEUU de que renuncia a su escudo antimisiles en Polonia y en la República Checa. Una marcha atrás que ha generado una ola de rumores sobre contrapartidas exigidas a Moscú.

El Kremlin no ha ocultado su satisfacción, y su alivio, tras el anuncio por parte de Obama de la retirada del proyecto de escudo antimisiles en Polonia y en la República Checa. La satisfacción es previsible, habida cuenta de que estamos ante una victoria diplomática rusa en toda regla. Los suspiros de alivio en Moscú se explican en el contexto de la grave crisis económica que sacude al mundo -también a Rusia- y son comparables a los que se escuchan en el entorno de la Administración Obama.

Y es que hay una cuestión, la económica, que ha sido escasamente evocada pese a que Obama la mencionó explícitamente en la corta alocución en la que anunció su desmarque respecto a uno de los proyectos estrella de la era Bush.

El proyecto de escudo antimisiles, concebido en los 80 por Ronald Reagan y sobre cuya efectividad real hay más que serias dudas, precisaría de un presupuesto descomunal y actualmente inasumible para EEUU. Mucho menos si Obama tiene intención de cumplir compromisos como garantizar cobertura sanitaria a los casi 50 millones de estadounidenses en la indigencia médica.

Esto es aún más aplicable si cabe en una Rusia que sigue pagando el peaje de los diez años perdidos tras la caída de la URSS (la infausta era Yeltsin) y a la que la actual crisis global no ayuda precisamente a salir del rígido corsé de una economía rentista y escasamente diversificada. Las amenazas por parte de Moscú de una respuesta proporcional a la provocación del escudo antimisiles cerca de sus fronteras traían a la memoria la loca carrera de la Guerra Fría, que acabó con el desfondamiento de una Unión Soviética forzada a intentar equiparar sus capacidades militares a las del enemigo americano.

Con su anuncio, Obama da fe de que su política no acaba en su brillante oratoria y de que es capaz de hacer «de la necesidad virtud». Esto último no resta un ápice de valor al gesto de Obama, quien da muestrsa de un realismo político que brilló por su ausencia con su antecesor tejano.

Amenazas e inmediatez

Tanto el inquilino de la Casa Blanca como el Pentágono, por boca del secretario de Defensa, Robert Gates, han tratado de justificar la marcha atrás argumentando que, aunque la amenaza deTeherán persiste, habría cambiado la percepción de su naturaleza. Así, han insistido en que la amenaza de que Irán se dote de misiles de largo alcance «no es tan inmediata», reevaluación que les permite enterrar el proyecto original y sustituirlo por uno mucho más modesto y que consistiría en un sistema móvil contra misiles de corto y medio alcance que podrían amenazar a sus aliados europeos y de la OTAN.

No obstante, esta «reevaluación» suena más a justificación en clave interna -la reacción republicana no se ha hecho esperar-. Y es que todo apunta a que no es la percepción de la naturaleza la que ha cambiado, sino la decisión sobre la manera de reaccionar ante un «mismo peligro». La decisión de Obama casa sin duda más con su desmarque del unilateralismo que primó durante los ocho años de mandato de George W. Bush.

El anuncio se inscribe, en esta línea, en la oferta de un reinicio de relaciones con Rusia, para la que el escudo antimisiles era una línea roja infranqueable y busca reconducir una crisis que tuvo su punto álgido con motivo de la crisis georgiana del año pasado, en la que Moscú no dudó en sacar los dientes ante los planes occidentales de extender su influencia hasta las llanuras ucranianas y las primera estribaciones del Cáucaso.

El gesto de calado de Obama ha dado alas a interpretaciones sobre las contrapartidas que, a cambio, habría exigido Washington a Moscú. Esta hipótesis llega reforzada por el momento elegido por la Casa Blanca para anunciar la retirada de su polémico proyecto, en vísperas de la sesión plenaria de la Asamblea General de la ONU y de la reanudación de las negociaciones del grupo 5+1 (las potencias del Consejo de Seguridad de más Alemania) con Irán.

Un diplomático de peso aseguraba desde el anonimato al diario ruso «Kommersant» que EEUU exige a Rusia una posición más firme sobre la cuestión nuclear iraní y que renuncie a la venta de un sistema antiaéreo (misiles S-300) a Teherán.

Tanto la Casa Blanca como el Kremlin niegan oficialmente mercadeo alguno pero el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, apeló ayer a Moscú a «ejercer la máxima presión diplomática y política» sobre Teherán. Moscú insistió en la oposición a nuevas sanciones «cuando hay una oportunidad real de éxito en las negociaciones».
Lo que no quiere decir que Rusia no esté dispuesta a responder con gestos. Además de anunciar que renuncia a desplegar misiles Iskander en el enclave de Kaliningrado, el Kremlin señaló que se abren buenas expectativas de cara a las negociaciones para reeditar el Tratado de Reducción de Armamentos Estratégticos (START), que en su redacción actual expira en diciembre. Con todo, el hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin, señaló que espera que, «tras esta decisión justa y valiente, llegarán otras», en referencia a los espinosos dossieres que separan a ambos países.

Y es que, como recordó el embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogozine, incluso con Obama, EEUU «no renuncia a sus proyectos hegemónicos en todo el mundo».

Mahmud Ahmadineyad

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, afirmó que su país no tiene necesidad de crear armamento nuclear, aunque matizó que no habrá nada que frene el desarrollo de su programa pacífico. «Las armas nucleares pertenecen al pasado», señaló.


La nueva europa de RUMSFELD SE SIENTE ABANDONADA frente al oso ruso

Los gobiernos de los países europeos en su día sometidos al yugo soviético - a diferencia de sus opiniones públicas- reaccionaron con una mezcla de desasosiego y desamparo al anuncio de Obama. La distinción es pertinente, habida cuenta de que la población polaca, y sobre todo la checa, era mayoritariamente contraria al proyecto de escudo antimisiles y muchos habrán respirado aliviados tras la marcha atrás de la Administración estadounidense.

Los ejecutivos -furibundamente anticomunistas- de estos países se alinearon sin prácticamente matiz alguno con los planes belicistas de la era Bush, lo que les valió ser agasajados por el entonces jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, quien los bautizó como «la Nueva Europa» en contraposición a la oposición de buena parte de las «viejas» cancillerías europeas a la aventura estadounidense en Irak.
Recelosos del gran vecino ruso -por una mezcla de razones objetivas y viejos fantasmas-, esos gobiernos concebían el escudo como una suerte de seguro ante las veleidades hegemonistas de Moscú. Obama hizo el anuncio el mismo día en que Polonia conmemoraba el 70 aniversario de la invasión del este del país por parte del Ejército Rojo.

GARA

Alternativa Antimilitarista - Moc
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