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Escriben un libro para loar el intervencionismo militar español en el extranjero

Más guerra que paz

Más guerra que paz

105.000 militares en 50 operaciones dan para muchas vivencias jamás contadas.

ZURIÑE ORTIZ DE LATIERRO |

Se han visto obligados a abrir fuego con cañones y ametralladoras para defender sus vidas en Irak, a regalar bicicletas a mil niños de los Balcanes para ir a clase y a intercambiar coca-colas por información en la selva nicaragüense. Hace ya veinte años que los militares españoles salieron de los cuarteles para desempeñar misiones en el exterior. Pero hasta ahora nadie había condensado sus aventuras, miedos y críticas en una historia completa; la de su superación y modernización. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid José Luis Rodríguez Jiménez se propuso llenar ese vacío. Le ha costado tres años y numerosos encuentros con medio centenar de generales, coroneles, comandantes y capitanes.

’Las misiones en el exterior de las Fuerzas Armadas de España’ describe a hombres y mujeres preparados, con los galones bien puestos al negarse a asumir el mando en la provincia iraquí de Nayaf hasta que sus compañeros de las unidades centroamericanas fueran provistos con ametralladoras, visores nocturnos, radios y vehículos ligeros. O que critican amargamente la descoordinación con el mando estadounidense. Soldados que lloran cuando comprueban las condiciones de vida, por llamarlas de alguna manera, de los refugiados afganos o supervisan el intercambio de cadáveres en Bosnia.

La publicación, en las librerías el 15 de abril y adelantada en exclusiva por V, es profusa en anécdotas, misiones detalladas al milímetro, éxitos y decepciones de los 105.000 militares que han participado en más de cincuenta operaciones con un presupuesto acumulado superior a los 4.000 millones de euros. Todas ellas enlazadas con el sutil hilo de los testimonios de algunos de los generales y coroneles más relevantes que desvelan episodios desconocidos por el gran público o contados según los intereses del gobierno de turno, como el intento fallido de retrasar el repliegue de las tropas de Irak para evitar que una posible baja empañara la boda de los Príncipes de Asturias.

Desde la primera misión en el exterior con tropas, la del Kurdistán, queda en evidencia uno de los principales problemas de las Fuerzas Armadas españolas, aún por resolver: carecen de aviones capaces de mover contingentes de estas características. «Era fundamental llegar pronto para evitar un agravamiento de la crisis y por nuestra propia imagen. Nuestra escasa capacidad de transporte nos impedía ganar tiempo en la fase de despliegue, no así en el proceso de planeamiento y decisión», recuerda el general malagueño de Infantería Luis Carvajal Raggio.

El 6 de mayo de 1991 los primeros efectivos españoles cruzaban la frontera después de recorrer en autobuses turcos casi mil kilómetros de carreteras infernales. Su cometido, controlar los accesos a la ciudad de Zakho, casi abandonada por sus habitantes e impedir la entrada de armas de la guerrilla kurda y, sobre todo, de tropas iraquíes. Vivían en tiendas de campaña y en una deteriorada escuela a las afueras, con problemas de comida, cocidos en unos uniformes demasiado gruesos para los 45 grados de media, con sólo dos minutos de comunicación con las familias cada veinte días y disparos aislados de elementos incontrolados.

Pero cumplieron con éxito. Se sacudieron muchos años de aislamiento y de vida de guarnición y demostraron que «existe capacidad para organizar una fuerza flexible para su proyección fuera del territorio nacional y que la preparación de las unidades españolas está a la altura de la de países de nuestro entorno europeo».

Les esperaba una nueva prueba en Bosnia-Herzegovina, la primera misión con tropas en escenario de guerra. Sí, de guerra, porque aunque a menudo se hayan definido y hayan sido visualizadas como de paz, no dejan de ser misiones militares. El autor se apoya en citas textuales como las del general Carvajal en referencia a los impactos de artillería y mortero caídos sobre la ciudad de Mostar entre diciembre de 1993 y febrero de 1994: «Una media diaria de casi cuarenta impactos; y repito nosotros allí en misión de paz, ¿qué paz?».

Medios insuficientes

A las pocas semanas de llegar a Bosnia, el entonces coronel se percata de que los medios disponibles para los destacamentos españoles son insuficientes. Uno de los tenientes coroneles le dice que ello «obedece a que el Gobierno no se ha comprometido a cumplir todos los requisitos establecidos por la ONU. Hay uno principal que no se cumple: el relevo del contingente cada seis meses. De cumplirse, Naciones Unidas proporciona y financia abundante material para instalaciones. Pero el Gobierno no ha firmado esta parte del acuerdo por falta de conocimiento político acerca de lo que implicaría el compromiso, también por si la inexperiencia de las tropas (...) le impulsase a retirar la fuerza antes de cumplir ese plazo». Carvajal se informa y al final logra superar esta situación, pero había otros muchos asuntos de los que preocuparse, como el pulso que le echaron los jefes de los tres grupos enfrentados que hacían moneda de cambio de cualquier cosa, incluido un bebé bosniocroata que precisaba de una incubadora. El niño murió.
Otro de los protagonistas que aparece en distintos capítulos es el entonces teniente coronel de Infantería Francisco Javier Zorzo, director de una sección de inteligencia creada en la ONU para la misión en Centroamérica en diciembre de 1989. El historiador describe a un hombre de gran formación, abierto y talante campechano que le ayuda a sentar muy pronto las bases de una relación cordial con los mandos del ejército nicaragüense y los jefes guerrilleros o a estrechar la relación con las autoridades militares y civiles de las facciones enfrentadas en el polvorín europeo.

Pero esa estrategia de ayudar y lograr la amistad de la población para recabar información vital para sobrevivir no da resultados en las dos misiones más complejas y criticadas en los cuarteles por la falta de medios para establecer combates y la coordinación insuficiente con los mandos de EEUU: Afganistán e Irak. Es en estos dos capítulos donde Rodríguez Jiménez afina más la crítica hacia los políticos populares y socialistas por la falta de medios, de explicaciones y de decisiones.

«La misión maldita»

La única salida al mar de Irak, el puerto de Umn Qasar, se convirtió en una trampa de calor e incertidumbre. El general Luis Feliu y el coronel y capellán Francisco Nistal recuerdan los tres meses de ’impasse’ que pasaron los soldados desplazados en el buque hospital ’Galicia’ en 2003. Apenas hubo acciones puntuales como el reparto de alimentos que ya estaban allí y eran propiedad de los iraquíes. «Los españoles que allí se encuentran no pretenden engañar a nadie, pero en España se difunde la noticia de que se está repartiendo una ayuda proporcionada por el Estado a iniciativa del Gobierno (de Aznar)».

Las órdenes siguen sin llegar y, mientras los periodistas desplazados -entre los que se encontraba la entonces reportera de TVE Letizia Ortiz- matan el tiempo en el ’Galicia’, el pequeño hospital del barco empieza a dar asistencia sanitaria a la población civil. Su labor es excelente, como la de la otra unidad sanitaria desplazada al primer campo de prisioneros de Irak. 8.000 personas hacinadas en jaimas. «El equipo va bien preparado, pero el escenario no deja de pasar factura sobre el personal y el material: (...) falta sangre, al igual que sueros para los tratamientos contra picaduras de víboras y escorpiones».

La «misión maldita» terminó con un repliegue precipitado y sin ningún reconocimiento de la ciudadanía y menos aún institucional por el enfrentamiento de los dos principales partidos. También, con la duda de muchos militares sobre su papel allí y en Afganistán. Como concluye el autor de esta historia hasta ahora jamás contada: «Los compromisos españoles con la ONU, la OTAN y la UE han obligado a despliegues en lugares cada vez más alejados de nuestra nación y que tampoco tienen relación directa en nuestras zonas de interés estratégico. ¿Es ésta la orientación correcta? ¿No deberían explicar los Gobiernos qué obtiene España en concreto con estas misiones, incluso en términos materiales?».

http://www.ideal.es/granada/v/20100...

  • 14 de abril de 2010 14:01, por Truman Show

    «El objetivo central de este libelo no es analizar en profundidad las verdaderas razones ocultas tras el surgir de los «ejércitos humanitarios», ni señalar los motivos reales que se esconden tras cada una de las «intervenciones y misiones de paz». La primera de las tareas ya la han llevado a cabo diferentes gentes y la segunda probablemente escapa a nuestras posibilidades quedando pendiente para quien quiera recoger el reto.

    Nuestra única pretensión es aportar una herramienta más al antimilitarismo con la que ayudar a demostrar con pruebas la imposibilidad de humanitarismo en los ejércitos y hacer palpable y visible su habitual proceder inhumano. Ojalá que el ver su macabra y oculta imagen reflejada en estas páginas/espejos revuelva el estómago a militares y militaristas. Pero mucho nos tememos que, al margen de «humanitarismos teatrales», su capacidad de pensar y sentir quedó
    colgada en la misma percha en la que un día abandonaron sus ’ropas’ de civiles para atravesar las puertas hacia el interior de los cuarteles
    .
    »

    “La abominable cara oculta de los ejércitos humanitarios”, Colectivo «Gasteizkoak», Enero 2003

Alternativa Antimilitarista - Moc
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