casco insumissia fusil roto
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Autor: Johann Hari - Traducido por Atenea Acevedo para Tlaxcala

Nunca sabremos los nombres de quienes han pagado con sus extremidades, sus pulmones o sus vidas por las comodidades que tenemos en casa. Y ahora, las buenas noticias.

Nunca sabremos los nombres de quienes han pagado con sus extremidades, sus pulmones o sus vidas por las comodidades que tenemos en casa. Y ahora, las buenas noticias.

Al principio parecerá que este artículo no es portador de buenas nuevas, ya no digamos portador de una de las historias más motivadoras al día de hoy. Créanme, lo es. Yan Li se pasó la vida enroscando tornillitos en una línea de producción para ensamblar los artilugios que hacen las delicias de nuestra cotidianidad. Tal vez insertó un crucial componente de la laptop en la que escribo esta nota o armó el celular que interrumpirá su lectura. Yan Li tenía 27 años y era el típico obrero de la gigantesca Foxconn en Shenzen, al sur de China, donde se fabrican los i-Pads, los Playstations y las pilas de los teléfonos celulares.

Para la empresa Li era su número de obrero: F3839667. Se pasaba todo el día, todos los días, de pie en la ruidosa línea de producción haciendo el mismo minucioso movimiento mecánico con la muñeca a cambio del equivalente a 20 libras por hora. Según su familia, su turno de trabajo a veces duraba 24 horas, otras llegaba a 35 horas. Si hubiese intentado crear un sindicato para cambiar esas prácticas laborales habría acabado pasando 12 años en prisión. La noche del 27 de mayo pasado, después de otra jornada maratónica, Li cayó muerto.
Las muertes por exceso de trabajo son tan comunes en las fábricas chinas que se ha acuñado una palabra para nombrarlas: guolaosi. El China Daily calcula 600.000 muertes de este tipo cada año, la mayor parte de ellas tiene lugar mientras se fabrican bienes para nuestro consumo. La familia de Li señala que nunca manifestó problemas de salud hasta empezar con este horario de trabajo; Foxconn afirma que murió de asma y que el deceso no tiene relación alguna con la fábrica. La noche en que Li murió otro obrero de Foxconn se suicidó… se trata del décimo caso en lo que va del año.

Huelga en China

Llevamos 20 años consumiendo hasta dejar rendidos a los obreros chinos. El mundo empresarial presume los encantos de los precios chinos, pero no nos dejan ver el costo humano. KYE Systems Corp administra una fábrica tradicional en Donguan, al sur de la China continental, y uno de sus principales clientes es Microsoft, de manera que en 2009 el Comité Nacional del Trabajo de Estados Unidos envió a investigadores chinos encubiertos a las instalaciones. El primer día un obrero adolescente les susurró al oído: «Aquí nos tienen como presos».

El personal labora y vive en enormes ciudades-fábrica de las que casi nunca sale. En cada habitación duermen 10 personas y cada dormitorio aloja a 5.000. No hay duchas: se les da una esponja para asearse. El turno típico empieza a las 7.45 y termina a las 22.55. Los obreros deben reportarse en sus estaciones de trabajo 15 minutos antes del inicio del turno para realizar un ejercicio de tipo militar: «¡Atención! ¡Flanco izquierdo, flanco derecho!» Una vez que empiezan a trabajar queda estrictamente prohibido hablar, oír música o ir al baño. Si alguien rompe esta regla recibirá una reprimenda a gritos y, como castigo, tendrá que limpiar los baños. Al final vuelven a los dormitorios.

Es el equivalente humano de la cría en batería. Un obrero comentó: «Mi trabajo consiste en colocar almohadillas de plástico en la base de cada ratón de computadora… un trabajo que adormece la mente. Básicamente repito el mismo movimiento una y otra vez durante más de 12 horas al día. En una fábrica cercana de Meitai, donde se fabrican los teclados para Microsoft, una obrera señaló:»Somos ganado, ni siquiera deberían llamarnos trabajadores«. Tienen prohibido preparar sus propios alimentos y tener relaciones sexuales. Sobreviven a base del puré aguado y la bazofia que les obligan a comprar en el comedor, excepto los viernes, cuando les dan una pequeña pierna y pata de pollo»como símbolo de que su vida está mejorando".

Aun cuando su trabajo ha impulsado a China en la carrera por convertirse en superpotencia, la remuneración que reciben estos obreros es cada vez más magra. Los salarios en China, en tanto proporción del PIB, cayeron año tras año entre 1983 y 2005.

Este maltrato es posible debido a la peculiar política que ha prevalecido en el país en los últimos 20 años. Las personas más acaudaladas pueden fundar organizaciones (corporaciones) para defender sus intereses a capa y espada, pero el resto de la población tiene prohibido, bajo amenaza de la policía secreta, reunirse para formar organizaciones para protegerse. Las prácticas políticas del maoísmo se trasladaron intocadas del comunismo a las corporaciones: en su visión, los seres humanos son instrumentos desechables que solo sirven para cumplir fines económicos.

Nunca sabremos los nombres de todas las personas que pagaron con sus extremidades, sus pulmones o sus vidas por las comodidades que tenemos en casa. He aquí un solo ejemplo, pensemos en él como en el Obrero Desconocido, el que los representa a todos: Liu Pan tenía 17 años y operaba una máquina que fabrica tarjetas y cartón que después se vendían a grandes corporaciones occidentales. Cuando el armatoste se atascó y trató de arreglarlo, la máquina se lo tragó. Estas son las palabras de su hermana: «Cuando nos entregaron el cuerpo tenía la cabeza totalmente aplastada. Ni siquiera pudimos ver sus ojos».

Tal vez ahora te preguntes si hubo algo de humor negro al afirmar que este artículo podía ser portador de buenas noticias. No, no se trataba de una broma. Ha iniciado una rebelión épica en China en contra de estos abusos, una revuelta que empieza a rendir frutos. Los trabajadores de 126.000 fábricas chinas se han negado a seguir viviendo de esta manera. Han surgido muchos sindicatos espontáneos mediante mensajes de texto que exigen aumentos de salario, un entorno laboral humano y el derecho a organizarse libremente. Millones de jóvenes trabajadores en todo el país bloquean la entrada a sus fábricas y se manifiestan con consignas como «Aquí no se respetan los derechos humanos» y «Queremos libertad». Los suicidios fueron una expresión de rebeldía desesperada, esta es una rebeldía llena de esperanza.

Se forman sindicatos libres

El año pasado la dictadura china se asustó tanto por la generalización de los levantamientos que preparó una medida extraordinaria: la redacción de una propuesta de ley laboral que permitiría a los obreros formar y votar sus propios sindicatos. La ley plantaría semillas de democracia en todos los espacios laborales del país, así que las corporaciones occidentales ejercieron presión política en su contra y afirmaron que crearía un «entorno negativo para las inversiones», es decir, golpearía sus ganancias. Los gobiernos occidentales, haciendo gala de obediencia, respaldaron a las corporaciones y obstaculizaron la libertad y la democracia de los trabajadores chinos. La ley y la idea de democracia quedaron hechas jirones.

La cosa no paró ahí. Este año los obreros chinos se han levantado con más fuerza para demandar una justa porción de la prosperidad que generan. Una empresa tras otra otorga concesiones masivas, incluso se conceden aumentos de más de 60% en salarios. De importancia aun más crucial, los funcionarios de la provincia de Guandong, corazón manufacturero del país, anunciaron, después de todo, estar considerando seriamente permitir a los trabajadores elegir a sus propios representantes para las negociaciones colectivas.
Al igual que la última vez, las corporaciones y los gobiernos occidentales presionan a todo vapor para evitar estas medidas… y para mantener a millones de Yan Lis pegados a la línea de ensamblado hasta la hora número 35.

No se trata de una lucha distante: te guste o no, estás en el centro del huracán. El cable que de tu laptop, tu celular y tu consola de videojuegos llega hasta personas como Yan Li y Liu Pan, personas que mueren en el proceso de fabricar estos dispositivos. No puedes ser neutral, tienes que tomar una postura: puedes actuar pasivamente y dejar que las corporaciones y los gobiernos hablen por ti mientras arrastran a la gente a la semiesclavitud, o bien tomar partido por las organizaciones que apoyan su reclamo de libertad, como No Sweat o la sección internacional de TUC. Puedes hacer donativos o trabajar de manera voluntaria en sus campañas.

Ciertamente, el triunfo de esta lucha se traducirá en precios ligeramente más elevados cuando queramos adquirir determinados productos; ese es el costo de la libertad y la vida de gente como Yan Li y Liu Pan. En todo caso, no seremos pioneros en la lucha: después de la abolición de la esclavitud en 1833 el PIB británico cayó 10%, pero había quienes no creían en el valor de poseer productos baratos y obtener jugosas ganancias si la condición era explotar a sus semejantes hasta dejarlos fulminados. A ver si nosotros tenemos la misma convicción.
Si te interesa formar parte de las campañas No Sweat haz clic aquí.


Fuente:
http://www.independent.co.uk/opinio...

Fecha de publicación original: 06/08/2010

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