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Egipto se agita ante la llegada de un nuevo faraón

Egipto se agita ante la llegada de un nuevo faraón

Por M. K. Bhadrakumar

Captar el tumulto de una revolución con una cámara es prácticamente imposible, sobre todo si es como la que está teniendo lugar en Egipto, cuyo final no parece vislumbrarse. Se está produciendo otra revolución dentro de la revolución. Unos fotógrafos chinos han obtenido algunas instantáneas fantásticas de las orillas del Nilo agitadas de nuevo en bloque por las pasiones humanas. He aquí el álbum de fotos de Xinhua.

Egipto está agitado. El país se está desgarrando. La izquierda se ha convertido en la derecha. Los Hermanos Musulmanes, que en su momento apoyaron al más débil, han pasado ahora a ser el establishment. Por otra parte, ha surgido una Nueva Izquierda que agrupa, paradójicamente, a partidarios del laicismo, izquierdistas, centristas y liberales al estilo occidental —en realidad, agrupa a todos salvo a los islamistas—.

El problema reside en la vena autoritaria que parece mostrar el último decreto del presidente Mohamed Morsi, y que le confiere inmunidad ante el Tribunal Constitucional en un momento en que Egipto está a punto de dar un paso trascendental para redactar una nueva constitución. Sin embargo, el gran temor es que los islamistas estén empujando a la mayoría silenciosa a acatar sus dictados.

El peligro es real. Incluso un liberal como Mohamed El Baradei ha hecho unas declaraciones en las que califica a Morsi de «nuevo faraón». Pero a Morsi eso le trae sin cuidado. Es un zorro astuto que ha neutralizado a militares y vestigios de la era Mubarak con su última actuación sobre Gaza, demostrando a Washington que es capaz de satisfacer los intereses occidentales en la región con mucha mayor eficacia y credibilidad que cualquier otro en Egipto.

Morsi ha convertido el conflicto de Gaza en una partida de ajedrez político-diplomática de primer orden. Ha llegado a un acuerdo que supone un alivio para Estados Unidos e Israel y, aprovechando la ocasión, ha dado un golpe para consolidar su control del poder emitiendo este decisivo decreto, con la idea de que ya no tiene nada que temer de la maquinaria militar y de seguridad proestadounidense.

Para el gobierno de Barack Obama, Morsi ha sido un regalo caído del cielo: es un líder legítimo elegido democráticamente que está preparado para someterse a los planes de EE. UU. Además, para colmo es islamista. El ejemplo de Morsi como colaborador encubierto anima a Washington a impulsar a los Hermanos para que tomen el poder en Siria también –y en Jordania, Inshah Allah—.

No cabe duda de que Morsi ha hecho un excelente trabajo. Incluso ha conseguido del FMI el paquete de rescate de 4200 millones de USD para la economía egipcia (con los parabienes de Obama, por supuesto). Además, Qatar y Turquía le han echado en el bote 2000 millones de USD cada uno. Solo los saudíes se mantienen a una distancia prudencial.

No obstante, para consolidarse, Morsi tendrá primero que quitarse de encima todo este barullo que está organizando la Nueva Izquierda, y aún está por ver cómo piensa hacerlo. ¿Acabará manchándose las manos de sangre?

Esto también abre para el gobierno de Obama una nueva época de nerviosismo. Obama necesita averiguar de nuevo cuál es el «lado correcto de la historia» en Egipto. Por una parte, con Morsi le ha tocado la lotería, algo demasiado inusual para dejarlo escapar, y por otra, si al final gana este round de la revolución dentro de la revolución de Tahrir, el auge del islamismo será imparable en la región. Lo irónico es que entonces Morsi habrá machacado irremediablemente a todos los votantes que habrían sido los «aliados naturales» de EE. UU.: liberales, centristas, laicistas, etcétera.


El embajador Melkulangara Bhadrakumar fue diplomático de carrera en el Servicio de Asuntos Exteriores Hindú. Entre otros lugares estuvo destinado en la Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Paquistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.


Fuente: Indian Punchline

Fecha de publicación original: 24/11/2012

Traducido por Ana Atienza

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