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John Pilger, cineasta y periodista

Propaganda de guerra y los media: camino de Afganistán en el Reino Unido

Propaganda de guerra y los media: camino de Afganistán en el Reino Unido

Los que han arrancado los ojos al pueblo

John Pilger
noviembre de 2001

Allá vamos de nuevo: los mismos viejos planos de aviones contra el amanecer, la misma jerga militar en boca de los reporteros.

Durante la guerra de las Malvinas en 1982, el equipo del Weekly Review de la BBC se reunió para discutir como debía presentarse la guerra al público. Las actas muestran que los ejecutivos de rango superior decidieron que las noticias deberían ser formuladas para ajustarse a «la sensibilidad emocional del público» y que el peso de la cobertura de la BBC debería atender a las declaraciones políticas del gobierno. Un «estilo imparcial» fue considerado como «una irritación innecesaria».

La aceptación por parte de Argentina, excepto tres enmiendas de poca entidad, del plan peruana de paz fue ignorada por la BBC. El gobierno Thatcher no estaba interesado; las noticias de la BBC reflejaron esto, junto con la decepción de que Argentina fuera culpable del «fracaso» del plan de paz. ITN, cuya información fue poco diferente, aseguraba que «el 70 % [del público británico] quiere que se lance una invasión». Sin embargo, la misma encuesta mostraba que el 76 % de los preguntados querían que la ONU ocupara las Malvinas mientras Argentina y Gran Bretaña negociaban. Nunca se informó de esto. En lugar de eso, los resultados de la encuesta fueron interpretados en las noticias como un «endurecimiento» de la opinión pública británica.

Allá vamos de nuevo. El domingo pasado el Observer informaba que «el 65 % [del público] apoya el uso de ataques aéreos»quirúrgicos«sobre objetivos en países que cobijan terroristas». Las noticias sobre la encuesta no decían que era eso de ataques aéreos «quirúrgicos». No decían si los encuestadores habían explicado a la gente que, durante la guerra del Golfo, el 70 % de las 88.500 toneladas de bombas arrojadas sobre Iraq y Kuwait erraron completamente sus objetivos, causando decenas de miles de muertos civiles, o que en el ataque de la OTAN sobre Yugoslavia dos años antes, la mayoría de los objetivos fueron errados. «Ataque quirúrgico» es un término erróneo. Entonces, ¿por qué lo usan?

La misma encuesta, sin embargo, revelaba que el 60 % de la gente rechazaba «ataques aéreos masivo». LA MAYORÍA DE LOS BRITÁNICOS RECHAZA LOS ATAQUES AÉREOS fue el titular de portada que el Observer dejó de publicar, aunque, según cualquier verdadero estándar periodístico, ése era el titular principal. En vez de eso, la página principal hablaba sobre «la red que se cierra sobre Osama Bin Laden» y el papel británico como «el más poderoso socio de guerra» de América. Había un emocionado tono de «apretemos el paso». Las fuentes eran la inteligencia británica y americana, y el ministerio de Defensa.

El periodismo que usa como fuentes a oficiales de nombre oculto cuyo trabajo en estas circunstancias es manipular las noticias, ya tiene historia. Escoja cualquiera de «nuestras» recientes guerras o carnicerías y apunte las mentiras «diplomáticas» o de «inteligencia» que emergieron más tarde. La lista es larga.

Tome los ataques de George Bush padre contra Panamá y Somalia de hace tan sólo unos diez años. Ambos se vendieron como persecuciones tipo «salvaje oeste» de tipos malos: el general Noriega en Panamá y el general Aidid en Somalia. Las «fuentes» citadas afirmaban que solamente unos pocos civiles fueron asesinados. De hecho, más de 2000 civiles fueron asesinados por el fuego de los helicópteros de EEUU en los suburbios de Ciudad de Panamá y, según estimaciones de la CIA, entre 7000 y 10000 murieron en Somalia en lo que el Pentágono bautizó como «Operación Devolver la Esperanza». De esto no se informó.

En 1998, el presidente Clinton destruyó con misiles Cruise una inofensiva planta farmaceútica en Sudán. Las «fuentes de inteligencia» fueron ampliamente citadas en los medios británicos y americanos afirmando que estaba «fuera de duda» que ese era el lugar en el que la organización de Osama Bin Laden fabricaba gas nervioso. El ataque de Clinton mató a cientos, quizás miles de inocentes.

Se ha dicho que existe un informe de la ONU sobre cuántos fueron asesinados y que ha sido suprimido debido a presiones desde Washington. La suma de los muertos en todos estos ataques es varias veces mayor que los asesinados el 11 de septiembre en EEUU.

A pesar de un admirable esfuerzo de disidencia en el Guardian y el Independent, la impresión predominante dada por la televisión y la prensa es esa familiar carrera hacia la guerra. Los mismos planos de aviones y barcos contra el amanecer de siempre, los mismos «expertos» de siempre, los mismos mapas tipo libro de aventuras de siempre, las mismas «pruebas» instantáneas de siempre, la misma jerga militar de siempre en boca de los reporteros («ataques quirúrgicos» y «ventajas» son sus favoritas), las mismas historias recalentadas de siempre sobre las heroicas hazañas de los SAS (fuerzas especiales británicas), la misma demonización de culturas y naciones de siempre, la mismas estupideces sobre el antiamericanismo (ahora en el terreno de la autoparodia, tildando de «racistas» las críticas a la política americana), y las mismas encuestas de «porcentaje de aceptación» extraídas de un público al que se le niegan fuentes de información creíbles e independientes, sin mencionar la perspectiva de que Washington está usando el desastre del 11 de septiembre para acelerar el control de EEUU sobre buena parte de la humanidad, con peligros inmediatos para todos nosotros.

Por supuesto, los periodistas deben preguntarse a sí mismos: ¿es que no es posible escaparse de ese montón de mentiras? Los cursos sobre medios de comunicación que formarán a la próxima generación, ¿examinarán y analizarán este fracaso institucional (honorables excepciones aparte) en ajustarse a la verdad de los hechos? ¿Los estudiantes de comunicación están avisados que los verdaderos periodistas deben ser escépticos respecto a toda autoridad, y que su trabajo es descorrer cortinas y apartar rocas, especialmente en tiempos como estos? Parece que el mantra de «dar al público lo que pide», que significa no dar elección alguna al público, ha engendrado a los que creen que el cinismo del público y no el de sus maestros les ordena como periodistas. Mucho tiempo atrás, John Milton lo expresó sucintamente: «los que han arrancado los ojos al pueblo, le reprochan su ceguera.»

Nada justificó el asesinato de gente inocente en América, y nada justifica el asesinato de gente inocente en ningún otro lugar. Ésta es la irrebatible verdad en estos tiempos surrealistas. Los que contribuyen a la propaganda actual que dice que no hay otro camino que la guerra deberían darse cuenta que probablemente ellos también acaben con sangre en las manos.

Noviembre de 2001

Alternativa Antimilitarista - Moc
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