30 de septiembre de 2020
El conflicto de Nagorno-Karabaj ha estado con nosotros desde 1988, desde que la población mayoritariamente de etnia armenia de esta provincia de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán exigió una unión con Armenia. La guerra que siguió terminó en 1994 con Nagorno-Karabaj y algunos territorios vecinos de Azerbaiyanos bajo control armenio y casi un millón de personas como refugiados. Desde entonces, mientras Azerbaiyán ha tratado de recuperar los territorios perdidos y las negociaciones ocasionales han resultado infructuosas, ha habido escaladas periódicas del conflicto como la Guerra de los Cuatro Días de 2016, pero nunca la lucha ha alcanzado la magnitud de la lucha por los últimos días, con cientos de soldados (y muchos civiles) muertos en cada bando. Dado que la propaganda nacionalista en ambos países ha alcanzado un punto álgido y la escasa actividad contra la guerra no solo se ahoga con virulencia sino que se castiga con arrestos, LeftEast se enorgullece de compartir esta declaración de los jóvenes izquierdistas azerbaiyanos.
La reciente ronda de escaladas entre Azerbaiyán y Armenia en Nagorno-Karabaj demuestra una vez más cuán anticuado es el marco del estado-nación para las realidades actuales. El único ocupante con el que tenemos que luchar es con la incapacidad para trascender la línea de pensamiento que divide a las personas en humanos y no-humanos únicamente en función de su lugar de nacimiento y que luego procede a establecer la superioridad de los «humanos» sobre sus «otros» deshumanizados como el único escenario posible para una vida dentro de ciertas fronteras territoriales. Es el ocupante de nuestras mentes y habilidades para pensar más allá de las narrativas y formas de imaginar la vida, impuesto sobre nosotros por nuestros gobiernos nacionalistas depredadores. Es esta línea de pensamiento la que nos hace ajenos a las condiciones de explotación de nuestra mera supervivencia en nuestros respectivos países en cuanto la “nación” emite su llamamiento para protegerla del “enemigo”. Nuestro enemigo, sin embargo, no es un armenio cualquiera, a quien nunca hemos conocido en nuestras vidas y posiblemente nunca lo haremos. Nuestro enemigo son las personas que de hecho en el poder, aquellas con nombres y rangos concretos y rasgos faciales muy distintos, que han estado empobreciendo y explotando a la gente corriente, así como los recursos de nuestro país para su beneficio durante más de dos décadas. Han sido intolerantes con cualquier disidencia política, oprimiendo severamente a los disidentes a través de su enorme aparato de seguridad. Han ocupado sitios naturales, costas, recursos minerales para su propio placer y uso, restringiendo el acceso de los ciudadanos comunes a estos sitios. Han estado destruyendo nuestro medio ambiente, talando árboles, contaminando el agua y haciendo la “acumulación por desposesión” a gran escala. Son cómplices de la desaparición de sitios y artefactos históricos y culturales en todo el país. Han estado desviando recursos de sectores esenciales, como educación, salidad y bienestar social, hacia el ejército, obteniendo ganancias para nuestros vecinos capitalistas con aspiraciones imperialistas: Rusia y Turquía. Curiosamente, todos son conscientes de este hecho, pero la repentina ola de amnesia golpea a todos en cuanto se dispara la primera bala en la línea de contacto entre Armenia y Azerbaiyán. Cegados, como los personajes de la novela de Saramago, inmediatamente se vuelven autodestructivos, vitoreando la muerte de nuestra juventud en nombre del «martirio» por la causa «sagrada». Esta causa nunca ha sido más que una plataforma existencial, manteniendo a los gobiernos de Azerbaiyán y Armenia en su lugar y sirviendo como justificación para la militarización interminable de las sociedades junto con la búsqueda de más violencia y muertes.
Sin embargo, no culpamos a la gente: ante la ausencia de marcos interpretativos para dar sentido a la guerra y el conflicto entre las dos naciones, laideología nacionalista permanece incontestada. Si hay algo que nuestras insuficientemente finanaciadas instituciones educativas hacen bien, esoes claramente enseñar a lograr el odio y difundir propaganda nacionalista. Porque el odio nunca es producto de psiques individuales, sino que se construye y produce dentro de relaciones de poder particulares. En un contexto en el que no hay contacto directo entre los que ’odian’ y los ’odiados’, cuanto más se preocupa la audiencia ’que odia’ por sus propios asuntos de supervivencia económica diaria dentro del sistema que les niega la redistribución equitativa de recursos y servicios y acumula más y más miseria diaria, más necesario es recordar constantemente a la audiencia que «odia» que odie a los «odiados» y reproduzca su odio. El odio debe lograrse. Ellos robaron “nuestras” tierras, decimos, así que los odiamos. No importa que debe haber una miríada de otras formas de habitar esa tierra sin que un solo grupo reclame su propiedad indiscutible sobre ella.
Un hermano adolescente de uno de nosotros una vez exclamó asombrado después de haber oído hablar de una reunión de trabajo pendiente con colegas armenios en el extranjero. “¿Vas a ver a un VERDADERO armenio?”, dijo. Ahora que lo pienso, generaciones de personas han crecido en el vacío sin contacto con aquellas con las que hemos estado conviviendo en el mismo espacio durante siglos. ¿Qué tipo de violencia ejerce ese aislamiento de la existencia sobre nuestras mentes y habilidades creativas? No hace falta decir que también es una receta perfecta para la deshumanización del “otro”. ¿Qué puede ser más fácil que atribuir todas las malas cualidades a las personas con las que nunca he interactuado en mi vida?
Años después de que la firma del Acuerdo de Bishkek (1994) trajera el alto el fuego entre las partes, los gobiernos armenio y azerbaiyano ha estado acumulando grandes cantidades de armamento letal, que ahora están preparando para usar el uno contra el otro. La última vez que los países estuvieron cerca de una resolución de paz fue en 2011, durante las conversaciones de paz de Key-West con la mediación de los copresidentes del Grupo de Minsk: Francia, Rusia y Estados Unidos. Sin embargo, debido a los sentimientos nacionalistas predominantes y al hecho de que los líderes de ambos lados no estaban dispuestos a comprometerse, las conversaciones de paz fracasaron. Y nunca se ha abordado con tanta determinación como a principios del siglo XXI.
Nos resulta un gran reto buscar la forma de evitar otra guerra en la región en la situación actual. Observamos un discurso de odio cada vez mayor y generalizado que domina la narrativa en ambos lados, especialmente cuando se trata de canales de televisión, declaraciones oficiales o publicaciones en redes sociales que circulan con una intensidad preocupante. Se están haciendo afirmaciones de ambos lados que son difíciles de verificar y, por lo tanto, crean una atmósfera de miedo, odio mutuo y desconfianza.
Las personas de ambos lados han sufrido y soportado la pandemia y la recesión económica, tratando de mantenerse al día con los desafíos que la crisis trajo consigo, y ahora se ven arrastradas a un conflicto militar, lo que retrasa cualquier posible resolución constructiva del conflicto de Nagorno-Karabaj. También requiere una gran cantidad de recursos económicos y humanos para mantener el conflicto, para que las élites de ambos lados sigan beneficiándose de él. El presupuesto militar de Azerbaiyán para 2020 ha aumentado a 2.300 millones de dólares, mientras que para Armenia este indicador se sitúa en 634 millones de dólares, lo que básicamente constituye el 5% del PIB en ambos países.
Desde hace mucho tiempo, nosotros, los jóvenes azerbaiyanos y armenios, tomamos en nuestras manos la resolución de este conflicto obsoleto. Ya no debería ser prerrogativa de los hombres de traje, cuyo objetivo es la acumulación de capital, tanto económico como político, y no la resolución del conflicto. Deberíamos deshacernos de este feo manto del Estado-nación, que pertenece al basurero de la historia, e imaginar y crear nuevas formas de coexistencia común y pacífica. Para ello, es muy importante reactivar las iniciativas políticas de base, compuestas principalmente por ciudadanos locales comunes, que restablezcan las conversaciones de paz y la cooperación. Nosotros, los activistas de izquierda en Azerbaiyán, de ninguna manera apoyamos una mayor movilización de la juventud del país en esta guerra sin sentido y consideramos que restaurar el diálogo es nuestro objetivo principal.
No vemos nuestro futuro ni la resolución del conflicto en nuevas escaladas militares y en la propagación del odio mutuo. Los recientes enfrentamientos militares en NK no sirven de nada para el establecimiento de la paz en la región. Ni siquiera queremos imaginar los riesgos de ser arrastrados a una guerra a gran escala, ya que entendemos qué tipo de implicaciones podría tener para nuestras sociedades y generaciones futuras. Condenamos enérgicamente todas las medidas adoptadas para prolongar el conflicto y profundizar el odio entre los dos pueblos. Queremos mirar atrás y tomar las medidas necesarias para reconstruir la confianza entre nuestras sociedades y la juventud. Rechazamos todas las narrativas nacionalistas y de estado de guerra que excluyen cualquier posibilidad de que volvamos a vivir juntos en este suelo. Llamamos a iniciativas de consolidación de la paz y solidaridad. Creemos que hay una salida alternativa a este punto muerto mediante el respeto mutuo, la actitud pacífica y la cooperación.
Firmantes:
Vusal Khalilov
Leyla Jafarova
Karl Lebt
Bahruz Samadov
Giyas Ibrahim
Samira Alakbarli
Toghrul Abbasov
Javid Agha
Leyla Hasanova
Fuente: http://www.criticatac.ro/lefteast/a...
Traducción: Eva Aneiros