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Uri Avnery

Elefantes blancos.  El ciclo de los petrodolares y el comercio de armas en Oriente Medio

Elefantes blancos. El ciclo de los petrodolares y el comercio de armas en Oriente Medio

Los sauditas venden petróleo a los norteamericanos en dólares. Mucho
petróleo, muchos dólares. Los Estados Unidos, con una gran brecha en su
equilibrio comercial, no pueden permitirse el lujo de perder esos
millones. Así que para que Estados Unidos pueda afrontar esta carga, los
sauditas deben devolver al menos una parte del dinero. ¿Cómo? Bastante
simple: compran armas norteamericanas que no necesitan.
Por Uri Avnery
El rey de Siam sabía cómo tratar con sus rivales: les regalaba un
elefante blanco.

Los elefantes blancos son raros en la naturaleza, y por consiguiente,
sagrados. Y en tanto sagrados, no pueden ser usados para trabajar. Pero
los elefantes, inclusive los sagrados, comen. Y comen mucho. Lo
suficiente para convertir a un hombre rico en uno pobre.

Un amigo, el general Matti Peled, quien fue en una época administrador
general del ejército, señalaba la similitud entre estos elefantes y
muchos de los regalos que nos hizo el presidente de los Estados Unidos.

Según los términos de estos generosos préstamos, la mayor parte de ellos
debe gastarse en los Estados Unidos. Asumamos que Israel necesita los
tanques Merkava, fabricados en Israel. O los sistemas antimisiles,
también de manufactura local. Pero en lugar de adquirir estos en Israel,
el ejército israelí compra aviones norteamericanos que no necesita.

Un avión militar innovador es un objeto inmensamente caro. Es cierto,
nosotros lo conseguimos por nada. Pero, como el elefante blanco, el
avión es de mantenimiento muy costoso. Necesita pilotos cuyo
entrenamiento cuesta fortunas. También necesita campos de aviación. Y
todos estos gastos suman mucho más que el precio del propio avión.

¿Pero qué ejército puede negarse a semejante regalo?

El Medio Oriente está siendo invadido ahora por una manada de elefantes
blancos.

Esta semana se supo que el presidente Bush está a punto de proporcionar
a Arabia Saudita cantidades enormes de armas ultramodernas. Al precio de
20.000 millones de dólares.

Evidentemente, las armas son necesarias para que Arabia Saudita se
fortalezca frente al Gran Satán: Irán. A los ojos sauditas, ése es ahora
el gran peligro.

Pero ¿cómo pasó esto? Durante siglos, Irak sirvió como una pared entre
los shiitas persas de Irán y los árabes sunnitas del Medio Oriente.
Cuando el presidente Bush derrocó el régimen sunnita en Irak, la región
entera se abrió al poder shiíta. En el propio Irak, se instaló un
gobierno shiíta y las milicias shiítas afloran a voluntad. El Hezbollah
shiíta está afianzando su poder en el Líbano, e Irán está extendiendo su
largo brazo a todos los shiitas de la región.

Alá, en su sabiduría infinita, ha visto que casi todas las grandes
reservas de petróleo del Medio Oriente están liocalizadas en áreas
shiitas: Irán, el sur de Irak y las zonas shiítas de Arabia Saudita y
los principados del Golfo Pérsico. Si estas reservas se les escurren de
las manos a los Estados Unidos, se producirá un cambio drástico en el
equilibrio de poder, no sólo en la región sino en el mundo entero.

Por consiguiente, el fortalecimiento de Arabia Saudita -gobernado por
sunnitas conservadores - tiene mucho sentido desde el punto de vista
norteamericano. Sin embargo, la venta de armas es casi irrelevante para
esto.

Los sauditas no necesitan las armas. Ellos tienen un instrumento mucho
más eficaz que cualquier número de aviones y tanques: el suministro
inagotable de dólares. Ellos lo usan para financiar a los amigos,
comprar influencias y sobornar líderes.

Por otro lado, Arabia Saudita es incapaz de mantener las armas que le
están llegando. No tiene suficiente cantidad de pilotos para los aviones
que está comprando, ni tripulaciones para los tanques. El nuevo
armamento juntará arena en el desierto, como todas las armas caras que
ha comprado en el pasado.

Entonces, ¿cuál es el sentido de comprar más armas por nada menos que
20.000 millones?

Bien, los sauditas están vendiendo el petróleo a los norteamericanos en
dólares. Mucho petróleo, muchos dólares. Los Estados Unidos, con una
gran brecha en su equilibrio comercial, no pueden permitirse el lujo de
perder estos millones. Así que para que Estados Unidos pueda afrontar
esta carga, los sauditas deben devolver al menos una parte del dinero.
¿Cómo? Bastante simple: compran armas norteamericanas que no necesitan.

Éste es un tiovivo que beneficia a todos. Sobre todo a los príncipes
sauditas. Arabia Saudita está bendecida con una gran abundancia de estos
- unos 9.000 (nueve mil) príncipes, todos pertenecientes a la Casa de
Saud. Un príncipe tiene muchas esposas, una esposa tiene mucha
descendencia. Algunos de ellos son distribuidores de armas que
automáticamente reciben importantes comisiones de los millones de las
armas. (Es fácil trabajar así: un mísero uno por ciento de 20.000
millones son 200 millones. Y ellos se reirían de una comisión del uno
por ciento.)

Los príncipes tienen, por consiguiente, intereses establecidos en este
conveniente arreglo.

Aquí es donde Israel entra en escena.

Cada venta de armas de la Casa Blanca necesita el asentimiento del
Congreso. En el Congreso, los «amigos de Israel» -los lobbies judío y
evangélico- juegan un papel supremo. Cualquier senador o diputado puede
olvidarse de ser reelegido si ofende a alguno de estos lobbies.

Cuando Israel levanta su voz contra un acuerdo de venta de armas con
Arabia Saudita, la Casa Blanca tiene un problema. Más aun desde que hay
una cierta lógica en la objeción israelí: la base aérea saudita de Tabuk
está a pocos minutos de vuelo del puerto israelí de Eilat.

¿Qué hacer? Fácil: dénnos un regalo de armas para mantener "el
equilibrio de poder«y nuestra superioridad»cualitativa sobre todos los
ejércitos árabes juntos."

Así que, junto con los 20 mil millones acordados con los sauditas, el
presidente Bush dispuso que la ayuda militar anual norteamericana para
Israel debe aumentar de 2.400 a 3.000 millones. Eso significa que en los
próximos diez años Israel recibirá armas por 30.000 millones de dólares.

Además de una pequeña parte del préstamo que Israel puede gastar en
otros mercados, la mayor parte de la suma debe gastarse en los Estados
Unidos. Desde el punto de vista económico, el regalo a Israel es
realmente un enorme impulso a la industria de armamentos norteamericana.
Enriquecerá a los fabricantes de armas que están cercanos al corazón de
Bush. También mostrará al público norteamericano cómo su sabio
presidente crea muchos nuevos y buenos trabajos para ellos.

Éste, claro, no es el fin de la historia.

Sería inaceptable «fortalecer» a los gobernantes de Arabia Saudita de
tal impresionante manera, sin dar algo a los otros reyes, presidentes y
emires que cooperan con los norteamericanos. Egipto, Jordania y los
emires del Golfo también esperan su porción.

Por consiguiente, los nuevos tratados de armas sumarán 40, 50 y Dios
sabe cuántos miles de millones de dólares más.

Eso no está nada mal para los fabricantes de armas que ayudaron a Bush a
llegar a la presidencia y continúan apoyándolo. No es malo para los
vendedores de armas, los príncipes y todos aquellos que sacan partido,
ni para los régimenes corruptos que gobiernan Medio Oriente (y en este
sentido, Israel finalmente ha tenido éxito volviéndose parte de la región.)

Todo esto podría ser divertido si no fuera por el lado oscuro de estos
acuerdos.

Cuando yo era niño, me enseñaron que uno de los tipos humanos más
despreciables era el comerciante de armas. Él es bastante diferente de
todos los otros tipos de comerciante, porque su mercancía es la muerte.
Sus riquezas están manchadas de sangre. El título «comerciante de armas»
era, en ese momento, un insulto, uno de los peores. Una persona no se
presentaría como a tal a menos que admitiera ser un mercenario.

Los tiempos han cambiado. El vendedor de armas es ahora una persona
respetable. Puede ser una celebridad, un objeto de adulación para la
prensa, un amigo de políticos, un generoso patrocinador de miembros de
gobiernos.

Las armas tienen su propia vida. Ellas se esfuerzan por cumplir su
misión. Su tarea es matar. Un general cuyos arsenales están llenos
tiende a fantasear sobre la guerra de este verano o la guerra de este
invierno.

El mortífero potencial de las armas está mejorando todo el tiempo, y sus
fabricantes necesitan dónde probarlas. Hace algunos días, uno de
nuestros generales reveló por televisión que bajo un acuerdo
norteamericano-israelí, el ejército israelí estaba obligado a informar
al establishment militar norteamericano sobre la efectividad de todos
los tipos de armas. Por ejemplo: la exactitud de las bombas inteligentes
y el rendimiento de los aviones, los proyectiles, los tanques y todos
los otros instrumentos de destrucción en nuestras guerras.

Cada «asesinato selectivo» en Gaza o el uso de bombas de fragmentación
en el Líbano sirven como test. La destrucción de un barrio en Beirut, la
muerte de mujeres y niños como «daños colaterales», la continuada
amputación de extremidades por las bombas de fragmentación en el sur del
Líbano son, todos, datos estadísticos muy importantes para que los
fabricantes de armas norteamericanos puedan mejorar sus productos.

Un trato es un trato, y los bienes son bienes.

En la misma semana que se anunciaron estos importantes acuerdos de
armas, Ehud Olmert habló sobre un diálogo (ilimitado en el tiempo) sobre
el acuerdo (siempre postergado) de un Estado palestino. Condoleezza
estaba nuevamente revoloteando por las capitales de la región, sonriendo
y hablando, dando abrazos y discursos.

Arabia Saudita está diciendo que quizá pueda estar lista para sentarse
con Israel en la mesa de negociaciones, que podría concretarse en el
próximo otoño. Esto se entiende también como algo que puede facilitar
que el Congreso (léase el lobby pro israelí) confirme el acuerdo de armas.

La gente de Bush ha anunciado por enésimo vez que una "ventana de
oportunidades«nuevamente se ha abierto. (No un»portón de
oportunidades«, no una»puerta de oportunidades", sino una ventana. Como
si por las ventanas se pudiera pasar en lugar de mirar a través de ellas)

Toda esto me recuerda otra historia acerca del elefante blanco: Un
millonario norteamericano estaba obsesionado por adquirir un elefante
blanco para impresionar a sus pares. Pero estaba estrictamente prohibido
exportarlos desde Tailandia, porque estaban en extinción.

Un hábil comerciante le prometió el elefante blanco, e inclusive le
anticipó cómo haría para enviárselo: lo pintaría de gris para poder
contrabandearlo.

Y así fue. Cuando el envío llegó, era un elefante gris. Al cepillarlo
bien, apareció el elefante blanco. Pero al seguir cepillándolo, la
pintura blanca también desapareció y debajo de ella emergió el elefante,
que era gris.

La fuente: El autor es periodista, ex legislador y pacifista israelí.
La traducción del inglés pertenece a Sam More para elcorresponsal.com.

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