Los demócratas y los republicanos de EE. UU. están unidos en la creencia de que Irán representa un riesgo para los intereses estadounidenses en Oriente Próximo y que, por tanto, debe ser refrenado. Irán es demasiado irracional como para confiar en él si tiene armas nucleares, exclaman los belicistas que hace sólo medio siglo arrojaron bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Irán se está entrometiendo en los asuntos internos de Irak y proporcionando armas a las milicias chiitas, afirma el gobierno que está ocupando Irak y dictando las leyes y la política.
Además de estas ridículas excusas para la guerra, se está preparando el terreno para otra historia de rescate más, similar a la que se utilizó para justificar la guerra afgana. La historia de rescate tiene dos componentes: un dictador brutal y «maligno» y una población oprimida. No es una coincidencia que dos imágenes de Irán hayan dominado el panorama mediático de las últimas semanas. Una es la del «nuevo Hitler» Mahmoud Ahmadineyad que ha sido representado como el «mal» personificado. La otra imagen es la de una demacrada Haleh Esfandiari, la intelectual americanoiraní, que fue detenida por el gobierno Iraní y puesta en libertad recientemente.
El tratamiento xenófobo e histérico de los medios de comunicación corporativos sobre la visita de Ahmadineyad a Nueva York fue aumentado por el Presidente Lee Bollinger de la Universidad de Columbia. En sus comentarios introductorios antes del discurso de Ahmadineyad en la universidad, Bollinger denuncio rotundamente al presidente iraní. Acabó sus comentarios lamentándose de su falta de habilidad para elaborar mejores invectivas y diatribas, señalando que cargaba sobre sus hombros el «peso del mundo moderno y civilizado». [1]
No hace falta decir que, desde el punto de vista de Bollinger, Irán no pertenece a este club del «mundo moderno y civilizado». Esta sociedad obviamente sin civilizar, dirigida por un «insignificante y cruel dictador», está formada por personas que están gravemente oprimidas y por tanto necesitan desesperadamente una intervención por parte del Occidente civilizado. La otra mitad de este cuadro ha sido pintada no sólo por la atención de los medios hacia el arresto de varios americanoiranís, sino también por bestsellers como Reading Lolita in Teheran, de Azar Nafisi.
Desde luego, el gobierno de Ahmadineyad ha tomado duras medidas contra las protestas y ha hostigado y detenido a activistas de los derechos humanos y de las mujeres. Ahmadineyad también tiene una visión reaccionaria del Holocausto judío, de la homosexualidad y de muchas más cosas. Sin embargo, lo que no se dice y a lo que muchas veces se le resta importancia en la historia establecida de «la carga del hombre blanco», es que los iraníes tienen la capacidad y el deseo de luchar contra todo esto. Es vital distinguir la visión de un presidente de las metas y aspiraciones de un pueblo. Tan cierto como que George Bush no representa los puntos de vista de toda la gente de EE. UU., la visión de Ahmadineyad no es representativa de la sociedad iraní en su conjunto.
Lo que es más importante, los activistas de Irán son perfectamente capaces de enfrentarse a regímenes represivos, no necesitan la interferencia de EE. UU. Hay varios movimientos de derechos humanos muy activos en Irán y son ellos los que deben decidir el futuro de su país. Este artículo es una llamada de atención sobre el movimiento de las mujeres, un movimiento con una larga historia que se remonta al menos un siglo. En lo que sigue, quiero dar una visión general del estado actual del movimiento de las mujeres, haciendo hincapié en sus puntos fuertes y en sus retos.
Hoy en día Irán sigue una interpretación conservadora de la ley islámica, la Sharia, que discrimina sistemáticamente a las mujeres. Por ejemplo, el testimonio de una mujer en un juicio vale la mitad que el de un hombre, y si una mujer es asesinada, la compensación para su familia es también la mitad de lo que sería en el caso de la muerte de un hombre. Las leyes niegan también la igualdad de derechos para las mujeres en cuestión de divorcio, custodia y herencia. [2]
Unidos en su reivindicación de la igualdad ante la ley, los grupos feministas, incluyendo tanto a grupos laicos como a feministas islámicos, convocaron una manifestación en junio de 2006. Miles de mujeres participaron en la manifestación, pero la policía tomó duras medidas contra ellas y arrestó a varias docenas. Con posterioridad y energías renovadas, este movimiento de mujeres lanzó una campaña para reunir un millón de firmas pidiendo la igualdad para las mujeres.
La campaña, «Un millón de firmas pidiendo cambios en las leyes discriminatorias», está también diseñada como un ejercicio para despertar la conciencia. Muchos miembros del movimiento han manifestado que buscar simplemente un cambio jurídico no es suficiente y que lo que hace falta es la movilización social. Para conseguir esto, la campaña ha entrenado a cientos de mujeres para educar a los demás sobre las injusticias, pero también espera aprender de las mujeres corrientes sobre sus necesidades y demandas, [3]
El movimiento se ha esforzado por demostrar que no está en conflicto con la ley islámica, sino que ofrece otras interpretaciones de la Sharia que cuentan, de hecho, con el apoyo de varios expertos académicos religiosos. También hay prevista una campaña contra la pena de lapidación por adulterio. Hasta agosto de 2007, la campaña había reunido 100.000 firmas. [4] Éste es un buen comienzo, pero el movimiento tiene aún mucho por recorrer, y hay contradicciones y tensiones dentro del propio movimiento.
Las tendencias feministas religiosas y laicas en Irán han estado, en ocasiones, en desacuerdo las unas con las otras, y son un reflejo de corrientes más amplias dentro de la sociedad iraní. Cuando el Shah, al que apoyaban los EE. UU., fue depuesto tras masivas manifestaciones y huelgas que expresaban el descontento hacia su régimen represivo y corrupto en 1979, tanto las mujeres religiosas como las laicas jugaron un papel. Las fuerzas islamistas movilizaron a las mujeres religiosas basándose en fuertes modelos sociales recogidos de la historia del Islam, tales como el de Fátima, la madre del profeta Mahoma, que luchó contra la represión. Las mujeres laicas empezaron también a llevar el hiyab como símbolo de protesta frente al occidentalizado Shah. [5]
Una vez que el Ayatolá Jomeini se aseguró el poder, introdujo el velo obligatorio. Esto provocó protestas masivas tales como la del 8 de marzo de 1979, en el Día Internacional de la Mujer. Sin embargo, también había un buen número de contramanifestantes ese día, incluyendo mujeres religiosas. Desde principios de los 80, ha visto la luz una tendencia llamada Feminismo Islámico, cuyos miembros utilizan argumentos que proceden de textos islámicos y tradiciones, y no de pensadores occidentales, para construir sus argumentos a favor de los derechos de las mujeres.
El gobierno de Jomeini retiró algunas leyes que habían otorgado un cierto grado de autonomía a las mujeres y las reemplazó con una interpretación estricta de la Sharia. Sin embargo, muchas mujeres religiosas lucharon por el cambio, Este activismo, combinado con el énfasis del gobierno en extender la educación hizo que en la primera década tras la revolución, la matriculación de niñas en las escuelas se incrementara en un 50%. Estas nuevas mujeres educadas formaron la espina dorsal del nuevo activismo de los 90 y 2000. [6]
En Irán hoy en día, las mujeres tienen una variedad de trabajos. Son médicos, abogados, profesoras... Al contrario de lo que sucede en Arabia Saudí, el viejo aliado de EE. UU., donde a las mujeres se les prohíbe conducir coches, las mujeres iraníes llevan mucho tiempo haciéndolo. Las mujeres constituyen el 65% de los estudiantes universitarios, lo que las convierte en más educadas que su contrapartida masculina, y lo que las sitúa a la par con las mujeres de países capitalistas avanzados. [7] La alfabetización femenina está en el 80%. [8] Hay muchos grupos para los derechos de las mujeres, varias revistas feministas, y muchas revistas para mujeres. Las mujeres de Irán han luchado por sus derechos ante los tribunales y han sido apoyadas por abogadas que no se dejan intimidar.
Además de las batallas jurídicas, las mujeres y sus aliados masculinos han participado en el proceso electoral, incrementando gradualmente el número de mujeres en el gobierno. Las mujeres votaron en gran número por el reformista Jatami en 1997 y en 2001. Pero mientras que Jatami relajó las restricciones culturales y la censura, no hizo mucho por la reforma. Esto, junto con otras traiciones, le llevó a la derrota en 2005, y propició el ascenso de Ahmadineyad.
El movimiento feminista en Irán es hoy más fuerte que en muchas partes de Oriente Próximo. Y mientras que el movimiento se enfrenta a retos tanto internos (feminismo islámico frente a feminismo laico) como desde fuera (la brutalidad del gobierno actual), no se verá ayudado por las bombas de EE. UU. Si hay algo que la guerra consigue típicamente, es dar a los gobiernos la excusa que necesitan para tomar duras medidas contra la disidencia interna. Como dijo Shirin Ebadi, un preeminente abogado y activista de los derechos humanos en Irán, y premio Nobel de la Paz,
«La política americana hacia Oriente Próximo, y hacia Irán en particular, se arropa en ocasiones con palabras que promueven los derechos humanos. Nadie negaría la importancia de tal objetivo. Pero para los defensores de los derechos humanos en Irán, la posibilidad de un ataque militar extranjero en su país representa un desastre total para su causa.» [9]
Más aún, enormes volúmenes con datos de varias organizaciones de derechos humanos muestran con bastante claridad que EE. UU. no «liberó» a las mujeres afganas. Sería ingenuo pensar que tiene algún interés en luchar por los derechos de las mujeres de Irán. Si el movimiento de las mujeres de Irán sirve para algo, es como inspiración para el tipo de activista de base que se necesita con tanta urgencia en EE. UU., donde el derecho al aborto y otros derechos de las mujeres has sido reducidos a migajas durante las últimas décadas. La gente que apoya los derechos de las mujeres en EE. UU. debe solidarizarse con el movimiento de las mujeres de Irán y rechazar todas los llamamientos a la guerra.
Deepa Kumar es la autora de Outside the Box: Corporate Media, Globalization, and the UPS Strike (Univ. of Illinois Press, 2007). En la actualidad trabaja en un libro sobre los medios y Oriente Medio. Este artículo fue escrito originalmente para Socialist Worker.
Notas
[1] Lee Bollinger (24 de septiembre de 2007). «President Lee C. Bollinger’s Introductory Remarks at SIPA-World Leaders Forum with President of Iran Mahmoud Ahmadinejad.» Columbia News, disponible online en http://www.columbia.edu/cu/news/07/...
[2] Shirin Ebadi, «Campaign for Equality,» disponible online en http://zanestan.net/issue14/06,10,30,07,07,45/
[3] Nikki R. Keddi (2007), «Iranian Women’s Status and the Struggle since 1979,» Journal of International Affairs, Vol 60, no. 2.
[4] Christia Fotini (August 26, 2007), «A quiet battle for rights in Iran.» Washington Post, p. B07. Edición regional, recuperado de Lexis-Nexis.
[5] Ibíd. Ver también, Ali Akbar Mahdi (2004), «The Iranian Women’s Movement: A Century Long Struggle.» Muslim World, Vol. 94 Número 4.
[6] Keddi
[7] Ebadi, «Campaign.»
[8] Varias Fuentes confirman estos números, incluyendo Keddi.
[9] Shirin Ebadi (19 de febrero de 2005), «Attacking Iran would be disaster, not Freedom.» Publicado originalmente en el periódico británico Independent, disponible online en la página de CommonDreams.org: http://www.commondreams.org/views05...