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Recurren al sabotaje para no volver a tomar medidas (más) violentas y no tener que mostrarse tal como son

Israel se ha convertido en una sociedad basada en la fuerza y ​​la violencia

Israel se ha convertido en una sociedad basada en la fuerza y ​​la violencia

Por Gideon Levy

¿En qué piensan los israelíes cuando alimentan esas historias de miedo acerca de la flotilla, si no es en el uso de la fuerza? ¿Es que esos activistas quieren matar a los soldados de las FDI? Saldremos a su paso y los mataremos primero.

¿Nos escuchamos a nosotros mismos? ¿Somos aún conscientes del ruido abominable que viene de aquí? ¿Nos damos cuenta de cómo el discurso es cada vez más violento y cómo el lenguaje de la fuerza se ha convertido en el casi único idioma oficial de Israel?

Un grupo de activistas internacionales se dispone a navegar a bordo de una flotilla rumbo a las costas de la Franja de Gaza. Muchos son activistas sociales y luchadores por la paz y la justicia, veteranos de la lucha contra el apartheid, el colonialismo, el imperialismo, las guerras inútiles y la injusticia. Resulta difícil afirmar esto aquí, puesto que ya han sido calificados como delincuentes.

Hay entre ellos intelectuales, sobrevivientes del Holocausto y personas de conciencia. Cuando lucharon contra el apartheid en Sudáfrica o la guerra de Vietnam, se ganaron la admiración por sus acciones, incluso aquí. Pero decir una palabra de elogio ahora sobre estas personas, algunas de edad avanzada, que están arriesgando sus vidas e invierten su dinero y su tiempo en una lucha que consideran justa, se ve como una traición a la patria. Es posible que algunas personas violentas se hayan mezclado con ellos, pero la gran mayoría es gente de paz, no odian a Israel, lo que odian son las injusticias. Han decidido no permanecer en silencio y desafiar el orden existente que es inaceptable para ellos, que no puede ser aceptable para cualquier persona moral.

Sí, tienen la expectativa de crear una provocación, la única manera de recordar al mundo la situación de Gaza, que a nadie interesa a menos que sea por los cohetes Qassam o las flotillas. Sí, la situación en Gaza ha mejorado en los últimos meses, en parte debido a la flotilla anterior. Pero Gaza no es aún libre y está lejos de ello. No tiene salida ni por mar ni por aire, no hay exportaciones y sus habitantes siguen parcialmente encarcelados. Los israelíes a los que les saca de quicio que el aeropuerto internacional Ben Gurión se cierre durante dos horas deberían ser capaces de entender cómo es vivir sin un puerto. Gaza tiene derecho a su libertad, y los que van a bordo de la flotilla tienen derecho a actuar para que los gazanos la logren. Israel debería permitirles esa demostración.

Pero miren cómo está reaccionando Israel. La flotilla ha sido descrita inmediatamente por todos como una amenaza a la seguridad, han calificado a sus activistas como enemigos y no caben dudas sobre las ridículas suposiciones que hacen rodar con avidez los funcionarios de defensa y la prensa. Aún no se han apagado los ecos de la campaña de demonización de la flotilla anterior, en la que fueron asesinados varios ciudadanos turcos sin motivos, y, sin embargo, ya ha comenzado la nueva campaña. Tiene todas las expresiones de moda: peligro, sustancias químicas, combate cuerpo a cuerpo, musulmanes, turcos, árabes, terroristas y tal vez algunos atacantes suicidas. ¡Sangre, fuego y columnas de humo!

La conclusión inevitable es que sólo hay una manera de actuar en contra de los pasajeros de la flotilla, y es por la fuerza, y sólo por la fuerza, como con todas las amenazas a la seguridad. Este es un patrón recurrente, la satanización primero, luego la legitimación (para actuar de forma violenta). Recuerden los largos cuentos sobre las sofisticadas armas que venían a través de los túneles de contrabando hacia la aprisionada Gaza. Luego se desplegó la Operación Plomo Fundido y los soldados, por más que buscaron, no encontraron nada de eso.

La actitud hacia la flotilla es una continuación de la misma conducta. La campaña de tácticas de miedo y demonización es lo que contribuye a la retórica violenta que se está apoderando de todo el discurso público. Y, ¿qué debe pensar un israelí que está continuamente alimentado con historias de miedo acerca de la flotilla, si no es sobre el uso de la fuerza? ¿Es que los activistas quieren matar a soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel? Saldremos a su paso y los mataremos primero.

Ahora los políticos, los generales y los comentaristas están compitiendo entre ellos a ver quién puede ofrecer la descripción más aterradora de la flotilla, qué historia puede inflamar más a la opinión pública, quién alaba mejor a los soldados que nos van a salvar y quién puede exhibir la más pomposa retórica que cabría esperar antes de una guerra. Un comentarista importante, Dan Margalit, se puso poético en su columna del periódico: «Benditas sean las manos», escribió sobre las manos que sabotearon uno de los barcos destinados a tomar parte en la flotilla. Es otra acción ilegal y digna de matones que aquí gana el aplauso inmediato sin que nadie se pregunte: ¿con qué derecho?

Esta flotilla tampoco pasará. El primer ministro y el ministro de Defensa lo han prometido. Van a demostrar a esos activistas quién es más hombre, quién es más fuerte y quién está al mando, por aire, por tierra y por mar. Las «lecciones» de la flotilla anterior se han aprendido bien, no las de los asesinatos inútiles o las del ataque violento e innecesario a las naves, sino la de la humillación de los militares de Israel.

Pero la verdad es que la humillación real radica en el hecho de que los comandos navales se enviaron en primer lugar a interceptar a los barcos, y eso es algo que nos retrata a todos nosotros: ¿cómo nos hemos convertido en una sociedad cuyo lenguaje es la violencia, un país que pretende resolver casi todo por la fuerza, y sólo por la fuerza?


Fuente: Haaretz

Fecha de publicación original: 30/06/2011

Traducido por J.M. y Caty R. para Rebelión; editado por A. Atienza

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