Seguro que muchos han leído esa frase que dice que Israel no es
un país que tiene un ejército, sino un ejército que tiene un país.
Suena contundente, pero está algo alejada de la realidad. El problema
de Israel no tiene que ver tanto con la superioridad del poder militar
sobre el civil (para entendernos, no es una dictadura latinoamericana
de los 70), sino de militarización del lenguaje político.
La última guerra del Líbano arroja algunas consecuencias
interesantes al respecto. No se puede decir que haya sido un conflicto
impuesto por el alto mando militar sobre el poder civil. Las Fuerzas
Armadas israelíes tenían otras opciones que, como había ocurrido otras
veces en los últimos seis años, contemplaban ataques contra las
posiciones de Hizbolá en el sur del Líbano, y no necesariamente una
ofensiva total.
Fueron Olmert y Peretz, la combinación más civil y con menos
experiencia militar que haya habido nunca en los principales puestos
políticos del país, los que apostaron por la estrategia finalmente
aplicada, aunque es cierto que en los últimos dos días condicionaron la
ofensiva por tierra a las negociaciones que tenían lugar en la sede de
la ONU.
Y si consideramos que los medios de comunicación forman parte de la
sociedad civil, lo que es obvio, encontraremos que la gran mayoría de
ellos apoyó la decisión de ir a la guerra. A su final, han criticado la
actuación del Ejército (la falta de material para los reservistas, las
deficiencias logísticas...) o el resultado del conflicto, pero muy
pocos han cuestionado la estrategia adoptada.
Por tanto, no son sólo los militares los que afirman en Israel que siempre hay una solución militar para un problema político.
Para entender la influencia de los generales en Israel, acaba de aparecer un libro que responde a algunas de estas cuestiones. «Generals in the Cabinet Room: How the Military Shapes Israeli Policy». Su autor es Yoram Peri, que fue asesor de Rabin y hoy es un reconocido experto en temas de seguridad.
Peri explica que el Ejército no se limita a aplicar la política
aprobada por el Gobierno, sino que interviene de forma activa, e
influyente, en el proceso de toma de decisiones. Esta intervención no
se hace a espaldas de los políticos. Son éstos quienes la favorecen y
la permiten a través de distintos canales institucionales. En este
proceso, se crean ’coaliciones’ entre políticos y militares (a estos
últimos habría que añadir los responsables de los servicios de
inteligencia) al servicio de ciertas estrategias y también con el fin
de vender a la opinión pública una determinada política.
Como en toda coalición, si uno de los socios es demasiado débil, el
otro no desaprovecha la oportunidad. Esto ha sido evidente durante la
intifada de Al Aqsa, según Peri. Sin soluciones estratégicas que
aportar, los políticos dejaron que fueran los militares los que
dirigieran la respuesta a la rebelión palestina.
Y por debajo de la discusión política, en los hechos sobre el
terreno, la influencia del Ejército era aún mayor. Los generales
ordenaron a sus soldados una actuación agresiva que provocó un alto
número de bajas entre los palestinos. Decir que los militares estaban
descontrolados no cuenta toda la realidad. En la práctica, los
Gobiernos dejaron que el Ejército llevara la iniciativa, no sólo
militar, sino también política.
La tendencia no es nueva. Entre 1967 y Oslo, existía una doble
infraestructura civil y militar de Israel para gestionar la situación
de Gaza y Cisjordania. La formación de la Autoridad Palestina y la
segunda intifada hicieron que esa vertiente civil desapareciera por
completo. La antigua ficción por la que Israel se ’responsabilizaba’
del desarrollo de los territorios palestinos acabó y lo que quedó fue
una simple ocupación militar. Es el Ejército quien decide qué hacer en
los territorios palestinos y los políticos sólo intervienen cuando la
violencia adquiere niveles preocupantes.
Hace 23 años, otro libro de Peri contribuyó a alejar la vieja idea
de que el Ejército era tan sólo el brazo ejecutor de la política de
seguridad del Gobierno sin ninguna intervención en su concepción. Ahora
define con más precisión lo que podriamos llamar el pensamiento militar
en Israel, no como un rasgo único de los uniformados, sino como una
mentalidad que alcanza por igual a políticos y militares. Y en la
práctica confiere al Ejército un grado de autonomía del que no goza
ninguna fuerza militar en los países democráticos.
----
The Israeli Military and Israel’s Palestinian Policy: From Oslo to the Al Aqsa Intifada. Yoram Peri, diciembre de 2002. (Texto completo, pdf 64 págs).