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Más sobre la difícil situación de la infancia palestina

Los niños de la guerra

Los niños de la guerra

Gideon Levy
Haaretz

Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

Tomado de Rebelión

Otra vez los niños. Cinco niños muertos en Gaza en ocho días. La indiferencia pública por estos asesinatos (a los tres últimos, por ejemplo, se les concedió sólo un breve artículo en los márgenes de la página 11 de Yedioth Ahronoth, un asunto repugnante en sí mismo) no puede disimular el hecho de que el ejército israelí está librando una guerra contra los niños. Hace un año, una quinta parte de los muertos en la operación «Lluvia de verano» en Gaza fueron niños; durante las dos últimas semanas, los niños han supuesto una cuarta parte de los 21 muertos. Si, Dios no lo quiera, resultan heridos niños en Sderot, tendremos que recordar esto antes de que empecemos a armar un escándalo.

El ejército israelí afirma que los palestinos han puesto en práctica el envío de niños a recoger las lanzaderas de los Qassam. Sin embargo, en este caso, los niños asesinados no estaban recogiendo las lanzaderas. A los dos primeros los mataron mientras recogían algarrobas y los tres siguientes -según la investigación del propio ejército israelí- estaban jugando a «tú la llevas». Pero incluso aceptando la afirmación del ejército israelí de que hay una tendencia general a enviar a los niños a recoger las lanzaderas (que no se ha demostrado), eso debería haber provocado un cese inmediato de los disparos a los recogedores de lanzaderas.
Pero al ejército de ocupación israelí no le importa si sus víctimas pueden ser niños. El hecho es que disparan a las figuras que consideran sospechosas, con conocimiento pleno -según su propia argumentación- de que podrían ser niños. Por consiguiente, un ejército que dispara a los recogedores de lanzaderas es un ejército que mata a niños, sin ninguna intención evitarlo. Esto no es, pues, una serie de errores infortunados, como se está retratando, sino que refleja el desprecio del ejército por las vidas de los niños palestinos y su espantosa indiferencia ante su destino.

Una sociedad que tuviera respeto por la ética, al menos se preguntaría: ¿Está permitido disparar sobre cualquiera que se acerque a las lanzaderas, aun cuando sabemos que algunas de estas personas pueden ser niños pequeños, faltos de juicio, y por lo tanto no punibles? ¿O estamos soltando todos los frenos en nuestras operaciones de guerra? Aun cuando aceptemos las afirmaciones del ejército de ocupación sobre que sus sofisticados dispositivos de visión no les permiten distinguir entre un muchacho de diez años y un adulto, el ejército no puede eludir su responsabilidad por esta acción criminal. Aun cuando asumamos una presunción completamente inadmisible de que cualquiera que va a las lanzaderas está casi abocado a la muerte, el hecho de que los niños estén implicados debería cambiar las reglas. Añadamos a esto el hecho de que disparar a los recogedores de lanzaderas ha detenido los Qassam, o incluso reducido su número, y usted llega a otra fría conclusión: el ejército israelí dispara a los niños para infligir venganza y castigo.

Ningún niño de Sderot está más seguro como consecuencia de esas muertes. Al contrario.

Cualquiera que eche una mirada honrada a la progresión de los hechos durante los dos últimos meses descubrirá que los Qassam tienen un contexto: casi siempre se disparan tras una operación de asesinato del ejército de ocupación israelí, y ha habido muchas de estas. La pregunta quién empezó no es una pregunta infantil en este contexto. El ejército de ocupación ha vuelto a las matanzas, y con ganas. Y en esa estela ha habido un aumento de los lanzamientos de Qassam.

Esa es la verdad y nos la están ocultando. Cuando Gabi Ashkenazi y Ehud Barak asumieron sus cargos soltaron las riendas. Si Barak fuera un representante de la derecha política quizás ya habría sonado un clamor público contra las salvajes acciones del ejército israelí en Gaza. Pero todo se le permite a Barak, incluso el hecho de que las víctimas sean niños no importa; ni a él ni al público israelí.

Sí, los niños de Gaza se juntan alrededor de los Qassam. Es prácticamente la única diversión que tienen en sus vidas. Es su parque de entretenimiento. Aquellos que arrogantemente sermonean a sus padres «para que los vigilen» nunca ha visitado Beit Hanoun. No hay nada allí, salvo callejones inmundos y casas exiguas. Incluso si es verdad que quienes lanzan Qassam están abusando de estos infelices niños (lo cuál todavía tiene que ser demostrado), esto no debe formar nuestro retrato moral. Sí, está permitido pisar el freno y tener precaución. Sí, no siempre es necesario responder, sobre todo cuando la respuesta acaba matando niños.

La manera de detener el lanzamiento de Qassam no es mediante matanzas indiscriminadas. Cada lanzador puede ser reemplazado. El inicio del año escolar es un mal presagio para nosotros y para ellos. Cualquiera que de verdad busque detener el disparo de Qassam debe alcanzar un acuerdo de alto el fuego con el gobierno actual de Gaza. Esa es la única manera y es posible. Los asesinatos, los bombardeos y la matanza de niños trabajarán exactamente en la dirección opuesta de lo que se pretende. Mientras tanto, mirad lo que nos está pasando a nosotros y a nuestro ejército.

Gideon Levy es periodista del diario israelí Haaretz.
Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

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