Durante cinco meses, el Ejército norteamericano ha mantenido
preso a un fotógrafo iraquí de AP llamado Bilal Hussein. A lo largo de
ese tiempo, la agencia ha intentado saber de forma discreta de qué se
acusa a Hussein y cuáles son las pruebas. Su paciencia se ha acabado.
AP denuncia públicamente su situación y acusa a los militares de su propio país de violar la legislación internacional:
“Bilal Hussein has been held in violation of Iraqi law and in disregard to the Geneva Conventions. He must be charged under the Iraqi system or released immediately.”
Los militares afirman que Hussein está relacionado con la
insurgencia y que, gracias a ello, obtuvo el acceso necesario para
obtener muchas de sus fotografías. Es la versión que aparece en un
email enviado a AP. Ningún tribunal ha podido examinar las supuestas
pruebas de las que se habla en ese mensaje. Y hay precedentes de estos abusos.
Lo que hace el Ejército con esta versión es sencillamente corroborar
las denuncias que muchos bloggers ultras de EEUU hicieron contra
Hussein. ¿Qué saben esos bloggers que desconoce AP? Nada. Sólo han
examinado las fotos a su manera y han llegado a la conclusión de que
sólo un colaborador de la insurgencia podría haberlas hecho. Comentario
de texto, en versión fotografía. Con eso es suficiente para mandar a
alguien a prisión.
AP ha revisado
las 420 fotografías enviadas por Hussein desde que comenzó a colaborar
con la agencia en septiembre del 2004, según el director de fotografía
de AP, Santiago Lyon. No ha visto nada que les haga sospechar:
Out of Hussein’s body of work, only 37 photos show insurgents or people who could be insurgents, Lyon said. "The vast majority of the 420 images show the aftermath or the results of the conflict - blown up houses, wounded people, dead people, street scenes," he said. Only four photos show the wreckage of still-burning U.S. military vehicles.
Los ’fiscales’ no necesitan más. Para algunos, estas fotos
son suficientes para meter a alguien en la cárcel sin aparente derecho
a juicio. Haber nacido en Faluya, como es el caso de Hussein, debe de
considerarse un agravante. Otros no han tenido problemas en adjudicarle
fotografías que no ha hecho.
Hussein recibió el año pasado, junto a otros 10 reporteros gráficos
de AP el Premio Pulitzer por su cobertura de la guerra de Irak.
En realidad, militares y bloggers han utilizado a Bilal Hussein como
símbolo de algo que les pone muy nerviosos: la capacidad de los medios
de comunicación de demostrar con pruebas el desastre de Irak. Eso no
hubiera sido posible sin la colaboración de los periodistas iraquíes.
Como acaba de reconocer Dexter Filkins,
del NYT, uno de los reporteros norteamericanos que más tiempo ha pasado
en Irak, el 98% del país, lo que incluye la mayor parte de Bagdad, está
fuera del alcance de los periodistas occidentales.
Encerrados en su residencia, los reporteros del NYT sólo pueden
hacer su trabajo gracias a los 70 iraquíes que tienen contratados. Casi
todos arriesgan su vida por estar a sueldo de un medio occidental.
Muchos ni siquiera confiesan a sus familias quién les paga ese sueldo.
Gracias a Bilal Hussein y a otros como él, supimos lo que ocurrió en Faluya. Por eso, está ahora en la cárcel.