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Pedro Oliver Olmo, Noticias de Navarra.

Movimiento de objeción e insumisión en Navarra

Movimiento de objeción e insumisión en Navarra

La estrategia criminalizadora del Estado contra la insumisión, que fracasó estrepitosamente en la sociedad española, recibió en las calles de Pamplona y en las galerías de la cárcel de San Roque la ración más sonora de su derrota. Pero la gran movilización insumisa de los 90, la textura a la vez radical y no violenta de su repertorio de acciones y la profundidad de unos mensajes antimilitaristas que enriquecían los meramente antimili, no pueden explicarse cabalmente sin conocer su nacimiento como movimiento social. Sólo se entiende si observarnos el ciclo completo. Tres décadas de desobediencia civil. Y por eso los primeros colectivos de objetores no han de ser enfocados como antecedentes de lo que ellos mismos impulsaron. No fueron los precedentes de nada. Fueron los iniciadores de todo.

Navarra, gracias a la Comunidad del Verbo Divino, estuvo presente en las primeras muestras de solidaridad con los objetores represaliados por la dictadura, en la campaña de apoyo al primero de ellos, Pepe Beunza, y en la de los objetores que desafiaron al Ejército no acudiendo a filas mientras realizaban su propio servicio civil en el barrio de Can Serra. Pero, realmente, el movimiento comenzó su andadura en Pamplona con el curso académico 1977-78, de la mano de un grupo de estudiantes (algunos de ellos jesuitas provenientes del Verbo Divino). Las primeras reuniones, a las que podían acudir entre 10 o 12 jóvenes, se celebraron en un piso de universitarios del barrio de San Juan. Más adelante, además de que se realizaron algunas asambleas en las Reparadoras, el grupo quedaría ubicado en Bizibaketzu, una suerte de comuna urbana adonde fueron a vivir algunos objetores y gente afín (hasta su traslado a Navarrería 6-1º).

Desde 1977 se dieron charlas en los barrios y se difundieron por Pamplona panfletos sobre la objeción de conciencia y la no violencia como filosofía y herramienta de lucha por la paz y la justicia social. En adelante se realizarían otro tipo de acciones y hasta una marcha de encartelados por las calles de la ciudad, acción que consiguió cierto reflejo periodístico en una época en la que la prensa no se acercaba a estas temáticas. El impulso inicial contemplaba también la relación con otros territorios. Desde muy pronto entablaron relación con los grupos de Euskadi. Por lo que respecta a la coordinación estatal, aquel otoño de 1977 hubo de servir como toma de contacto, al mismo tiempo que se preparaba la primera asamblea de constitución del Movimiento de Objetores de Conciencia (el MOC, la coordinadora estatal, luego llamada de objetores y objetoras y después de objeciónde conciencia). En marzo de 1978 empezaron a acudir a las estatales.

En la primavera de 1978, el grupo entonces autodenominado Objetores de Conciencia de Navarra -comenzó llamándose Nafarroako Konzientiziako Objetorea, pero más tarde, al menos desde octubre del 78, también firmaba como MOC-, publicaron en prensa el rechazo a la ley de UCD, la que nunca se aprobaría al verse boicoteada por sus supuestos beneficiarios. La actividad de los grupos de objeción debía aprovechar políticamente aquello que más les afectaba como jóvenes en edad de ser llamados a filas: acudir a la Caja de Reclutas a declarar su objeción, a rechazar el petate. Así se hizo por primera vez en junio de 1978. Se presentaron las primeras objeciones en el Gobierno Militar de Pamplona y no hubo problemas. En esa época, el vicepresidente Gutiérrez Mellado había cursado una circular interna ordenando que los objetores de conciencia quedaran “en incorporación aplazada” hasta que una ley regulara sus obligaciones. El Gobierno aplazaba un problema caliente que con el tiempo iba a ser mucho más difícil de atajar. Pero no se olvide que aquel momento era crucial para el objetor, un reto personal -el vértigo de la desobediencia- no exento de riesgos y miedos si se pensaba en la inseguridad que proyectaban los espacios y los mandos militares (de hecho, en 1980 tuvo que organizarse en Navarra y en todo el Estado una campaña para pedir la liberación de veinte objetores bilbaínos).

En el seno de los primeros colectivos de objeción de conciencia, radicados en Pamplona y en Usoz (adonde fueron a vivir algunos activistas del MOC de Bilbao, quienes luego ocuparían Lakabe), muy pronto, desde mediados de 1978 según la documentación de archivo, surgirían las mismas polémicas que ocupaban a otros colectivos en todo el Estado. Un movimiento en construcción, que había recibido su primer impulso del cristianismo social y el referente gandhiano, recibía las aportaciones de otras culturas políticas, como el ecologismo, el feminismo, el anarquismo, y en menor medida el marxismo (digamos, en este último sentido, que en los 70 la izquierda reformista ya no podía asumir, y la izquierda radical aún no podía entender, la peculiar radicalidad de un movimiento que preconizaba la no violencia y la desobediencia civil como formas de lucha política). Se discutía sobre la no violencia como estrategia o como táctica, y acerca del antimilitarismo como marco de referencia primordial, o sobre el papel de la desobediencia civil mientras se reclamaba una ley que, por lo demás, también chocaba con la presión militarista del momento, la de un ejército golpista.

En Pamplona tomó carta de naturaleza la estrategia que apoyaba la puesta en marcha de servicios civiles y, de hecho, en abril de 1981, siete objetores de conciencia navarros iniciaron la escuela-taller de la Txantrea como servicio social autogestionado. Paradójicamente, las controversias afectaban a la unidad del movimiento mientras crecía la incidencia social de la objeción de conciencia por barrios y por pueblos (tal y como hubo de constatarse y reenfocarse en la importante asamblea de Arguiñariz de septiembre de 1981). Se estaba ya en el comienzo de otra etapa decisiva. Los años 80 iban a ser transcendentales para la desobediencia civil antimilitarista en el camino hacia la insumisión.

Fuente: https://www.noticiasdenavarra.com/2...

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