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’Matadero 5’ narra el genocidio de la población de Dresde por los aliados en 1945

Muere Kurt Vonnegut, autor de «Matadero 5» y uno de los intelectuales estadounidenses más críticos

Muere Kurt Vonnegut, autor de «Matadero 5» y uno de los intelectuales estadounidenses más críticos

El novelista estadounidense Kurt Vonnegut, cuya obra dio a una mirada satírica a la sociedad de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, murió a la edad de 84 años.

Vonnegut falleció ayer, miércoles, en su hogar de la ciudad de Nueva York, varias semanas después de sufrir lesiones cerebrales como consecuencia de una caída.

Kurt Vonnegut fue aclamado por la crítica y consiguió sus primeros éxitos en la década de 1960.

Entre sus famosas novelas figuran “Sirenas de Titán” y “Matadero-5” que combina la ciencia-ficción y el sentido del humor, criticando la religión, la guerra, la tecnología y el consumismo. Para muchos, “Matadero 5” (Slaughterhouse-5) se ha convertido en uno de los libros pacifistas del siglo XX.

Nacido en Indianápolis en 1922, a finales de 1944 Vonnegut es capturado por las tropas alemanas en las Ardenas y confinado en Dresde. Como prisionero de guerra en el país de sus ancestros, estuvo encargado de sacar a la calle los cadáveres de las víctimas de los bombardeos aliados.

En la noche del 13 de febrero, escondido en el sótano de un matadero, asistió al terrible bombardeo incendiario que arrasó la ciudad alemana y mató a unas 500.000 personas, el doble muertos que el bombardeo atómico de Hiroshima. Irónicamente, entre los pocos habitantes de Dresde que se salvaron estaban el grupo de prisioneros aliados del que formaba parte el escritor.

Esta experiencia sería la base para “Matadero 5” (1969), una novela que mezcla realidad y ciencia-ficción con tintes surrealistas para configurar una visión crítica, no exenta de humor, de la sociedad y especialmente de la crueldad bélica. Junto a «Catch 22», de Joseph Heller, el libro se convirtió en una libro de cabecera para los pacifistas opositores a la guerra de Vietnam.

Tras la guerra, Vonnegut se marchó a Nueva York donde trabajó para diferentes revistas hasta que publicó «La Pianola», la primera de sus 14 novelas. La obra trataba de una sociedad dominada por las máquinas en las que el autor mezclaba ciencia ficción con humor negro y sátira. Pero su salto a la fama no llegaría hasta 1963 con la publicación de «Cat’s Cradle». Continuando con su actitud pacifista, relata como un escritor escribe una novela sobre la bomba atómica de Hiroshima.

Esta constante crítica social, con tendencia a la sátira y el humor negro y el empleo de elementos vanguardistas y fantásticos sería el cimiento de sus trabajos más prestigiosos. Vonnegut usa la fantasía y la ciencia ficción para mostrar los horrores y absurdos de la civilización del siglo XX: la guerra, la destrucción del medio ambiente y la deshumanización. Su preocupación constante por los efectos de la tecnología sobre el ser humano llevó a muchos críticos a considerarle un escritor de ciencia ficción, etiqueta que rechazó explícitamente.

En 2005 presentó el que sería su último libro, Un hombre sin patria (Man without country), una recopilación de artículos muy críticos con George W. Bush. Su presentación levantó una gran polvareda al comparar las acciones de los terroristas suicidas con la decision del presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, al lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima. Sobre la guerra de Irak dijo: «Lo que George Bush y su pandilla no se imaginaban era que la gente fuese a resistirse».

Como si hubiese adivinado que su tiempo se acababa, en su última obra el escritor no cejó en ataques a la casa blanca de George W. Bush, la invasión de Irak y la contaminación medioambiental: «Lo último que quisiera es estar vivo mientras los tres hombres más poderosos de la tierra se llaman Bush, Dick y Colin», escribió el autor.

Enlaces relacionados

Síndrome de abstinencia - por Kurt Vonnegut

KURT VONNEGUT - The Official Website of Kurt Vonnegut

Kurt Vonnegut: «la guerra es ahora una forma de entretenimiento televisivo»

LECTURAS RECOMENDADAS

LIBROS DE KURT VONNEGUT PARA DESCARGAR

Dios le bendiga, Mr. Rosewater (DOC ZIP 169k)
Matadero cinco (doc zip 150K)
Pájaro de celda (rtf 183K)
Las sirenas de Titán (doc
zip 317K)

Hocus Pocus (doc zip 748K)
Galápagos (doc zip 347K)


Entrevista a Kurt Vonnegut
http://axxon.com.ar/not/127/c-127InfoVonnegut.htm

16/Jun/03

La forja de un rebelde: Reportaje a Kurt Vonnegut


En esta entrevista, el celebrado escritor norteamericano Kurt Vonnegut, autor de Matadero 5, habla de
las experiencias que vivió durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta cómo elaboró ese material en sus novelas y
critica duramente al presidente Bush.

(Corriere della Sera, La Nación) Desde hace casi medio siglo Kurt Vonnegut cuenta el mundo con el
desencanto de su «así va la vida», como repetía en su novela Matadero 5. Medio siglo en el que la crítica
trató de encontrar un nombre para la originalidad de este escritor que hace poco cumplió ochenta años. A veces lo
llamaron visionario; otras, amable Casandra, auténtico desobediente y humanista. "Diga más bien que soy un
socialista -dice durante la entrevista que me concedió en el escritorio de su representante en Nueva York-. He
descubierto que un humanista es una persona que tiene un gran interés por los seres humanos. Mi perro es un
humanista",

-¿Qué escribe hoy uno de los mayores autores norteamericanos, que ha unido su nombre a las protestas contra
Vietnam y a la revolución cultural de los años 60 y que siempre está cerca del corazón de los más jóvenes?

- Nada. Estoy literalmente paralizado por el estado en que se encuentra mi país. La televisión no ha transmitido ni
siquiera las protestas de los pacifistas. The New York Times se negó a publicar un discurso que pronuncié en un
encuentro por la paz. Es como vivir bajo un ejército de ocupación que se ha apoderado de los medios de
comunicación.

Y después arroja sobre la mesa un fascículo de pocas páginas fotocopiadas.

- Este es mi último libro. He debido publicarlo a mis expensas.

-¿De qué trata?

- Es una colección de comentarios que escribí para un diario de Chicago sobre el golpe de Estado de las últimas
elecciones.

-Habla de la victoria de Bush.

- Hablo de cómo el poder ha terminado en manos de gente terrible, malvada, ignorante y privada de conciencia,
que no tiene ningún respeto por el sistema norteamericano. En otros tiempos, sobre un argumento semejante podría
haberse escrito una obra teatral que hubiera provocado una reacción. Pero no ahora que nuestro gobierno moral
está representado por la televisión. Una televisión que nos dice siempre y únicamente que todo va bien. Debo
mirar la BBC si quiero saber cuántos civiles hemos matado en Afganistán y en Irak. Sin embargo, debería ser
noticia cómo hemos reducido a esos países y qué estúpido fue hacerlo.

- En efecto, muchos se han sorprendido por la falta de planes de los norteamericanos para la gestión posterior
a la caída de Saddam.

- ¿Sabe por qué? Porque esta gente del gobierno no tiene conciencia. Porque son las personas más inclinadas a
decidir en el mundo y no les importa nada de lo que ocurrirá después, ni siquiera les importa lo que les ocurrirá a
ellos mismos. Son psicópatas y patrones del planeta. ¿Sabe qué dicen del desastre que hicieron en Irak? "OK. Ha
sucedido esto, pero no es nuestra culpa, es culpa de los iraquíes...«. Vonnegut estalla en una carcajada sarcástica y continúa.»No deberían haber disparado sobre nuestros muchachos..."

-¿Cree que habría sido muy distinto de haber ganado Al Gore?

- No, porque nuestros representantes en el Congreso están financiados por gente que tiene toneladas de dinero.
Ciertamente, en el lugar de Bush y de los suyos hubiéramos podido tener a personas que respetaran el sistema
norteamericano y representaran a los ciudadanos y no a las corporaciones. En cambio, todo es tan estúpido. La
inteligencia en los Estados Unidos ya no cuenta para nada.

-Clinton era un hombre inteligente.

- Sí, pero ha hecho una cosa terrible.

-¿Cuál?

- Se ha aprovechado de aquella muchacha. Yo, con usted, por ejemplo, no me hago el imbécil.

Y ríe.

-No, pero como dicen ustedes los norteamericanos: se necesitan dos para bailar el tango. La muchacha habrá
tenido su responsabilidad en el asunto.

- Naturalmente. Pero lo que ha hecho Clinton en favor de los republicanos es imperdonable. Una cosa terrible.
Matar, en cambio, eso está bien. ¿Sabe qué quiere decir
Shock and awe? Quiere decir asesinar.

-Y usted, Vonnegut, ¿ha combatido en la Segunda Guerra Mundial? ¿Alguna vez mató a alguien en una guerra?

- No, porque era un tipo particular de soldado, no un cobarde, sino un scout . Nuestro deber era penetrar en las
líneas enemigas sin hacernos notar, descubrir qué había detrás, volver y contarlo a la artillería. Me considero
afortundo de no haber matado a nadie. Pero si hubiese sido necesario, lo habría hecho. Era un buen soldado.

-En Matadero 5 ha contado la locura del bombardeo de Dresde: ciento treinta y cinco mil muertos, dos
veces las víctimas de Hiroshima. Usted estaba allí como prisionero de guerra. ¿Cómo fue capturado?

- Nuestro batallón fue arrollado por una división de alemanes en las Ardenas. Nos hicieron abandonar nuestro
medio y entrar directamente en una pesadilla. No teníamos la más pálida idea del destino hacia el que nos
encaminábamos. Habían capturado a nuestro comandante y éste había dado la orden de rendirse. Una orden ilegal:
es como decir a un soldado que se suicide. Pero esto sucedió por lo menos cincuenta años antes de que usted
naciese.

Tan sólo trece. De todos modos le tomó veinticuatro años elaborar esa historia en Matadero 5.

- Más que para elaborarla para escribirla. Tenía una familia que mantener (Vonnegut tiene siete hijos, de los
cuales tres son adoptados, de una hermana muerta. N. R) , y me dije, ok, no he escrito nunca una novela de guerra.
Entonces fui a encontrarme con el scout que en aquella época de la guerra era mi compañero -entre tanto se había
convertido en procurador- y le dije: «Ayúdame a recordar lo que pasaba en aquel entonces». Entonces entró su
mujer y dijo: «¡pero si eran dos niños!». Y esa fue la clave del libro. Todos éramos niños.

-¿Lo volvió a leer?

- Nunca. Ni siquiera pude tocar las galeras.

-Entonces le gustará saber que después de treinta y cuatro años es todavía una de las novelas más fuertes y
más originales de la narrativa norteamericana, y no sólo de las novelas sobre la guerra. Es un libro que no ha
envejecido.

- Me da mucho placer, por cierto, lo que me dice. Es la nave almirante de mi pequeña flota. Aunque el libro más
cercano a mi corazón es Cuna de gato.

-¿Por qué?

- No lo sé. ¿Alguna vez se enamoró?

-¿Cree que si no hubiese combatido en la Segunda Guerra se habría convertido, de todos modos, en un
escritor?

- Mi amigo Joe Heller, que escribió Catch 22, decía que si no hubiese sido por la Segunda Guerra habría
terminado en el rubro tintorería. En cuanto a mí, no lo sé. Por cierto, hay otras cosas que me han hecho escribir:
los cambios tecnológicos que han destruido tantas culturas, por ejemplo. Soy un antropólogo de formación. Una de
las razones por las cuales nosotros los norteamericanos somos odiados es porque hemos introducido en otros
países nuevas tecnologías y planes económicos que han destruido el autorrespeto y la cultura de mucha gente.

-En Cuna de gato, en el 63, usted escribía que "los norteamericanos no logran imaginar qué significa
ser distinto de ellos y sentirse orgulloso de esa circunstancia«. Y que»la política exterior norteamericana debería
aprender a reconocer el odio en vez de imaginar el amor". ¿El 11 de septiembre lo sorprendió?

- No. Me sorprendió más que nada el óptimo trabajo que hicieron los terroristas. ¡Vaya si estaban preparados!
Naturalmente, son las mismas personas que inventaron los números, el cero y el álgebra, por lo cual no hay de qué
asombrarse tanto.

-Usted ha dicho siempre que la literatura es por definición portadora de opiniones. ¿Cuál es la literatura que
hoy importa?

- El problema es que no importa, y por eso no puedo escribir. En una época importaba, y muchísimo. Era el lugar
en el cual durante la Gran Depresión se debatían los temas de la economía y de la política. Y en la posguerra nos
interrogábamos sobre el tipo de país que hubiera podido llegar a ser los Estados Unidos. Después llegó la
televisión y todo se terminó.

Enjuto y desgarbado, Kurt Vonnegut se levanta para volver a su casa. Pero justo antes de salir, en el último
momento, se da vuelta: «Debe de ser por el álgebra que Bush los odia». Y una última carcajada retumba,
batalladora, detrás de la puerta.

  • 14 de abril de 2007 15:46

    Me gusta mucho una novela de Kurt Vonegutt que no está entre los títulos a descargar: «Madre noche». Tiene una versión en película, protagonizada por Nick Nolte, pero no la he visto. Se trata de la historia de un agente doble: perseguido por hacer propaganda a favor del gobierno alemán en la segunda guerra mundial, en realidad enviaba en sus discursos mensajes cifrados para los enemigos de los nazis.

    Transcribo la introducción:

    "Éste es el único de mis relatos cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja extraordinaria. Sólo que en esta ocasión sé cuál es: somos lo que aparentamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que aparentamos ser.

    Mi experiencia personal con los manejos de los nazis fue siempre escasa. Durante la década de los treinta y allí en mi ciudad natal, Indianápolis, hubo algunos despreciables y activos fascistas norteamericanos. Recuerdo que alguien me pasó una vez cierto ejemplar de «Los protocolos de los sabios de Sión»; se suponía que ese libro configuraba el plan secreto de los judíos para dominar el mundo. Y también recuerdo algún que otro comentario jocoso de mi tía, que se había casado con un alemán alemán, y había tenido que escribir a Indianápolis para obtener pruebas de que no tenía una sola gota de sangre judía. El alcalde de Indianápolis la conocía desde los años de instituto y las clases de baile, de modo que se divirtió en grande adhiriendo cintas y estampando sellos oficiales en todos los documentos que los alemanes requerían; con todo aquello encima, los papeles de mi tía parecían tratados de paz del siglo XVIII.

    «Poco después estallo la guerra. Tomé parte en ella y me hicieron prisionero. Por consiguiente, tuve ocasión de ver algo de Alemania, desde dentro, mientras la lucha proseguía. Como era soldado raso -explorador de batallón, por más señas- tuve que trabajar para subsistir, de acuerdo con los términos de la Convención de Ginebra. Lo cual, bien mirado, me hizo más bien que mal. No permanecí todo el tiempo en la prisión, situada en algún lugar de la campiña. Tuve la oportunidad de viajar a una ciudad, Dresde, y de observar a la gente y lo que hacían.»Nuestro grupo particular de trabajo contaba con unos cien hombres, y nos emplearon en una fábrica, como asalariados. La fábrica producía una especie de jarabe malteado, enriquecido con vitaminas, para el consumo de las mujeres embarazadas. Sabía a miel mezclada con humo de nogal. Era agradable. Me gustaría probar un poco ahora mismo. Y la ciudad era hermosa, ornamentada en extremo, como París, y respetada por la guerra. Se suponía que era una ciudad ’abierta’, es decir, una ciudad que no podían atacar puesto que en ella no había industrias bélicas ni concentración de tropas.

    "Pero, en la noche del 13 de febrero de 1945, aviones norteamericanos y británicos arrojaron explosivos de alto poder sobre Dresde. Hasta el momento en que escribo esto han transcurrido veintiún años desde aquel bombardeo. Las bombas no perseguían objetivos concretos. Se esperaba provocar con ellas un enorme incendio que obligara a los bomberos de la ciudad a guarecerse en refugios subterráneos.

    Y con esa idea se arrojaron cientos de miles de bombas incendiarias, como semillas esparcidas sobre la tierra recién arada, sobre todo lo que era combustible. Después se arrojaron más bombas para mantener a los bomberos en sus agujeros, y todos los focos de incendio crecieron, se unieron, se convirtieron en una gigantesca llamarada apocalíptica. ¡Imaginen ustedes! Una tempestad de fuego. Entre paréntesis, fue la matanza más grande de la historia europea. ¿Y qué hay con eso?

    No llegamos a contemplar la tempestad ígnea. Nos hallábamos en un frigorífico situado bajo un matadero, acompañados por nuestros seis guardianes y por hileras e hileras de cadáveres de vacas, cerdos, caballos y ovejas, ya troceados para el consumo. Oíamos las bombas pasearse por allá arriba. De cuando en cuando nos caía encima una llovizna de yeso y cal. Si hubiéramos subido a echar un vistazo, nos habríamos convertido en esos artefactos característicos de los incendios masivos: pedazos de materia parecidos a leños chamuscados, de sesenta a noventa centimetros de largo; seres humanos ridículamente diminutos o, si lo prefieren, gigantescas cigarras fritas.

    «La fábrica de jarabe malteado había desaparecido. Había desaparecido todo, excepto los refugios antiaéreos, donde 135.000 Hánseles y Grételes habían quedado horneados como bizcochos de jengibre. Nos asignaron la tarea de mineros de cadáveres, con la misión de romper los refugios y extraer los cuerpos. Y pude ver entonces muchos tipos de alemanes, de todas las edades, tal y como los había sorprendido la muerte; por lo general, con objetos de valor en el regazo. A veces los familiares de las víctimas se acercaban a contemplar nuestras excavaciones. También ellos resultaban interesantes.»Bien. Es suficiente en cuanto a los nazis y a mí.

    «Si hubiese nacido en Alemania, supongo que habría sido nazi, habría liquidado a judíos y gitanos y polacos, habría dejado botas sabresaliendo de montículos de nieve y me habría reconfortado con mis propias entrañas, secretamente virtuosas. Así suele suceder.»Pero hay otra clara moraleja, ahora que lo pienso: cuando uno está muerto, está muerto.

    "Y todavía se me ocurre una tercera moraleja: hagan el amor cuanto puedan. Les sentará muy bien.

    Iowa, 1966."

    Tomado de Madre Noche. - Círculo de Lectores, 1987. Hay ediciones en Anagrama y en Plaza & Janés.

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