casco insumissia fusil roto
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Omar Barghouti. www.stopthewall.net

Os deseo un Egipto

Os deseo un Egipto

Os deseo capacidad para que resistáis, para que luchéis por la justicia
social y la justicia económica, para que os ganéis vuestra verdadera
libertad y la igualdad de derechos.

Os deseo voluntad y habilidad para que salgáis de los muros de vuestra
prisión con tanto esmero camuflada. Mirad, en nuestra parte del mundo, los muros de las prisiones y sus macizas puertas inviolables son demasiado manifiestos, obvios, avasalladores, asfixiantes, por eso seguimos inquietos, rebeldes, soliviantados, siempre preparándonos para nuestro día de libertad, de luz, cuando reunamos una masa crítica de poder popular suficiente como para cruzar todas las hasta ahora inquebrantables líneas rojas. Entonces es cuando podemos romper las gruesas, frías y odiosas cadenas oxidadas que han encarcelado nuestras mentes y cuerpos de por vida como el penetrante hedor de un cadáver pudriéndose en la celda claustrofóbica de nuestra prisión.

Las celdas de vuestra cárcel, sin embargo, son muy diferentes. Los muros están bien escondidos no sea que os evoquen la voluntad de resistir. No hay puerta en las celdas de vuestra prisión: podéis desplazaros «libremente» sin que reconozcáis jamás la cárcel mayor en la que seguís confinados.

Os deseo un Egipto para que podáis descolonizar vuestras mentes, porque sólo entonces podréis imaginar la verdadera libertad, la verdadera justicia, la verdadera igualdad y la verdadera dignidad.

Os deseo un Egipto para que podáis hacer trizas la papeleta con la
pregunta de opción múltiple: «¿qué queréis?», porque todas las
respuestas que se os dan son malas. Allí vuestra única opción parece
estar entre el mal y el mal menor.

Os deseo un Egipto para que podáis, como los tunecinos, los egipcios, los libios, los bahreiníes, los yemeníes, y ciertamente los palestinos,
gritar: «¡No! No queremos elegir la respuesta menos mala. Queremos otra opción que no está en vuestra maldita lista». Si se da a elegir entre
la esclavitud y la muerte, nosotros, de manera inequívoca, optamos por la libertad y por una vida digna, no por la esclavitud y la muerte.

Os deseo un Egipto para que podáis colectiva, democrática, y
responsablemente reconstruir vuestras sociedades, para que restauréis las leyes a fin de que estén al servicio del pueblo, no del capital salvaje y
de su ejército de bancos; para que acabéis con el racismo y con todo tipo
de discriminación; para que cuidéis y estéis en armonía con el medio
ambiente; para que recortéis las guerras y los crímenes de guerra y no
los puestos de trabajo, las prestaciones sociales y los servicios
públicos; para que invirtáis en educación y en salud, no en combustibles
fósiles ni en investigación armamentista; para que derroquéis al
gobierno tirano y opresor de las multinacionales, y para que saquéis el
infierno de Afganistán, de Iraq y de todas partes donde bajo el pretexto
de «difundir la democracia» vuestros moralmente superiores cruzados han esparcido la desintegración social y cultural, la pobreza abyecta y la
desesperanza absoluta.

Os deseo un Egipto para que podáis reavivar el espíritu de la lucha
sudafricana contra el apartheid haciendo que Israel cumpla con el derecho internacional y los principios universales de los derechos humanos; adoptando [la campaña de] Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) reclamada por una abrumadora mayoría de la sociedad civil palestina. No hay otra forma no violenta ni más eficaz para que Israel ponga fin a la ocupación, a la discriminación racial y a las décadas de negación del derecho al retorno de los refugiados sancionado por Naciones Unidas.

Os deseo un Egipto para que podáis cumplir las obligaciones legales y
morales de vuestros países ayudando a reconstruir las violadas y
«des-desarrolladas» economías y sociedades de vuestras antiguas -o
actuales- colonias, para que sus jóvenes puedan encontrar su propia
patria viable, habitable y amable de nuevo, en lugar de arriesgarse a morir en alta mar -o algo peor- para llegar al espejismo de vuestras costas renunciando a sus seres queridos y a un lugar que alguna vez llamaron hogar. Ya veis, ellos están «aquí» porque vosotros fuisteis
«allí»... y todos sabemos lo que hicisteis allí.

Nuestra opresión y la vuestra están profundamente interrelacionadas y
entrelazadas -este no es un juego de suma cero-. Nuestro combate
colectivo por los derechos universales y las libertades no es sólo una
consigna autogratificante a elevar, sino más bien una lucha por la
verdadera emancipación y la autodeterminación, una idea cuyo momento
acaba de llegar estrepitosamente.

Después de Egipto nos tocará a nosotros. Es la hora de la liberación y
la justicia para Palestina. Es hora de que todos los pueblos de este mundo, en particular los más explotados y oprimidos, reafirmemos nuestra común humanidad y recuperemos el control sobre nuestro destino común.

Os deseo un Egipto.

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