Martti Ahtisaari Premio Nobel de la Paz 2008: el hombre que apoyó la invasión a Irak
Por Cristina Castello
Lo llaman «Papá Mumin» por su parecido con un corpulento personaje de la
familia Moomins, de cuentos y cómics escandinavos. Martti Ahtisaari
recibirá la recompensa, equivalente a 1.4 millones de dólares en coronas
suecas, el próximo 10 de este diciembre; y el 11 gozará de una fiesta que
reunirá al Jet Set, en su honor.
¿No será hora de cuestionar este galardón, el Premio Nobel de la Paz? Los
motivos abundan: estuvo nominado Georges W. Bush, por ejemplo. Sí. El
mismísimo, a quien gran parte de los estadounidenses quieren juzgar por
crímenes contra la humanidad. ... justamente él, el adalid de la paz.
¿Y qué tal si pensamos en Alfred Nobel, el padre del premio? Primero
inventó la dinamita y otros explosivos que sirvieron a fines militares: la
balistita o pólvora sin humo, por caso. Pobló a la humanidad de municiones,
y con el rédito de sus inventos colmó su vida: hizo una fortuna colosal.
Pero antes de morir quiso lavar su culpa, y creó este y otros laureles que
llevan su nombre: para literatura, medicina, física y química. «Ahí anda el
artesano del desprecio, implorando el amor del despreciado» (Pablo Neruda).
Sin embargo, el mundo acepta la curiosa expiación de Alfred Nobel, y
aplaude sus premios.
«Papá Mumin» había dicho que le hubiera sido más fácil ganar la lotería que
obtener este reconocimiento. ¿Será que el ansiado Nobel de la Paz se juega
a los dados que tira el Poder, según convenga a sus designios? De
cualquier manera, este premiado tiene méritos, aunque también... Ya se
verá.
Martti fue presidente de Finlandia entre el ’94 y el 2000 y acumula tres
décadas consagradas a la mediación y resolución de conflictos en el
planeta. Como comisionado y enviado especial de la ONU, su logro mayor fue
haber supervisado la independencia de Namibia en 1990, causa por la cual
luchó durante trece años. Además, atesora como éxitos su tarea como
mediador en la guerra entre la OTAN y Serbia -donde no lo quieren ni un
poquito-, y, muy especialmente, la supervisión del acuerdo de paz en el
prolongado conflicto en la región indonesia de Aceh. Gracias a sus
oficios, lo firmaron las partes beligerantes el 15 de agosto de 2005 en
Helsinki y con él como testigo.
Sus ojos celestes nacieron en Viipuri, hoy Viborg, ciudad de la ex Unión
Soviética; si naciera ahora sería ruso. Hijo de un suboficial del
ejército, sufrió desde los dos años -en 1939 era casi un bebé- las
consecuencias de la guerra entre la entonces URSS y Finlandia, que terminó
en el ’44. Después quiso ser maestro, se graduó en la Universidad de Oulu y
partió hacia el servicio militar obligatorio. Pero él no podía ser uno más.
Entonces salió de allí, pero no como todos, sino con el grado de capitán.
Siempre atento a los asuntos de comercio e industria de los países llamados
«en vías de desarrollo», formó parte del Comité Asesor del gobierno finés.
«Papá Mumin» -gesto siempre adusto- es persona de costumbres simples.
Cuando fue presidente por la socialdemocracia de su país, todo lo que tenía
un tufillo ceremonioso le molestaba, y por eso y sin proponérselo,
resultaba tan gracioso como su personaje de historieta. Fue el hazmerreír
de la prensa cuando se cayó dos veces al suelo durante recepciones
oficiales y elegantes. No soportaba el frac, y los zapatos de charol le
eran demasiado estrechos; el golpe era tan inevitable como lo fueron sus
heridas en la nariz.
«El hipopótamo», lo llaman también así, sonríe serio y feliz... fiel a su
estilo, a pesar de todo. Tiene humor y sigue enamorado. Se casó con la
historiadora Eeva Irmeli Hyvärinen en el ’68. Cuarenta años de amor, que
los hicieron recibir juntos la noticia de la lotería, del juego de dados, o
el Premio Nobel de la Paz, según se vea.
El hijo de ambos, Marko, nació en 1969. Altísimo ejecutivo empresarial de
telefonía móvil. De una multinacional. Y es también músico reconocido: su
padre lo educó en la Universidad de Columbia, en los USA.
Curioso carnaval: «Papá Mumin» o la cara de la indignidad
Defensor de la causa de Palestina y el Líbano, la posición de Ahtisaari con
respecto a Irak fue, en cambio, francamente indigna. En 2003 encabezó un
equipo que evaluó las condiciones de seguridad para el personal de la ONU
en Irak, tras la ocupación anglo-norteamericana. En aquel momento, fue
favorable a la invasión. No compró el argumento mentiroso de las supuestas
armas de destrucción masiva que dieron la excusa a Bush para atacar; pero
justificó su defensa en los crímenes y violaciones a los derechos humanos
cometidos por Saddam Hussein.
En una palabra: el flamante Premio Nobel de la Paz invocó la defensa de la
vida para apoyar la muerte: los crímenes de lesa humanidad que cometerían
el Imperio y su aliado británico.
En enero de 2007, el hoy flamante premiado había presentado su plan de paz,
incluida una propuesta de «soberanía limitada», para Kosovo; y esa
independencia que ayudó a conseguir, lo enorgullece, a pesar de las
reticencias de países como España y Grecia; y del rechazo por parte de
Serbia, Rusia y Cuba. El embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogosin, se
mostró francamente molesto por el Nobel para Ahtisaari y, como muchos
otros, interpretó que su plan para Kosovo no hizo más que perjudicar a
Serbia.
De todos modos, Ahtisaari parece estar más allá de las críticas. A los 71
años se regocija porque su rostro será inmortalizado en un sello de correos
de alrededor de un dólar, en moneda finesa, mientras espera la gran fiesta
en honor de su premio.
En Oslo, la capital noruega, los ricos y famosos
pero sobre todo los poderosos- le rendirán homenaje durante una celebración que
comenzará con un concierto y donde no faltará ni el mayordomo de Batman.
Precisamente, el presentador será Michael Caine -quien desempeñó ese papel en el
reciente filme El caballero negro-, junto a la actriz norteamericana Scarlett
Johansson; y entre otras stars, desfilarán por el escenario Diana Ross, la mexicana
Julieta Venegas, la cantautora canadiense Leslie Feist y el cantante de country
Dierks Bentley.
Claro que el día anterior Martti Ahtisaari habrá embolsado el dinero del
premio que, según ha dicho, le servirá para fortalecer la CMI, su ONG; se
trata de la «Iniciativa para la Gestión de Conflictos», creada en el año
2000 para apoyar los esfuerzos de la comunidad internacional para prevenir
y resolver crisis de seguridad en diversas áreas del mundo. Tal, la
declaración de principios; pero según el diario ruso «RBC Daily» esta
empresa es un verdadero negocio que le reporta grandes beneficios... ¿Qui
sait?
Desde 1901, fecha de la entrega de los primeros premios del arrepentido
creador de explosivos de muerte, Alfred Nobel, la nómina de los ganadores
es -por lo menos- discutible. Es verdad que entre los premiados, muchos
hicieron honor a aquellas palabras de Erich Fromm según las cuales el
corazón de hombre nunca deja de ser humano. Albert Schweitzer, Linus Carl
Pauling, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, o los
latinoamericanos Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel.
Pero también, en una suerte de carnaval perverso, recibieron el galardón
hombres cargados de sombra y muerte. Entre ellos, Theodore Roosevelt (no
confundir con Franklin Delano Roosevelt), Henry Kissinger, Shimon Peres y
Menachem Begin. Según Gabriel García Márquez, Begin -a quien con razón
comparó a Adolf Hitler- debería haber merecido el «Premio Nobel de la
Muerte».
Martti Ahtisaari, la figura viviente de «Papá Mumin», se lleva el premio en
momentos en que el planeta padece más que nunca la mundialización de la
miseria, la violencia y el desamparo. El día de su fiesta, mientras El
caballero negro se verá en todas las pantallas del mundo, brindará con
Michel Caine, el mayordomo de Batman, por su Nobel de la Paz. Y pues la
crisis de la Tierra toda se acrecienta cada día, palpitarán también con más
fuerza, las palabras de Martin Luther King en 1963: «Tengo un sueño». La
libertad, la justicia, la paz.
http://www.cristinacastello.com
Poeta y periodista
castello.cristina ( arroba ) gmail ( punto ) com
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