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Almudena

Sarvanim contra refusenik

Sarvanim contra refusenik

Alberto Arce

La Insignia.

La última novedad de los medios de comunicación para este verano radica en darle espacio noticioso a los «sarvanim», soldados israelíes que, bajo la excusa religiosa de «judío no expulsa a judío» se niegan a cumplir las órdenes de su gobierno respecto a la decisión de desmantelar las colonias de Gaza. Se trata hasta el momento de apenas una decena de soldados que son, la mayoría de ellos, colonos ellos mismos y que, como en el más conocido de los casos, ni siquiera es oriundo de Israel sino un inmigrante estadounidense que ha decidido encontrar el sentido de su vida, probablemente bastante aburrida en Michigan, en ponerse al servicio de la ocupación militar de Palestina. Algo muy parecido a un mercenario a tiempo completo. Un mercenario con motivaciones religiosas.

Si tantas ganas hay de hablar de soldados israelíes desobedientes, ¿Dónde queda el ejemplo de los casi 1000 soldados que se han convertido en «refusenik», es decir, los que se niegan a servir en los territorios palestinos ocupados? ¿dónde queda el ejemplo de los cientos de jóvenes que ya desde el instituto y antes de la incorporación a filas ya anuncian que no servirán en el ejército? ¿Se castiga a los desobedientes de derecha del mismo modo que a los desobedientes de izquierda? Por supuesto que no, pero se constata progresivamente que desde la derecha y la izquierda cada vez hay menos jóvenes dispuestos a servir en un ejército como el de Israel. Unos, simplemente, por no creer en la democracia y negarse a obedecer a su gobierno si sus decisiones entran en colisión con la opinión de los rabinos, y otros por anteponer su respeto a la justicia y los derechos humanos a cualquier orden militar o gubernamental que los vulnere.

¿Dónde están las noticias que nos cuentan lo que les está
sucediendo a los israelíes que se niegan a servir en un ejército que ocupa ilegalmente un país, asesina a sus habitantes y conculca diariamente sus derechos humanos?
Hace semanas que grupos de israelíes, activistas de otros países y palestinos se oponen conjuntamente a la construcción del muro en la localidad de Bilin, que va camino de convertirse en un símbolo de lucha internacional contra la injusticia del sionismo y la aberración del muro de apartheid. Los activistas israelíes e internacionales que deciden sumarse a las protestas son detenidos y golpeados sistemáticamente cada día. Lo que les pasa a los palestinos es peor aún, pero lo que me pregunto es por qué no se habla de Bilin, una resistencia conjunta modélica en la que israelíes también se enfrentan a israelíes.

Y lo hacen de manera no violenta, laica y con el simple objetivo de protestar contra un muro que imposibilita la vida diaria de los pueblos que quedan encerrados tras su infame sombra.

Resultaba triste leer el artículo del corresponsal de El Paísen Tel Aviv del domingo pasado, cuando hacía alusión a que las quinceañeras de los asentamientos lucen la fotografía del soldado «sarvanim» en su carpeta escolar, cual héroe del movimiento sionista. Ni una frase de reconocimiento por parte del corresponsal hacia la ilegalidad de esas colonias. Ni una frase de recordatorio hacia las atrocidades que esos colonos que serán desalojados cometen sistemáticamente contra los palestinos que les rodean. Más que nada comprensión, por parte del corresponsal, de la difícil postura en la que se encuentran los soldados que deben elegir entre cumplir las órdenes de su gobierno o las de los rabinos que les piden, en nombre de la voluntad de Yahvé, que las desobedezcan. Otra lágrima de cocodrilo de las autoridades israelíes se refiere a la «imposibilidad» de sellar la Franja de Gaza ante los intentos de acceso de los manifestantes.

Cualquiera que haya estado alguna vez en Israel sabe que es
absolutamente, repito, absolutamente imposible atravesar la valla, el muro o los controles de acceso a los territorios sin el permiso de los soldados. Que dejen de mentir.
El hecho de que hace menos de una semana un niño palestino de 11 años fuera asesinado a puñaladas por esos colonos a los que se va a desalojar de Gaza no le ha parecido digno de mención a la prensa. Nos tienen tristemente acostumbrados a estas omisiones deliberadas.

Tratemos de buscar un paralelismo. Imaginémonos que el ejecutivo español decide enviar a nuestro ejército a cumplir una misión. Imaginémonos que determinados sectores integristas de la iglesia católica comienzan a pedirles a soldados y oficiales que desobedezcan las órdenes porque son órdenes contrarias a la voluntad de Dios. E imaginémonos además que aquellos que las desobedecen son presentados como héroes ante un sector de la población. Eso es lo que está sucediendo en Israel. Y muchos periodistas nos relatan los hechos de modo que en ningún momento se valora el sentido de la decisión objeto de polémica, que no es otro que retirarse de un territorio que se ocupa ilegalmente desde 1967.

Ésa es la base del problema. Ése es, de hecho, el problema. De la manera en que se obvia la raíz del conflicto se derivan posteriormente la mayoría de las manipulaciones que el público en general se traga con patatas, día a día, en los medios de comunicación. Dejemos ya de centrarnos en el dilema moral de una minoría de soldados radicales espoleados por líderes religiosos integristas, que no quieren cumplir las órdenes de un gobierno que, por primera y quizás última vez en muchos años, servirán para mejorar parcialmente y a corto plazo, la vida de muchos palestinos en la Franja de Gaza (sin olvidarse de que con esto se retarda ad infinitum la retirada de Cisjordania).

¿Por qué no empezar a utilizar los conceptos de fanático, integrista y fundamentalista para referirnos a estos soldados y líderes religiosos judíos que vemos en televisión recitando la Torah con su kippa en la cabeza y balanceándose de manera enfermiza mientras rezan ante soldados y policías? Varios miles de judíos ortodoxos que guían su comportamiento político en función de las órdenes de sus rabinos y rezan masivamente en público no son, para nuestros medios de comunicación, integristas ni fundamentalistas ni fanáticos, sino sólo radicales. Mientras tanto, los palestinos que resisten contra la ocupación militar de su tierra sí son fundamentalistas, fanáticos e integristas porque además de ser palestinos y resistentes, son musulmanes.

Ahora, que cada uno elija dónde está la razón y la lógica; y que alguien, por favor, si conoce a los corresponsales en Tel Aviv y Jerusalén, les pida que se ensucien un poco los zapatos y se acerquen hasta Bilin si quieren ver a activistas israelíes enfrentándose a soldados israelíes, movidos no por el fanatismo religioso sino por un sentimiento de ética y justicia que les obliga a estar del lado de los palestinos contra la construcción del muro de apartheid.

Que dejen de hacerle el juego a Sharon en Gaza y se dediquen a informar de la lucha por la justicia. Que dejen de mirar hacia un solo lado y amplíen un poco su campo de visión.

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