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El horror de la guerra no acaba en el campo de batalla

Siguen las depresiones y suicidios entre los reclutas argentinos de la guerra de las Malvinas 25 años después

Siguen las depresiones y suicidios entre los reclutas argentinos de la guerra de las Malvinas 25 años después

Malvinas: los síntomas que padecen los soldados

Por Andrea Sambuccetti

Infobae.com

Es la parte de la guerra que no terminó, que aún sigue vigente y que tiene lugar en muchos veteranos que reproducen aquellas traumáticas vivencias. Cuáles son los padecimientos

Son ex combatientes, pero sufren el martirio de no poder abandonar aquel escenario malvinense de abril de 1982, donde siguen reafirmados como soldados en constante peligro, alerta y lucha.

A un cuarto de siglo, algunos aún siguen reexperimentando el acontecimiento traumático en un “sin cesar” de sufrimiento a través de pesadillas, flashbacks, problemas de relación, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño, hipervigilancia, sobresalto.

De hecho, los profesionales del Centro de Salud Mental Malvinas Argentinas, dependiente del Comando Sanidad del Ejército, explicaron a Infobae.com que estos síntomas se agrupan dentro del llamado estrés postraumático, reconocido como entidad nosológica recién en los 80 y cuyo tratamiento fue desarrollado en los últimos años, en especial, tras los atentados del 11 de septiembre y catástrofes naturales como lo fue el Tsunami.

Cómo son esas reexperimentaciones

El eje del tratamiento (implementado de manera pionera en el país desde la institución) es justamente abordar el recuerdo porque para los pacientes que tienen una afección relacionada con esta vivencia traumática, el tiempo cronológico no cuenta: no pasaron 25 años, en su relato, es como si esto hubiera ocurrido ayer mismo”, explicó la Dra. Viviana Torresi, médica psiquiatra del Centro.

Por tanto, “el trabajo terapéutico en el programa de hospital de día apunta justamente a marcar el paso del tiempo y a que puedan enlazar este recuerdo en la historia propia”.

El director del Centro, capitán médico y veterano de guerra, Dr. Martín María Bourdieu explicó que este “tiempo” de algunos ex combatientes tiene un “doble aspecto: la situación del recuerdo traumático pero que va acompañada con la emoción del aquí y ahora”.

Los síntomas son los característicos de la enfermedad: recuerdos, sueños, flashbacks, se despierta de noche, aún hoy en día se encuentra con una descarga neurovegetativa, una transpiración profunda -empapa la cama-; ante determinado tipo de estímulo por el estado de hiperalerta que vive el paciente en forma permanente, tiene conductas inesperadas y violentas”, puntualizó.

Un ejemplo es que, en ciertos casos, durante las fiestas de fin de año “se aíslan, no soporta los ruidos, las vivencias de los petardos, porque les revelan las últimas batallas”.

Por su parte, el Lic. Eugenio Romero, psicólogo, explicó que una característica de la vivencia traumática es que “es tan permanente que todavía no es recuerdo, el paciente no quiere olvidar”, aunque durante el tratamiento no propone olvidar “sino en convertir en recuerdo y no vivirlo todos los días como si estuviera ocurriendo en el aquí y ahora”.

Bourdieu comentó que el síntoma también puede manifestarse en “una discusión donde el paciente entra rápidamente en ira, no tiene control de sus impulsos, rompe cosas, da un portazo, muestra incapacidad de poder relacionarse con sus hijos, de manifestar afecto”, es decir, una suerte de “embotamiento afectivo”.

"Muchos manifiestan “no tengo memoria doctor, no puedo recordar’. Y en realidad, no es falta de memoria, sino imposibilidad de concentrarse porque todavía vive en el ‘aquí’ la situación del pasado”, explica el especialista.

Ocurre que al estar siempre en alerta, frente a un ruido inesperado, se corre a protegerse, si está en la casa, se mete debajo de la cama o de la mesa”, señaló Torresi.

O todo lo contrario: mostrando una actitud temeraria como dormir con un arma debajo de la almohada, casi como en estado de alerta permanente”, agregó Romero.

La reexperimentación de la situación traumática también ocurre cuando “por ejemplo, al sentir el ruido de un avión sale a ver dónde está o ante una situación de inseguridad, como puede ser un tiroteo, en lugar de escapar, se expone directamente reviviendo la situación traumática”, destacó Bourdieu.

Romero comentó el caso de un paciente que hablaba de su depresión y su dificultad para alegrarse. «Decía ’estoy en un pozo». Y, un día, un compañero le dijo: ‘estás en un pozo de zorro, que era el lugar donde ellos se resguardaban en la situación de guerra. Automáticamente se sorprendió de la analogía (en su subjetividad) de estar deprimido y protegido de lo que pudiera venir, de lo bueno también. Eso es la hipervigilancia”, contó el psiquiatra.

Los profesionales también destacaron cuadros disociativos en momentos de recrudescencia sintomática; como en el caso de un ex combatiente que sacaba una carpa de vez en cuando, la ponía en el jardín de la casa y se quedaba toda la noche allí.

Los casos más graves, de internación, pueden mostrar síntomas psicóticos, que remiten con tratamiento psicofarmacológico. Un caso fue el de un paciente que describía a compañeros fallecidos y continuaba con intenso temor.

Otros problemas asociados al cuadro de estrés postraumático son el de la drogodependencia y el alcohol. “Un paciente que termina en la conducta adictiva, se aísla más y pierde el control de los impulsos en forma mas rápida”, señaló Bourdieu.

Lo cierto es que el estrés postraumático es una enfermedad tan grave que termina por afectar toda la estructura social del individuo, en muchos casos, el mundo laboral. La mayoría de los pacientes con este tipo de patologías presenta cuadros depresivos.

Las creencias que sostienen los pacientes y con las que se intenta trabajar en el tratamiento van desde el sentimiento de que nadie que no estuvo en Malvinas puede comprenderlos, que se es distinto, que solo volviendo a Malvinas se puede cambiar su estado o que, mientras se luchaba, el resto “miraba el Mundial”.


RÍO NEGRO

Domingo 01 de Abril de 2007

MALVINAS, HACE 25 AÑOS: «Fui estaqueado por mis superiores», dice Corsi

Un veterano de SAO relata su terrible experiencia. Estuvo en las islas del 5 de abril al 14 de junio.

Las cartas, testimonios que registran una parte de la dolorosa historia argentina. Pepe Corsi las comparte y dice: «A veces me parece que no puedo creer que esto fuera mío, por la forma de hablar, por la forma de expresarme en las cartas». Pepe Corsi era apuntador de misiles con solamente 19 años. No olvida aquellos dos meses y medio más duros de su vida.

SAN ANTONIO OESTE (ASA).- Marzo de 1982 estaba llegando su fin. «Yo ya me había ido de baja del servicio militar pero me llamaron al regimiento, porque tenía que presentarme. Nadie sabía lo que iba a pasar», recuerda Pepe Corsi, 25 años después de que con apenas 19 le tocara participar de la Gesta de Malvinas. En esa época vivía un tiempo en esta ciudad y otro en Capital Federal donde había nacido. Luego de la guerra se instaló definitivamente en San Antonio donde permanece desde entonces.

Con sus relatos de aquella experiencia que lo marcó para siempre podría hacer un película y las cartas que conserva, enviadas a sus familiares desde las islas, tal vez podrían formar parte de un libro de memorias emocionante y por momentos desgarrador. «A veces me parece que no puedo creer que esto fuera mío, por la forma de hablar, por la forma de expresarme en las cartas», dice mientras mira las ajadas hojas de papel que les daba el Ejército para que se mantuvieran en contacto con sus seres queridos.

El soldado Corsi había llegado al Regimiento 3 de La Tablada supuestamente a notificarse de algún trámite, pero al ingresar le mostraron un arsenal preparado para una guerra.

«Estuvimos hasta el cinco de abril en La Tablada y ese día viajamos a Ushuaia en un avión de línea de Aerolíneas Argentinas sin asientos. Nos llevaron a Río Gallegos y a la noche estábamos en Malvinas», cuenta sentado en su casa con unas 30 cartas esparcidas sobre la mesa. Son las que enviaba casi diariamente a sus padres y a su tío. «Nuestra compañía estaba a 22 kilómetros de Puerto Argentino, en un monte llamado Dos Hermanas», dice.

No puede olvidar el hambre, el frío, la humedad de los pozos en los que pasaban las noches. Y por supuesto, las bombas.

«Algunas caían a pocos metros. Nosotros dormíamos en unos pozos de zorro de un metro de profundidad y dos de largo, para evitar las ondas expansivas de las bombas que caían cerca. A veces nos olvidábamos las marmitas donde comíamos y cuando salíamos las encontrábamos desintegradas, pero abajo solamente se sentían los temblores», relata.

El combate fuerte empezó el 1 de junio. Previamente durante varios días los ingleses habían bombardeado desde los barcos. «Ni bien llegaron el 1 de marzo sufrimos un primer ataque. Acá lo cuento», dice al tiempo que toma entre sus manos una de las cartas.

Domingo 2 de mayo

«Hoy es domingo, estamos esperando un nuevo ataque de los ingleses. El de ayer fue desastroso. Nos hicieron teta. El radar que había en la colina lo aniquilaron. No nos informaron la cantidad de muertos. Fue una derrota total», le contaba a su madre en aquella carta que a su regreso recuperó y conservó.

«Todos los días le mandaba una carta», sigue diciendo y lee: «Las ametralladoras antiaéreas derribaron un avión nuestro». Por ahí le contaba cosas en las cartas muy técnicas. ¿Qué le interesaban a mi vieja esos detalles? Pero era como que hacía catarsis.

«Nosotros con una impotencia total (sigue). Te juro que sentir el bombardeo es una sensación increíble, miedo, frío, angustia. Nosotros contentos cuando derribamos tres aviones Harrier. Ahora hay alerta roja, en cualquier momento vienen y empezamos de vuelta». Mientras lee va mechando con sus recuerdos y el análisis posterior de aquellos dos meses y medio de dolor y espanto.

Toma una carta del 25 de abril, cuando todavía el combate no había empezado: «todos los días pasan uno igual al otro. Parece que estuviéramos en estado vegetativo. De salud estoy bien. Sólo un poco engripado. Del techo me cae agua, pero igual estoy bien», lee.

No puede dejar de lado sus aventuras que le costaron haber sido duramente sancionado. «Hoy me tuvieron estaqueado -le cuenta a su madre en uno de los envíos y le complementa con un dibujo donde le muestra cómo lo sujetaban mirando al cielo durante ocho horas varios días-». La causa: «me estaquean porque me encuentran en el mismo centro de la ciudad haciendo compras de civil haciéndome pasar por inglés o periodista. Es una historia como para una película y todo es verídico porque no tengo porqué mentir. Entrábamos a una casa con dos o tres amigos, rompíamos la puerta, nos cambiábamos la ropa y salíamos a hacer compras, buscábamos algo para comer, íbamos al correo. Salíamos del pozo donde teníamos que estar haciendo guardia o cumpliendo tareas para poder buscar algo de comida hasta que me agarró la policía militar argentina, en zona prohibida. No podíamos estar ahí porque atravesábamos zona de minas, aparte teníamos que estar en nuestros puestos. Lo hice cuatro o cinco veces».

21 de mayo

«Perdoná la letra pero tengo las manos heladas. Hoy cayó una helada tremenda, a la mañana era todo nieve. Sigo bien, con frío y hambre pero bien. Es imposible que esté para tu cumpleaños (que es el 3 de junio). Espero que llegue ese día para mandarte un abrazo y decirte que te quiero mucho. Aunque no esté con vos quiero que sepas que no me voy a olvidar nunca de la persona que más quiero. Feliz cumpleaños, igual te voy a mandar un telegrama», lee. Y agrega: «se lo mandé y llegó. Lo tiene guardado en un cuadrito».

17 de mayo

«Hace mucho tiempo que me encuentro fuera de casa y la verdad que tengo muchas ganas de estar allá. Mami, la cosa cambió mucho, ahora sé lo que es el hambre. Comemos una vez por día: agua fría. El otro día me llegó una encomienda tuya...»Por ahora estoy bien, no pasó nada importante. Tuve un pequeño problema, cuando llegue te lo voy a explicar«, dice en una de sus misivas.»El pequeño problema era que por haberme agarrado en la ciudad me hicieron consejo de guerra, me querían dar 30 años preso, nunca pasó nada, hubo por supuesto cosas mucho más graves que esa macana".

¿Y qué sensación te queda hoy? se le pregunta. «Después de 25 años, es un cuarto de siglo, es mucho tiempo. Es una experiencia para contársela a mis hijos. Tengo uno de 20 y una nena de 19 y los dos más chiquitos de 9 y 3 que viven conmigo. Los nenes y mucha gente cree que los estoy jodiendo cuando les cuento. Es que yo tenía 19 años, y ni yo mismo puedo creer ciertas cosas».

Tras 25 años de silencio, Pepe Corsi salió a contar su historia. «Es momento, pasó mucho tiempo. Para mí era como un secreto o algo que merecía ocultamiento. Pero pienso porqué me tengo que bancar ver por televisión a tipos que cuando les preguntan algo sobre la guerra se miran entre ellos y no saben qué contestar. Yo estuve ahí. Esos son tipos que nunca estuvieron en la guerra, los escucho decir que estuve en el barco tal cerca de las islas, o que fueron movilizados cerca de Santa Cruz. Y pienso: pero pará vos no estuviste en la guerra. Anda la c... de tu hermana. Me cambiaba de pozo una vez por semana porque brotaba el agua de abajo, estaba helado todo el día, tomábamos agua de charco que había que romperle el hielo», dice casi enojándose ante el protagonismo en el ámbito local de algunos efectivos de Prefectura que en esa época recorrieron el Atlántico Sur aunque sin entrar en combate.

«Y cuando volvimos sentí mucha indiferencia. En combate murieron entre 600 y 800 soldados y después se suicidaron 300. Lo que fue un irrealidad total es que fuimos a jugar el mundial. Con 10.000 pibes en las islas, el resto preocupado por el fútbol. Yo estaba por terminar el secundario y el profesor me dijo: haber que pase el soldadito. Le pegué semejante trompada que me echaron del colegio. En el 2001 tuve un bajón de como ocho meses con una depresión fuerte. Calculo que en el fondo todo esto me marcó».

Recuerda que tras la rendición del 14 de junio fue enviado a Madryn. «Ahí le pude dar mi nombre escrito a una mujer y el teléfono de mi madre para que le avisara que estaba bien porque hacía varios días que no dábamos señales de vida. Pero recién como diez días después me volví a encontrar con los míos. En ese tiempo nos llevaron al regimiento, nos dieron de comer y nos hicieron como un lavado de cabeza para que creyéramos que estaba todo bien y además para mejorarnos el aspecto porque yo había pasado de pesar 70 kilos a pesar 55. Después tenía que regresar supuestamente a cumplir con formalidades. Pero pasé la puerta del regimiento y nunca más aparecí. Pretendí olvidarme de todo». Hasta hoy, 25 años después, cuando los recuerdos vuelven fuertes a ocupar su espacio. Y a dar forma y contenido a la historia que cada día suma protagonistas con sus valiosos testimonios.


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