Cerramos aquí las tres entregas que ha motivado el spot propagandístico del Misterio de Defensa con motivo de los 20 años de misiones internacionales de la FFAA españolas. Para ello reproducidos directamente de la publicación impresa original «Yugoslavia y los ejércitos. La legitimidad militar en tiempos de genocidio» (Xabier Agirre Aramburu, ed. «Los Libros de la Catarata», 1997) el segundo apartado del capítulo II:
«UNPROFOR: la misión militar española y el fiasco de los cascos azules» así como una versión extractada de su tercer apartado ya publicada previamente en la red.
El autor es actualmente Analista Principal en la Oficina del Procurador de la Corte Penal Internacional de La Haya.
2.2. La ineptitud de las fuerzas españolas ante la limpieza étnica
El punto más oscuro de la misión militar española consiste en su ineptitud ante la limpieza étnica de las fuerzas croatas llevada a cabo en Hercegovina occidental, durante el período de su despliegue y en la zona bajo su responsabilidad. Las acciones del HVO (Hrvatsko Vijece Obrane —Consejo de Defensa Croata—, milicias croatas de Bosnia) con el apoyo directo del HV (Hrvatska Vojska, —Ejército Croata—), alentadas por los mapas del plan Vance-Owen de partición de Bosnia, incluyeron la destrucción de Mostar (otorgado a las fuerzas croatas en dicho plan), expulsiones masivas, internamiento en campos de concentración y tácticas de terror generalizadas contra decenas de miles de civiles. Todo ello ocurrió en presencia de los soldados del batallón español de UNPROFOR, el llamado SPABAT [1].
A partir de mayo de 1993, seis meses después de la llegada del contingente español, el HV-HVO estableció los principales campos de concentración para el internamiento masivo de bosnios en un radio de unos 15 kilómetros en torno a las bases de SPABAT en Medjugorje y Dracevo en el valle del río Neretva (Heliodrom, Dretelj, Gabela, Rodoc y otros, ver mapa ).
De acuerdo con la información de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en el verano de 1993 aproximadamente 15.000 personas permanecían recluidas en estos centros en condiciones de «abrumadora brutalidad y degradación» en las que torturas y ejecuciones sumarias eran comunes. En su esfuerzo por borrar la presencia histórica de la cultura musulmana, las fuerzas croatas destruyeron así mismo en este período la mayor parte de las mezquitas de la región. Tal es, por ejemplo, el caso de la mezquita de la localidad de Visici, dinamitada y con sus escombros hechos desaparecer a golpe de bulldozer, a la distancia de unos dos kilómetros de la base española de Dracevo [2].
Especialmente lamentable fue el abandono de Mostar por los cascos azules españoles al comenzar el ataque y limpieza étnica de la ciudad por parte de las fuerzas croatas en mayo de 1993. Cuando más necesaria era su presencia para la protección de la población civil, las tropas españolas abandonaron la ciudad temiendo por su propia seguridad y dejando vía libre al HV-HVO para la expulsión de la población bosniaca y la destrucción de los sectores que no pudieron ocupar. Esta retirada fue un hecho flagrante, perfectamente conocido por la población de Mostar, tal y como explica Alija Behram, director de la radiotelevisión de esta ciudad: «Al igual que en el resto de Bosnia, UNPROFOR sirvió de testigo de los dramáticos acontecimientos en Mostar, planteando importantes preguntas sobre su papel y dejando amargos sentimientos que el pueblo de Mostar no olvidará pronto. Una hora antes del ataque croata del nueve de mayo, el batallón español abandonó su posición en la carretera principal a Mostar, no dando ningún aviso a la población civil de la posibilidad del ataque. Poco después, las fuerzas croatas establecieron diversos campos para miles de bosniacos dentro de la zona patrullada por las fuerzas españolas. Especialmente durante los tres meses de asedio de mayo a julio de 1993, los civiles de la margen izquierda morían de hambre mientras UNPROFOR ’observaba’ desde las colinas. El nuevo comandante español declaró no tener conocimiento de lo ocurrido anteriormente» [3].
Lee Bryant y Tihomir Loza, dos periodistas especializados en el conflicto bosnio, describen la retirada española en los siguientes términos: «En Mostar el contingente español de UNPROFOR en la ciudad simplemente se retiró cuando así se lo ordenó el HVO, dejando a las fuerzas croatas libres para continuar expulsando musulmanes de Mostar-Oeste al guetto asediado en el lado este del río Neretva» [4]
. Otro periodista buen conocedor del tema, ei británico Ed Vulliamy, confirma este aspecto, añadiendo dos factores más, como son el conocimiento previo de los preparativos para el asedio croata de Mostar, y las tensiones entre el contingente británico y el español: «Monitores de la Comunidad Europea y la policía civil de la ONU informaron de que las líneas de asedio que se estaban construyendo en torno a Mostar se estaban montando con tanques, artillería y personal del propio Ejército de Croacia además del HVO. SPABAT, el batallón de tropas españolas de la llamada Fuerza de Protección, abandonó rápidamente su base en la ciudad; se escaparon. El más fiable Ejército Británico había intentado durante meses asumir la responsabilidad de Mostar, pero los españoles se habían negado a cederla, confiando en su capacidad de hacer el trabajo» [5].
Por aquella época, las fuerzas británicas y las españolas se ocupaban en una sorda polémica entre acusaciones de ineptitud por una parte y de prepotencia por la otra. Los oficiales británicos se complacían en informar en reuniones abiertas con ONGs sobre los errores cometidos por los soldados españoles y sus problemas de comunicación por no hablar idiomas, y recomendaban que en caso de dificultad se evitara confiar en ellos. Los españoles por su parte sugerían que el interés británico por hacerse cargo de Mostar se debía a la relevancia informativa de la ciudad, a su deseo de aumentar su presencia en televisión y rentabilizar la misión en términos de imagen. En general se puede decir que a ninguna de las partes faltaba razón.
Mientras tanto la limpieza étnica seguía su curso. Las fuerzas croatas lanzaron una nueva operación de gran envergadura entre el 29 y el 30 de junio de 1993, con la detención, en los barrios de Mostar bajo su control, de unos 6.300 bosniacos. Ese mismo día se retira la compañía de la legión que había empezado a patrullar en la ciudad, produciéndose de nuevo el abandono de la población civil amenazada en los momentos de los peores ataques.
La reacción de huida y abandono de la población civil ante los ataques croatas era algo perfectamente conocido, evidente ante la población local, los medios de comunicación y las propias fuentes oficiales. La Revista Española de Defensa, órgano oficial del Ministerio, presentaba la cuestión de la siguiente manera: "Sin embargo, la mañana del 29 de junio pasado ya no hubo relevo para la compañía desplegada en sus calles. El recrudecimiento de los combates, la dificultad para abrirse paso por entre las barricadas defendidas por la creciente variedad de antagonistas de esta guerra y la animadversión manifiesta de algunos contendientes hacia las tropas de la ONU, aconsejó al mando de los cascos azu-
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les ordenar el repliegue de los españoles a su cuartel general, en Mendugorje (sic), 33 kilómetros al sur de Mostar"15 [6].
La versión oficial convertía así expulsiones masivas e internamientos en campos de concentración, asesinatos, violaciones y ataques sistemáticos contra la población civil por parte del HV-HVO en un «recrudecimiento de los combates», sin nombrar responsables ni denunciar sus crímenes. Solamente informar con veracidad sobre lo que estaba ocurriendo ante sus ojos podía haber sido una importante ayuda para las víctimas de la limpieza étnica, pero en su lugar, como declaraba el coronel Ángel Morales, al mando de los soldados españoles, «la imparcialidad está fuera de todo comentario», lo que equivalía a promover una imagen de equiparación entre las partes y lavarse las manos ante flagrantes crímenes de guerra16 [7].
Los métodos con los que el HV-HVO disuadió la presencia de los cascos azules españoles, incluyeron un hostigamiento continuado desde e¡ mes de abril y la muerte de dos oficiales en mayo y junio (tenientes Arturo Muñoz y Francisco Jesús Aguilar). Al ocurrir estas muertes el ministro García Vargas dejaba a un lado el neutralismo y demostraba un conocimiento preciso de la situación culpando directamente al presidente croata Tudjman. La presencia del contingente español, decía el ministro de Defensa, «no favorece sus planes de limpieza étnica en Hercegovina», y los datos disponibles ’’hacen pensar que se trata de acciones militares organizadas, por lo que no caben excusas por parte croata«’7 [8]. El gobierno español protestó en aquel momento con firmeza ante el croata, no por sus crímenes sistemáticos contra la población civil, sino por la muerte de dos de sus soldados, para finalmente acceder a acuartelar sus efectivos y no obstruir la limpieza étnica en marcha.
En julio de 1993, en el apogeo cié la ofensiva croata, la actividad de SPABAT se había reducido al mínimo, se llegaba a una situación en que «la inactividad y el toque de queda complicaban el ocio de los legionarios», y el gobierno español solicitá-
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ba permiso a la ONU para retirar sus tropas de Jablanica, bajo constante bombardeo croata. Desde la oposición el Partido popular presionaba al gobierno con la petición de que «las tropas españolas se retiren inmediatamente a zonas seguras»«* [9]. Lo importante era que los soldados españoles no corrieran riesgos. La protección de la población local era algo secundario; en realidad, ni siquiera estaba claro que mereciera tal protección, pues bajo el estigma del»odio-étnico-ancestral" frecuentemente alegado por el discurso oficial, los bosnios aparecían prácticamente como culpables de la agresión que estaban sufriendo.
Este período coincidía con la «Operación Irma», a la que el gobierno español se sumaba para ia evacuación de un reducido número de niños bosnios en medio de un despliegue mediático espectacular1* [10]. El falseamiento de la realidad contó con la participación destacada de los oficiales de la DRISDE (Dirección de Relaciones Informativas y Sociales de la Defensa), que se empleaban desde un principio en el control de la información, ocupándose «cuidadosamente de impedir el contraste de esta realidad con entrevistas directas a la tropa», para evitar una repercusión negativa en la imagen de la misión los momentos de decaimiento. En un gesto puramente orwelliano, la DRISDE recibió el «premio a la transparencia informativa» como reconocimiento a esta labor de censura y control sobre la misión española en Bosnia-Hercegovina*’ [11].
138De acuerdo con estimaciones de Naciones Unidas, para septiembre de 1993 la cifra total de bosniacos «limpiados» en la zona de Mostar bajo responsabilidad española estaba entre 45.000 y 55.000 personas11 [12]. Una cantidad indeterminada murió por disparos del HV-HVO al caizar ei puente hacia el sector este de la ciudad. Allí, unas 50.000 personas sufrían bombardeos de mortero, carros de combate, lanzadores múltiples y aviación, a una media de 200 a 400 obuses y unas diez muertes dianas, mayormente civiles. La munición era suministrada con regularidad desde Croacia a través de las rutas bajo teórico control de SPABAT, cuya apertura y vigilancia habían sido argumentadas por el gobierno español para justificar su mismo despliegue« [13].
Ante los bombardeos la tarea de los soldados españoles se limitaba básicamente a observar ía operación con sus prismáticos desde las mismas colinas en que el HV-HVO disparaba sus baterías, apuntar el número de impactos para sus informes y cuidar unas cordiales relaciones con los mandos croatas. Las autoridades bosnias, que ya en un principio habían propuesto sin éxito la instalación de la base española en Mostar y no en Medjugorje (un núcleo apartado en territorio bajo control croata), denunciaron repetidamente esta situación ante los mandos de SPABAT y altas instancias de la ONU, sin que se llegara adoptar ninguna medida efectiva de protección.
Cuando a finales de agosto, después de largas negociaciones y el arreglo de contrapartidas con los sitiadores croatas, un convoy con alimentos entró en Mostar-Este escoltado por los cascos azules españoles (el primero en dos meses), la situación desesperada llevó a la población sitiada a retener a los soldados en demanda de protección. La retención fue duramente condenada por los mandos de SPABAT, y llevó a los medios de comunicación españoles a complejas disquisiciones sobre si había sido una acción popular espontánea o instigada por la Armija, cuando en las condiciones extremas del asedio esta diferencia era prácticamente inexistente (igual que había ocurrido con la retención del general francés Morillon en Srebrenica unos meses antes).
139Fuera quien fuera el promotor de la retención de los soldados españoles, la acción efectivamente disminuyó la intensidad de los ataques croatas, logró centrar la atención internacional en la destrucción de la ciudad, y dio lugar al establecimiento de una patrulla permanente dentro del área asediada. De esta manera, los propios bosnios tuvieron que forzar a los cascos azules, contra su voluntad y ante las protestas de sus jefes, a cumplir su función de protección en Mostar-Este. Aún con todo, cuando la patrulla finalmente se estableció, como informaba un periodista que la había acompañado en su tarea, «los musulmanes creen que es su seguro de vida, pero es tan sólo una buena compañía que anota, fiel al mandato de las Naciones Unidas, el número de granadas caídas o disparadas», y cuyo desarrollo «depende de los controles militares croatas»23 [14].
En noviembre de 1993, al cumplirse un año de su inicio, la misión española atravesaba sus peores momentos. A pesar de que el ministro García Vargas anunciaba que su continuidad era incierta, fuentes gubernamentales admitían que «España no está en condiciones de retirarse, si no quiere perder el prestigio ganado en el último año»" [15].
El 9 de noviembre, un año después de la llegada de los cascos azules españoles, la artillería croata hundía el puente viejo de. Mostar, símbolo de la ciudad desde 1566. El Mostar asediado llegó a considerarse «el mayor campo de concentración de Bosnia» por sus dramáticas condiciones de vida, descrita por el director del hospital local como «una ciudad cercada como Sarajevo, destruida como Vukovar y hambrienta como Zepa»« [16]. Todo ello en presencia del batallón español y con su perfecto conocimiento, lo que llevó al primer ministro de Bosnia a expresar su descontento y afirmar en mayo de 1994 que»hay muchas indicaciones de que los soldados españoles han tomado partido por los extremistas croatas en Mostar"26 [17].
El círculo de la ignominia se completaba con la llegada a España de algunas de las víctimas de la limpieza étnica croata dónde se encontraban con que mientras ellos eran considerados —en palabras de Miguel Ángel Mazarambroz, embajador español para misiones de paz de la ONU—, «gente anclada en unos odios históricos permanentemente recordados en su memoria elefantiásica», los soldados que asistieron pasivos a la agresión eran homenajeados como «héroes de la paz», se les dedicaban desfiles militares o se les concedía la recientemente creada Cruz del Mérito Militar con distintivo azul".
LA ACTITUD DE LOS MANDOS: NEUTRALIDAD Y REVISIONISMO
(Reproducido a partir de http://www.nodo50.org/ekintza/article.php3?id_article=289)
El manual práctico de las fuerzas británicas para los mandos de operaciones de paz sobre el terreno desarrolla en detalle la idea de neutralidad como elemento central para el éxito de estas misiones.
Esta neutralidad se construye a partir de un relato severamente distorsionado del desarrollo del conflicto en el que, en primer lugar, su dramatismo queda neutralizado con todo tipo de eufemismos burócratico-militares, y sobre todo, se fuerza una revisión, una redefinición de sus términos evitando señalar la responsabilidad de las fuerzas serbias y croatas (cuyas principales masacres no se mencionan) y subrayando en su lugar los episodios de no cooperación con UNPROFOR de las fuerzas bosnias.
Sobre la conveniencia para los agresores serbios de esta neutralidad, baste recordar que ha sido el propio líder serbio y reconocido criminal de guerra Radovan Karadzic, quien ha elogiado la labor española declarando: «tenemos la mejor opinión del contingente español en Bosnia y de la diplomacia española. España es la más imparcial». Desde Belgrado el primer ministro yugoslavo (serbio) Radoje Kontic se mostraba igualmente agradecido por la actuación de los soldados españoles, «muy correcta» desde su punto de vista, pues «ha habido cascos azules de otros países con los que no hemos tenido la misma suerte en cuanto a comportamientos concretos y a la exquisita neutralidad que están manteniendo los soldados españoles».
La propia aceptación de la situación militar sobre el terreno por parte de los mandos de Naciones Unidas les lleva a su vez a demandar a las fuerzas bosnias la misma actitud de resignación, y a culparles por resistirse a aceptar los mapas del genocidio. Como me confiaba un oficial sueco destinado en el cuartel general de UNPROFOR en febrero de 1994: «Las promesas de ataques aéreos o levantamiento del embargo son un error, no hacen más que alentar a los musulmanes en lugar de que entiendan la situación y firmen. Lo que hay que hacer es presionar a los musulmanes para que firmen, son gente intransigente y sin escrúpulos que están utilizando o su propio población en Sarajevo para presentar su situación como víctimas... cuando la realidad es mucho más complicada». (Oslobodenje - SOS Balkanes, nº 4 - 94).
Siguiendo esta lógica nos encontramos con que las fuerzas que han acudido a socorrer a las víctimas de la guerra, ante su incapacidad de hacerlo de una manera eficaz, terminan culpando a las propias víctimas por no rendirse a sus agresores. Ciertamente, una vez desatada la guerra, mentiras y violencia, nadie tiene las manos limpias, y también las fuerzas bosnias han estado implicadas en crímenes contra la población civil. Pero pretender que los bosnios tienen la misma responsabilidad que sus agresores es un insulto, en primer lugar a las víctimas, y además a la inteligencia de cualquier observador mínimamente informado.
En el caso español debe añadirse que la pretensión de los mandos y fuentes oficiales de culpar por igual a bosnios y croatas de los combates que ellos mismos presenciaron es especialmente inaceptable, dado que entre las víctimas de la brutalidad de el HVO-HV se encuentran, como se ha explicado, varios soldados españoles asesinados por las fuerzas croatas en su empeño por ahuyentar testigos de sus campañas de limpieza étnica.
Diego Arria, ex-representante de Venezuela en el consejo de seguridad y uno de los pocos diplomáticos que ha abordado con honradez el tema bosnio, llamaba la atención sobre uno de los aspectos más chocantes de la misión de los cascos azules: la condescendencia y simpatía entre los mandos militares de UNPROFOR y los del ejército serbio.
Arria, a la luz de su visita a Srebrenica en los peores momentos de la ofensiva serbia de 1993, se quejaba de que UNPROFOR «trataba a los serbios como los regulares, los legales, y a los musulmanes como irregulares, los ilegales», en contra de todas las resoluciones de la ONU estableciendo el criterio diametralmente opuesto.
Lejos de preocuparse por la gravedad de esta observación, el coronel Carvajal venía a confirmarla y reconocer su propio distanciamiento con la milicia bosnia y sintonía con los mandos serbios, al afirmar en el mismo foro:
«En los bosnios musulmanes esos militares no existían y podías encontrarte un jefe de cuerpo de ejército que su profesión era químico o su profesión era ingeniero aeronáutico y al día siguiente los volvías a ver de paisano. Es decir, que no había unos interlocutores absolutamente militares. Otra cosa diferente es la parte serbia con la que no teníamos demasiados conflictos y que eran militares procedentes de carrera»
Preguntado por dos destacados mandos militares serbios con responsabilidad sobre la limpieza étnica y crímenes contra la población civil en Hercegovina oriental (general Grubac y coronel Milosevic) el coronel Carvajal no escondía su respeto por ellos: «no tengo conocimiento de su implicación en crímenes de guerra... las veces que tuvimos necesidad de contactar con ellos fueron unos contactos absolutamente cordiales y muy serios, los dos son profesionales». Parece que la mentalidad de los mandos de UNPROFOR les impide entender que son precisamente lo que ellos consideran «militares de carrera» y «profesionales del ejército» los causantes de la destrucción que ha llevado a los cascos azules a Bosnia.
Un ejemplo más reciente lo han ofrecido los cascos azules holandeses tras la toma y limpieza étnica de Srebrenica en su presencia en julio de 1995. Su comandante, Karremans, declaraba al llegar a Holanda que en este conflicto «no hay buenos y malos» y se refería al general Mladic, con quien acababa de tratar en Srebrenica la expulsión de la población bosniaca, como «un maestro de la estrategia y un comandante muy capaz». Con Posterioridad los medios de comunicación revelaron que los soldados holandeses veían con desagrado la población local y líderes de Srebrenica, y preferían relacionarse con las fuerzas serbias, a quienes se referían como «profesionales».
Las paradógicas relaciones entre los agresores y quienes acudieron en teoría a socorrer a los agredidos no ha pasado desapercibida para David Rieff, autor de uno de los mejores estudios sobre el papel de la comunidad internacional en este conflicto. En opinión de este veterano periodista en Bosnia, «muchos funcionarios de la ONU sobre el terreno no sólo temían sino que admiraban a las fuerzas serbias», debido a una cierta «solidaridad de casta»: «los oficiales de UNPROFOR consideraban a los serbios verdaderos soldados, gente como ellos mismos, no los civiles glorificados que uno se encontraba generalmente entre los comandantes en el lado del gobierno bosnio». En este sentido, continúa Rieff, «para los mandos de UNPROFOR dedicarse a insistir, como hacían en sus informes, mensajes a Nueva York y unos a otros, que los serbios eran soldados tan espléndidos, era tanto un acto de amor a sí mismos como una evaluación militar».
Más allá de su mandato de protección, de las resoluciones del Consejo de Seguridad condenando a las fuerzas serbias, y de todas las atrocidades que ellos mismos han presenciado, los mandos de UNPROFOR sienten un inconfesable afecto por sus colegas del ejército serbio. Un sentimiento que encuentra su origen en una compleja mezcla de identificación militar, un cierto esprit de corps compartido, y la admiración por el bando vencedor en la guerra, unidas a una necesidad de redefinir los términos reales del conflicto para ocultarse a sí mismos y a la opinión pública la vergüenza de su fracaso.
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[1] Un buen relato global del conflicto entre las fuerzas bosnias y croatas en Hercegovina y Bosnia central hasta finales de 1993 se incluye en Ed Vulliamy, Seasons in Hell. Understanding Bosnia’s War (St. Martin’s Press, Nueva York, 1994). Ver capítulo 22, «Croatian End Games: Mostar and the Camps».
[2] Ver informe nº 5 del enviado especial de la comisión de derechos humanos de la ONU Tadeusz Mazowiecki (noviembre 1993), sección I-E, «Human rights violations by Sosnian Croal Forces», pgs. 9 y 10. También Oslobod-SOS Balkanes, nº 3, XI1-93, revista de la organización SO.S-Balkanes, con información detallada, mapas y pruebas fotográficas de la limpieza étnica croata en Hercegovina. Una crónica general de la situación a mediados de junio por Hermann Terstch en El País, 21-VI-93, «¡Que los maten a todos!, Los croatas inician una ’limpieza étnica’ de musulmanes en la Hercegovina occidental».
[3] Alija Behram, «Living in the Ghetto», War Report, n° 38, noviembre-diciembre 1995,
P8-38.
[4] Lee Bryant y Tihomir Loza, «Expectations and Realities», en Ben Cohen y George
Stamkoski, eds., With no Peace lo Keep. United Nations Peacekeepiing and the War in Former
Yugoslavia (Grainpress, Londres, 1995), pg. 56.
[5] Vulliamy, pg. 331
[6] Revista Española de Defensa, julio-agosto 1993, pg. 8.
[7] 16.Idem., pg. 12.
[8] 17. El País, 17-V-93,»El alto precio de interponerse«, 14-VI-93,»España protesta con
tra Croacia en la ONU por la muerte del teniente Aguilar«, y 15-VI-93,»Javier Solana amenaza a Croacia con la pérdida de su respetabilidad".
[9] 18. Ver Ell’ais, 8 y 13-VH-93, y 2-VIII-93.
[10] 19- Ver El País, 1H-VIII-93, «España se suma a la Operación Irma, pero limita su oferta de acogida humanitaria a los niños».
[11] 20. Ver Revista Española de Defensa (RED), julio-agosto 1993. Más sobre el trabajo de
la DRISDF, en Javier Fernández Arribas. * Casco azul. Soldado español (Temas de Hoy.
Madrid, 1994). pgs. 93 y 109.
[12] 21. Ver Vulliamy, op. cit., p. 324.
[13] 22. Informo Mazowiecki n. 4 (septiembre 1993)»Mostar: me cause for concern«, y nu 5 (noviembre 1993), sección 1-E.»Human riglils violations by Bosnian Croat Forces«, y de testimonios directos. Ver también El País. 16-IX-93. El mismo despliegue español se llevó a cabo desde el principio según el dictado de las fuerzas croatas, que impidieron la instalación en Metkovic, localidad fronteriza y punto estratégico para el control del acceso a Bosnia, y el vecino puerto de Ploce, otro punto clave de entrada de suministros. Ver El País. 17-XI-92.»Croacia prohibe que las tropas españolas se instalen en la frontera con Bosnia«, y Fernández Arribas pgs. 99-100, epígrafes»La necesidad obliga a un mal despliegue«y»La intransigencia croata".
[14] 23. Ramón Lobo, en El País, 6-X-93.
[15] 24. El País, 8-XI-93.
[16] 25. El País, 28-11-94.
[17] 26. Entrevista con Haris Silajdzic en El l’aís. 2-V-94.