Ha sido un día caluroso, agitado, para las familias de las 45 víctimas de la marcha mortífera en los faldeos del volcán Antuco en mayo de 2005. Familias provenientes, en mayoría, de la ciudad de Los Ángeles, capital provincial del Bio Bio en la VIII Región. Enclave agroindustrial y forestal. No hay mucho futuro para los jóvenes allí y eso lo saben los militares que recogen una abundante cantidad de «voluntarios» en el servicio militar. Voluntarios como la mayor parte de los muertos por congelamiento en esa marcha de otoño en una campaña «rutinaria» de «preparación» para estos reclutas de un regimiento de montaña... sin implementos de montaña para sus conscriptos.
Ayer jueves 9 de febrero esperaban los familiares, luego de un largo viaje desde Los Ángeles a Santiago, el fallo que el juez militar Juan Arab emitiría al cierre del sumario. En las puertas de la Corte de Justicia se encuentran los inculpados y procesados por el juez con los familiares. Hay gritos, reclamos, llantos. Entran tranquilos los inculpados al tribunal: allí serán notificados de su sentencia.
Es un triste momento para las familias de las víctimas de Antuco: dos inculpados son absueltos, los otros reciben condenas menores, en promedio no más de dos años que pueden cumplir fuera de cárcel. Sólo el mayor cereceda recibe una pena «mayor»: 5 años y un día. Para las familias suena todo a una burla. Eso no es justicia. Ningún oficial del alto mando, de la jefatura de la división a la que estaba adscrito el regimiento ha sido tocado. Ni siquiera citado a declarar. Con ese tipo de pena en primera instancia los inculpados apelando seguro quedan en nada.
Hay rabia, se intenta golpear al injusto juez de justicia militar quien ha hecho muy bien su trabajo: protegido al Ejército, a sus oficiales, al alto mando.
45 muertes que jamás serán investigadas por la justicia civil pues en chile el fuero militar es tan grande que una situación tan conmocionante para el país es, por involucrar a uniformados, propiedad de la Justicia Militar.
Para la noche las familias han preparado una velatón a las puertas del Palacio de Gobierno. No les ponen mayores obstáculos: en La Moneda no hay nadie, andan todos de vacaciones.
Allá vamos, para estar con ellos y ellas, en este momento de verdad, donde se desnuda, otra vez, la cofradía militar que se autoprotege haciendo uso y abuso de sus poderes y privilegios jurídicos, políticos y comunicacionales.
Llevamos con nosotros velas, la Carta Abierta pidiendo la renuncia del comandante en jefe Cheyre y del ministro de defensa Ravinet, y volantes invitando a acompañarnos a la entrega de la carta.
Corre viento en la Plaza de la Constitución, se debe luchar por mantener encendidas las velas, bastante televisión pero poca gente, mayormente las familias pero muy poco pueblo de Santiago. Es una ceremonia: hablan, por turnos, familiares, abogados, un senador y un diputado, este último de la zona. Los políticos hablan bonito pero sólo confían en la justicia divina y en que el Ejército pida «perdón».
Los familiares que hablan, todas mujeres: madres, hermanas, viudas de las víctimas, tiene dolor y rabia. Es un momento muy cargado de emociones. Es gente sencilla que se siente mayormente traicionada, pues sus hijos fueron al servicio militar de «voluntarios», por que son «chilenos» y «patriotas». Y se sienten tratados como «extraños» o chilenos de «segunda clase» y sobre todo sienten que la «Justicia Militar» hace todo para salvar a la oficialidad.
Quisieran los familiares justicia de verdad. Ellos han sentido el poder del Ejército: nada de lo que han hecho desde el fatal 18 de mayo de 2005 ha sido fácil: seguimientos, control, intervenciones militares, se sienten realmente amenazados por los militares. De hecho la noticia de la velatón no circuló mucho, en la prensa sólo se ha escuchado la voz de los inculpados y de la Comandancia en Jefe, pocas o ninguna vez la de los familiares que se han organizado para resistir la presión del Ejército y exigir justicia y verdad.
Llegamos junto a ellos, somos pocos es cierto: Marcelo, Camilo, Estela, Javier que viene llegando, Pelao. Salvo nosotres no hay más organizaciones sociales apoyando acá. La difusión fue pobre y han calculado los tiempos en el ejército para que todo se haga en periodo de vacaciones.
Queremos dar un saludo escrito, pero las familias amablemente, muy cariñosamente, nos invitan a subir al podio y hablar. En esto debemos destacar la labor de Estela y Camilo. No estamos preparados. Subimos al final, antes del cierre y damos a conocer nuestra posición: «Ciertamente nos duele, les acompañamos en eso, pero esto no es un accidente, Antuco se repite año a año, recordamos a Pedro Soto Tapia y su crimen jamás resuelto, exigimos la renuncia de Cheyre y Ravinet. Al escuchar este planteo los familiares, toda la plaza aplaude y apoya, exigimos que el caso salga de manos de la justicia militar». Eso hablamos.
Al rato, luego de un emotivo despliegue audiovisual, termina el evento. En las palabras al cierre el abogado Raúl Meza, actuando como vocero de las familias se suma a nuestra exigencia: que renuncie Cheyre.
Repartimos las cartas abiertas y los volantes. Contactamos a las familias para transmitir su palabra en el programa de radio y articular una mejor relación luego de este encuentro.